} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 7; 11-17

viernes, 31 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 7; 11-17


Capítulo 7; 11-17

 11  Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

 12  Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.

 13  Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

 14  Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

 15  Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.

 16  Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.

 17  Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

  

         EL pasmoso acontecimiento descrito en estos versículos, se encuentra referido solamente en el Evangelio de S. Lucas. En este pasaje, como en el inmediatamente anterior, el que hace el relato es el médico Lucas. Es uno de los tres grandes milagros en  que nuestro Señor restituye la vida a los muertos, y, como la resurrección de Lázaro, y la de la hija del jefe de la congregación, se consideran con razón como  uno de los más grandes milagros que hizo sobre la tierra. En todos tres se nos deja ver el poder divino.- En cada uno vemos una prueba consoladora de que  el Príncipe de la Paz, es más fuerte que "el rey de los terrores," y que aunque la muerte, el postrer enemigo, es poderosa, no es tan poderosa como el  Protector del pecador.

En el versículo 15, la palabra para sentarse corresponde al término médico que se usa para estar sentado en la cama. Naín estaba a un día de camino de Cafamaún, entre Endor y Sunén, donde Eliseo había resucitado al hijo de otra madre (2Reyes 4:18-37 ). Hasta el día de hoy, a diez minutos andando desde Endor hay un cementerio de tumbas hechas en la roca.

En muchos sentidos ésta es la historia más bonita de los evangelios.

(i) Nos habla del dolor y de la angustia de la vida humana. La procesión fúnebre iría precedida por una banda de plañideros profesionales, con flautas y címbalos, lanzando sus gritos y lamentos en un verdadero frenesí; pero todo el dolor inmemorial del mundo se encierra en la austera frase «hijo único de una mujer viuda.» «Nunca se pasa del crepúsculo matutino al vespertino sin que se quiebre de dolor algún corazón.» Como dice Shelley en su lamento por Keats:

 Mientras los cielos estén azules y los campos verdes,

la tarde introduzca a la noche, y la noche espere al mañana;

un mes seguirá a otro con dolor

y un año a otro año con duelo.

 El poeta latino Virgilio dedica una frase inmortal a «las lágrimas de las cosas» -sunt lacrimae rerum. Vivimos en un mundo de corazones rotos.

No olvidemos jamás esta gran verdad. El mundo a nuestro derredor está lleno de pesares. Enfermedades, y dolores, y flaquezas, y pobreza, y trabajos, e  incomodidades, abundan por todas partes. Desde un extremo al otro del mundo, las historias de familia están llenas de lágrimas, duelo y dolor. ¿Y de dónde  proviene todo esto? El pecado es la fuente de donde mana. No habría habido lágrimas, ni ansiedades, ni enfermedades, ni muertes, ni funerales en la tierra, si  no hubiera habido pecado. Debemos sufrir con paciencia este estado de cosas. No podemos alterarlo. Demos gracias a Dios porque en el Evangelio se ofrece  el remedio, y porque esta vida no es el fin de nuestra existencia. Pero entre tanto, atribuyamos el mal a su verdadero origen: al pecado.

¡Cuánto no deberíamos aborrecer el pecado! En vez de amarlo, de apegarnos á el, de acariciarlo, y de disimular su fealdad, debemos aborrecerlo con  aversión implacable. El pecado es el azote y plaga de este mundo. No hagamos paz con él Hagámosle guerra sin tregua. Es "la cosa abominable que Dios  aborrece." Feliz aquel que ama a Dios, y puede decir: "Aborrezco lo malo." Rom_12:9.

Estos versículos nos enseñan así mismo cuan compasivo es el corazón de nuestro Señor Jesucristo. Su conducta en el entierro de Nain nos lo da a conocer.

A Jesús se le conmovió el corazón. No hay una palabra más fuerte en griego para la compasión que la que una y otra vez se aplica en los evangelios a Jesús (Mat_14:14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. ; Mat_15:32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. ; Mat_20:34 Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.  ; Mar_1:41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.  ; Mar_8:2 Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer).

Para el mundo antiguo esto tiene que haber sido sumamente sorprendente. La filosofía más noble de la antigüedad era el estoicismo, y los estoicos creían que la característica principal de Dios era la apatía, la incapacidad para sentir. Y lo razonaban diciendo que, si alguien puede hacer que otro esté triste o apesadumbrado, alegre o gozoso, eso quiere decir que, al menos por un momento, puede influir en el otro, es mayor que él. Ahora bien, nadie puede ser mayor que Dios; por tanto, nadie puede producirle a Dios un sentimiento; por tanto, Dios es incapaz de sentir.

Pero aquí se le presentaba al hombre antiguo la sorprendente idea de Uno que era el Hijo de Dios, cuyo corazón se conmovía  de piedad. La frase del profeta de que «en toda angustia de ellos Él fue angustiado» se cumple en el Hijo de Dios hecho « En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedadIsaías 63:9;   Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” Isaías 53:3   

Para muchos de nosotros esa es la Revelación más preciosa del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo nunca varía: es el mismo ayer, hoy, y siempre. Su corazón es aún tan tierno como cuando estaba en la tierra. Su compasión hacia  los que sufren es todavía tan fuerte como entonces. Tengamos esto presente, y sírvanos de consuelo. No hay amigo que pueda compararse a Cristo. En todos  nuestros días de tristeza, que deben necesariamente ser muchos, acudamos primeramente a Jesús, el Hijo de Dios, por consuelo. Él nunca nos abandonará,  nunca nos dejará burlados, nunca rehusará tomar interés en nuestros pesares. Aún vive Aquel que hizo rebosar de gozo el corazón de la viuda de Nain. Vive  aún para recibir a todos los cargados y agobiados que vengan á El con fe. Vive aún para consolar a los de corazón quebrantado, y ser un Amigo más  afectuoso que un hermano. Y vive para hacer algún día cosas mayores que estas: vive para aparecerse otra vez a los creyentes, para enjugar todas sus  lágrimas, y que no lloren más.

A la compasión de Jesús añade Lucas el omnipotente poder de nuestro Señor Jesucristo. Jesús fue y tocó el féretro. No sería un ataúd, porque no se usaban entonces, sino una especie de espuerta suficientemente grande para llevar el cadáver a la tumba. Fue un momento dramático; como dice un gran comentarista, «Jesús reclamó para sí al que la muerte había asido como su presa.» Jesús no es sólo el Señor de la vida; es también el Señor de la muerte, porque la ha vencido y ha triunfado del sepulcro, y ha prometido que: Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. (Juan_14:19).

  De esto no podemos pedir prueba más patente que el milagro ya  citado. Con unas pocas palabras vuelve a la vida a un hombre. Habla a un cadáver helado, y al momento este se torna en persona viviente. En un instante, en  un abrir y cerrar de ojos, las células del corazón, los pulmones, el cerebro, los sentidos, reinician sus operaciones y desempeñan sus funciones. Joven, a ti te digo, levántate  Ordenó Jesús,   “Esta voz fue una voz poderosa. Al instante se incorporó el muerto, y empezó a hablar.

Este gran milagro confirma la certeza de un hecho solemne: la resurrección universal. El mismo Jesús que resucitó entonces a un muerto, resucitará a todo el  género humano en el último día. " No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” Juan_5:28-29. Cuando suene la trompeta y Cristo mande, no habrá lugar a negativa o fuga.

Todos tienen que comparecer ante su tribunal en sus propios cuerpos. Todos serán juzgados según sus obras.

Vemos, además, en este gran milagro un emblema viviente del poder de Cristo para dar vida a los muertos en el pecado. Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Juan_5:21. Él puede tornar a nueva vida almas ya muertas en vanidad mundana y en pecado. Él puede decir a corazones que ya parecen  corrompidos y sin vida: " Levantaos al arrepentimiento y vivid en el servicio de Dios." No desesperemos nunca del bien de alma alguna. Oremos por  nuestros hijos, y no nos desalentemos. Por mucho tiempo puede parecer que los jóvenes de ambos sexos están siguiendo el camino que conduce a la  perdición. Más continuemos orando. Quién puede decir que Aquel que encontró el entierro a las puertas de Nain, no pueda aún venir hacia nuestros hijos no  convertidos y decir con autoridad omnipotente, " A ti te digo, levántate." Para Cristo nada es imposible.

Antes de terminar este pasaje meditemos con solemnidad en lo que está anunciado para el último día. Se nos refiere que todos fueron sobrecogidos de temor  cuando fue resucitado el muchacho. ¿Cuáles serán pues las emociones del género humano cuando todos los muertos se levanten simultáneamente? El que no se haya convertido puede temer con razón la llegada de ese día, pues no está preparado para encontrar a Dios. Más el verdadero cristiano nada tiene que  temer; puede descender al sepulcro con calma y tranquilidad. Por la fe en Cristo ha sido justificado y santificado, y cuando resucite contemplará a Dios sin  temor.

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