Capítulo 2; 8-20
8 Había pastores en la misma región, que
velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel del
Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he
aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño
envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el ángel una
multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de
ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta
Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a
María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les
había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo
que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los pastores glorificando y
alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había
dicho.
Fue en Belén donde nació Jesús. Belén era un pueblecito a unos ocho
kilómetros al Sur de Jerusalén. Antiguamente se había llamado Efrat o Efratá.
El nombre completo en hebreo es Bedéjem, que quiere decir casa de pan, y Belén
estaba situado en una región fértil, lo que justificaba su nombre. Estaba ubicada
sobre unas montañas de caliza gris a más de ochocientos metros sobre el nivel
del Mar. Tenía una cima a cada lado y un hondón como una silla de montar entre
las dos. Así que, por su posición, Belén parecía un pueblo asentado en un
anfiteatro de colinas.
Belén tenía una larga historia. Fue allí donde Jacob
enterró a Raquel y erigió un pilar en su memoria junto a la tumba (Gen_48:7 Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió
Raquel en la tierra de Canaán, en el camino, como media legua de tierra
viniendo a Efrata; y la sepulté allí en el camino de Efrata, que es Belén.;
Gen_35:20 Y levantó Jacob un pilar sobre su sepultura; esta es la señal de la
sepultura de Raquel hasta hoy). Fue allí donde vivió Rut después de
casarse con Booz (Rth_1:22 Así volvió Noemí, y Rut la
moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al
comienzo de la siega de la cebada.), y desde Belén Rut podía ver la
tierra de Moab, su antigua patria, al otro lado del valle del Jordán. Pero,
sobre todo, Belén fue el hogar y la ciudad de David (1Sa_16:1Dijo
Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para
que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí
de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey.; 1Sa_17:12 Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén
de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl
este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres.; 1Sa_20:6 Si tu padre
hiciere mención de mí, dirás: Me rogó mucho que lo dejase ir corriendo a Belén
su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá el sacrificio anual.);
y era del agua del pozo de Belén de lo que David tenía tanta nostalgia cuando
era un fugitivo perseguido por las colinas, lo que motivó una preciosa escena
de lealtad y de piedad (2Sa_23:14…David entonces estaba
en el lugar fuerte, y había en Belén una guarnición de los filisteos. 15 Y David dijo con vehemencia: ¡Quién me diera
a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!...).
En tiempos posteriores leemos que Jeroboam fortificó
el pueblo de Belén (2Crn_11:6 Edificó Belén, Etam,
Tecoa, ). Pero, en la historia de Israel y en las mentes del pueblo,
Belén era supremamente la ciudad de David. Era de la dinastía de David de la
que Dios haría venir al gran Libertador de Su pueblo. Como dijo el profeta
Miqueas: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar
entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus
salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. (Mic_5:2 ).
Era en Belén, la ciudad de David, donde los judíos
esperaban que naciera el mayor Hijo del gran David; era de allí de donde
esperaban que viniera al mundo el Ungido de Dios. Y así fue.
La imagen del establo y del pesebre como el lugar
del nacimiento de Jesús está grabada indeleblemente en nuestras mentes; pero
puede que no sea totalmente correcta. Justino Mártir, uno de los más grandes de
los primeros padres, que vivió hacia 150 d.C. y que procedía del distrito
cercano a Belén, nos dice que Jesús nació en una cueva cerca de la aldea
(Justino Mártir, Diálogo con Trifón 78, 304); y puede que la información de
Justino fuera correcta. Las casas de Belén están construidas en la ladera de la
montaña de piedra caliza; y era muy
corriente en aquel entonces el tener establos en forma de cuevas en la roca
vaciada por debajo de las casas mismas; y muy probablemente fue en un tipo de
cueva-establo así donde nació Jesús.
Hasta este día se enseña en Belén una cueva así como
el lugar del nacimiento de Jesús, sobre la que se ha construido la Iglesia de
la Natividad. Hace mucho tiempo que se enseña esta cueva como el lugar del
nacimiento de Jesús. Ya era así en los días del emperador romano Adriano;
porque éste, en un deliberado intento de profanar el lugar, erigió un altar al
dios pagano Adonis sobre él. Cuando el imperio romano se hizo cristiano, a
principios del siglo IV, Constantino, el primer emperador cristiano, construyó
allí una gran iglesia que es la que todavía puede verse, considerablemente
reformada y restaurada posteriormente.
H. V. Morton nos cuenta su visita a la Iglesia de la
Natividad de Belén. Llegó a una gran muralla en la que había una puerta tan
baja que uno se tenía que encorvar para entrar; y al otro lado de la puerta, y
al otro lado de la muralla, estaba la iglesia. Por debajo del altar mayor de la
iglesia está la cueva, y cuando el peregrino desciende a ella se encuentra con
una pequeña caverna de unos trece metros de largo por cuatro de ancho,
alumbrada por lámparas de plata. En el suelo hay una estrella y alrededor de
ella una inscripción latina: «Aquí nació Jesucristo de la Virgen María."
Cuando el Señor de la Gloria vino a esta Tierra
nació en una cueva en la que se guardaban los animales. La cueva de la Iglesia
de la Natividad de Belén puede que sea la misma, o que no. Eso nunca lo
sabremos de seguro. Pero hay algo hermoso en el simbolismo de la iglesia en la
que la puerta es tan baja que uno tiene que inclinarse para entrar. Es
supremamente apropiado el que todos nos acerquemos al Niño Jesús de rodillas.
Desde abril hasta el otoño, los rebaños pastaban por
la noche en los campos abiertos, de los cuales parece probable que nuestro
Señor haya nacido antes o después de diciembre. Sin duda, estos pastores
estaban, como Simeón, "esperando el consuelo de Israel", y su pureza
de vida y sencillez de alma los capacitaba para recibir las benditas nuevas de
los ángeles. Leémos a quienes se dieron por primera vez las nuevas de que
Cristo había nacido. A unos "pastores que velaban (cerca de Belén,) y
daban las velas de la noche sobre su
ganado." A unos pastores no a unos sacerdotes o gobernadores; a unos
pastores, no a Escribas o Fariseos, un ángel se apareció, proclamando, "os ha nacido hoy Salvador, que es el
Señor el Cristo.
Cuando leemos estas palabras debemos recordar las
siguientes de Santiago" ¿No ha elegido Dios los
pobres de este mundo, que sean ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido a los que le
aman?" Stg_2:5. La carencia de dinero no excluye a nadie de
privilegios espirituales. A menudo las cosas del reino de Dios han ocultado a los grandes y a los
nobles, y revelándose a los pobres. El trabajo de mano no pone obstáculo alguno
entre Él y el hombre. Moisés estaba
apacentando ganado, Gedeón estaba trillando trigo, Elíseo estaba arando,
cuando respectivamente tuvieron el alto honor de que el Eterno mismo los
llamara y les revelara de un modo
directo. Rechacemos la sugestión de Satanás de que la religión no es para el
hombre de trabajo. Los débiles del mundo son muchas veces llamados antes que
los poderosos.
Examinemos el lenguaje de que hace uso el ángel para
anunciar a los pastores el nacimiento de Cristo. Les dice: "Os doy nuevas
de gran gozo, que será a todo el pueblo...
No tenemos por qué sorprendernos de estas palabras.
La oscuridad que había cubierto la tierra por cuatro mil años iba a desaparecer,
y estaba para abrirse a todo el género
humano el camino del perdón y de la paz con Dios. La cabeza de Satanás iba a
ser quebrantada. Iba a anunciarse libertad a los cautivos, y a darse vista a los ciegos; y pronto había de
proclamarse la gran verdad de que Dios puede ser justo y al mismo tiempo y por
amor de Cristo, justificador del impío.
Ya no tendría por más tiempo que contentarse el creyente con columbrar la
redención a través de tipos y símbolos, pues iba a verla ante si en toda
su majestad. El conocimiento de Dios no sería
por más tiempo propiedad exclusiva de los Judíos más iba a extenderse a todo el
mundo gentil. Los días del paganismo
estaban contados. La primera piedra del reino de Dios seria pronto colocada. Si
esto no era "Nuevas de gran gozo" nunca hubo nuevas que mereciesen este nombre.
Vemos quienes fueron los primeros que alabaron a
Dios, cuando Cristo nació. Fueron ángeles y no hombres, ángeles que nunca
habían pecado, y no tenían necesidad de
Salvador ángeles que no habían caído, y por tanto, no necesitaban redentor, ni
sangre expiatoria. El primer himno en loor de
"Dios manifiesto en la carne," fue cantado por una multitud de
ejércitos celestiales...
Notemos este hecho: está lleno de lecciones espirituales.
Nos demuestra que los ángeles son siervos muy fieles. Todo cuanto hace su Señor
celestial les agrada e interesa. Nos
enseña cuan clara es su inteligencia. Saben cuanta miseria ha traído el pecado
al mundo. Conocen la bienaventuranza del cielo, y saben que hay una puerta que a ella ofrece entrada.
Estos versículos nos enseñan principalmente cuan intensos son el amor y la
compasión que sienten los ángeles hacia
el hombre caído. Les causa regocijo la de que muchas almas van a ser
salvas, de que muchos hombres van a ser librados del fuego.
Esforcémonos en ser más semejantes a los ángeles.
Nuestra ignorancia y adormecimiento espirituales se dejan ver de una manera más
dolorosa en nuestra ineptitud para
participar del gozo que, en este caso, vemos que ellos expresan. Si esperamos
vivir por siempre ellos en el cielo, debemos participar algún tanto de sus emociones mientras estemos en la
tierra. Procuremos tener una noción más íntima de la maldad y miseria del
pecado, y así nos sentiremos animados de
mayor gratitud por la redención.
Notemos, el himno de alabanza que el ejército
celestial cantó a oídos de los pastores. Decían: "Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz, y a los
hombres buena voluntad...
Estas célebres palabras se interpretan de varias
maneras. El hombre es por naturaleza tan torpe en asuntos espirituales, que
parece no es capaz de comprender el
lenguaje celestial. Sin embargo, puede sacarse de estas palabras un sentido que
no solo está exento de toda objeción, sino que también está de acuerdo con la mejor teología.
¡Gloria a Dios en las alturas!" así comienza el
cántico. Ahora aparece la gloria de Dios en su más alto grado con el
advenimiento de su hijo Jesucristo. Por
medio de su vida y muerte en la cruz enaltecerá los atributos de Dios,
su justicia, su santidad, su misericordia y su sabiduría como jamás habían
sido enaltecidos. La creación ensalzó a
Dios, pero no tanto como la redención.
"¡Y en la tierra paz!" continúa el
cántico. Ahora viene a la tierra paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento
la paz perfecta entre un Dios santo y el
hombre pecador que Cristo había de comprar con su propia sangre; aquella
paz que se ofrece sin restricción a todo el género humano; aquella paz que, una
vez que haya sido acogida en el corazón
humano hace que los individuos y los pueblos vivan en concordia; aquella paz,
en fin, que ha de extenderse por todo el
mundo.
"¡Y a los hombres buena voluntad!"
concluye el cántico. Ha llegado el tiempo en que la bondad y buena voluntad de
Dios hacia el pecador va a revelarse
plenamente. En la creación se manifestó su poder; en el diluvio su
justicia. Más faltaba que su misericordia se revelara plenamente en la venida y
en la expiación de Jesucristo. Tal fue
el tenor del cántico de los ángeles. Felices los que pueden comprender su
sentido, y con sus corazones dar asentimiento a sus palabras. El que espera vivir en el cielo,
debiera tener algún conocimiento práctico del lenguaje de sus habitantes.
Observemos, antes que dejemos este pasaje, la pronta
obediencia que dieron los pastores al anuncio celestial. No dudan, ni
preguntan, ni vacilan.
Extraordinaria e improbable como la nueva debía
parecerles, obran al punto en virtud de ella: van apresuradamente a Belén;
hallan todo exactamente como se les
había dicho; y su fe sencilla recibe así una rica recompensa. Tuvieron la gran
distinción de ser los primeros seres humanos, después de María y José, que vieran con ojos creyentes al Mesías recién
nacido. Se volvieron pronto, "glorificando y alabando a Dios" por lo
que habían visto.
¡Quiera Dios que nuestro espíritu sea semejante al
de ellos! Que siempre creamos implícitamente, que obremos con prontitud, y que
no aguardemos a nada, cuando nos está
bien marcada la senda del deber. Si así lo hiciéremos obtendremos una
recompensa como la de los pastores. La jornada que principia con fe, termina generalmente con alabanza.
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