Capítulo 5; 1-11
1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de
Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la
orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus
redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual
era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba
desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga
mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la
noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré
la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad
de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que
estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron
ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas
ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque por la pesca que habían hecho, el
temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde
ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando trajeron a tierra las barcas,
dejándolo todo, le siguieron.
La
famosa extensión de agua de Galilea se llama de tres maneras: Mar de Galilea,
Mar de Tiberíades y Lago de Genesaret. Tiene unos veintiún kilómetros de largo
por doce de ancho. Está situado en una depresión de la superficie de la Tierra
a 210 metros bajo el nivel del mar, lo que le da un clima casi tropical. En los
días de Jesús tenía nueve poblaciones agrupadas en sus orillas, ninguna de
menos de 15.000 habitantes.
Genesaret es realmente el nombre de la hermosa
llanura que está al Oeste del lago, y que es muy fértil. A los judíos les
encantaba jugar con las etimologías, y le atribuían tres diferentes a Genesaret
que destacaban su hermosura.
(i) De kinnor, que quiere decir arpa, ya fuera
porque «sus frutos son tan dulces como el sonido del arpa», o porque "la
voz de sus ondas es tan agradable como la voz del arpa».
(ii) De gan, jardín, y sar, príncipe; de ahí, «el
príncipe de los jardines.»
(iii) De gan, jardín, y asher, riquezas; de ahí,
"El jardín de las riquezas.»
Aquí nos encontramos con un cambio decisivo en la
carrera de Jesús. La última vez que le encontramos predicando estaba en una
sinagoga, y ahora se encuentra a la orilla del lago. Es verdad que volveremos a
encontrarle en la sinagoga; pero se acerca la hora en que se le cerrará esa
puerta, y su iglesia es ahora la costa o el camino abierto, y su púlpito, una
barca. Irá adonde haya gente dispuesta a escucharle.
John Wesley decía: " Los que formaron nuestras
congregaciones eran los que iban vagando por las montañas oscuras, que no pertenecían
a ninguna iglesia cristiana; pero despertaron a la predicación de los
metodistas, que los habían seguido por los descampados de este mundo hasta los
caminos y los vallados, los mercados y las ferias, los cerros y los valles; que
habían puesto el estandarte de la Cruz en las avenidas y en los callejones de
las ciudades, en las aldeas, en los pajares y en las cocinas de las granjas,
etc.; y todo esto hecho de tal manera y hasta tal punto como no se había hecho
nunca desde los tiempos de los apóstoles.» «Me gusta un salón amplio -dice en
otro lugar-, con un buen cojín y un púlpito majo; pero la predicación en los
campos salva almas.»
Cuando se le cerraba la sinagoga, Jesús salió a los
caminos abiertos.
En esta historia encontramos lo que podríamos llamar
una lista de condiciones para un milagro.
(i) El ojo
que ve. No hay por qué creer que Jesús creó un banco de peces en aquella
ocasión. En el Mar de Galilea había bancos fenomenales que ponían el agua como
si estuviera hirviendo en grandes extensiones. Lo más probable es que la aguda
vista de Jesús percibiera aquel banco de peces, y ahí estuvo el milagro.
Necesitamos ojos que vean de veras. Mucha gente ha visto salir vapor por la
tapadera de la cafetera, pero fue a James Watt al que se le ocurrió que se
podía aplicar para hacer una máquina de vapor. Tanta ha visto caer una manzana;
pero sólo a Newton le sugirió aquello la ley de la gravedad. La Tierra está
llena de milagros que esperan unos ojos que los vean.
(ii) El
espíritu dispuesto a hacer un esfuerzo. Los pescadores en el mar de Galilea
empleaban redes, a menudo usaban un peso de plomo en forma de campana alrededor
de sus bordes. Al lanzarse una red al agua, el peso del plomo hacía que se
hundiera y cubriera los bordes. El pescador entonces tiraba una cuerda para
cerrar la red alrededor del pez. Las redes debían mantenerse en buenas
condiciones, de modo que se lavaban para remover las algas y remendarlas.
Puesto que Jesús lo decía, Pedro estaba dispuesto a
probar otra vez, aunque estaba muy cansado. El desastre de muchas vidas es que
se rinden antes del último esfuerzo que podría cambiar las cosas.
(iii) El
espíritu dispuesto a probar lo que parece inútil. La noche, que era el
tiempo de la pesca, había pasado. Todas las circunstancias estaban en contra;
pero Pedro dijo: "¡Sean las circunstancias las que sean, si Tú lo dices
estoy dispuesto a probar otra vez!»
Simón Pedro se atemorizó con el milagro y su primera
reacción fue reconocer su pequeñez en comparación con la grandeza de este
hombre. Pedro sabía que Jesús sanaba enfermos y echaba fuera demonios, pero se
maravillaba que El estuviera al tanto de la rutina diaria y comprendiera su
necesidad. A Dios no solo le interesa salvarnos, sino también ayudarnos en
nuestra vida diaria.
Muchas veces no hacemos nada porque nos parece que
no es el tiempo oportuno. Pero, si esperamos a que las circunstancias sean
ideales, jamás empezaremos nada: Si queremos un milagro, tenemos que fiarnos de
la palabra de Jesús cuando nos dice que probemos lo imposible.
Este es el segundo llamado de los discípulos.
Después del primero (Mat_4:18-22 18 Andando Jesús junto
al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su
hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres. 20 Ellos
entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. 21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos,
Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre,
que remendaban sus redes; y los llamó. 22
Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.;
Mar_1:16-20 16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón
y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré
que seáis pescadores de hombres. 18 Y
dejando luego sus redes, le siguieron. 19
Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a
Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron. ), Pedro, Andrés, Jacobo y Juan volvieron a
pescar. Observaron cómo Jesús estableció su autoridad en la sinagoga, curó
enfermos y echó fuera demonios. Ahora Jesús también establecía su autoridad en
sus vidas; los halló en su medio y les ayudó en su trabajo. A partir de ahí,
dejaron sus redes y permanecieron con Jesús. Para nosotros, seguir a Jesús es
más que reconocerlo como Salvador. Significa dejar nuestro pasado y dedicar
nuestro futuro a Él.
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