} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 2; 41-52

jueves, 9 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 2; 41-52

 

Capítulo 2; 41-52

 41  Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;

 42  y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.

 43  Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.

 44  Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;

 45  pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

 46  Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

 47  Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

 48  Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

 49  Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

 50  Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.

 51  Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

 52  Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

 

            Este es un pasaje muy importante de los evangelios. La ley establecía que todo judío adulto que viviera a no más de veinticinco kilómetros de Jerusalén tenía que asistir a la Pascua. De hecho, todos los judíos que vivían más lejos querían ir a la fiesta por lo menos una vez en la vida.

Estos versículos deben ser siempre muy interesantes para todo lector de la Biblia. Ellos contienen el único hecho que sabemos relativamente a los primeros  treinta años de la vida de nuestro Señor Jesucristo, después de su infancia. ¡Cuántas cosas no quisiera saber el cristiano sobre los acontecimientos de esos  treinta años, y la historia diaria de la casa de Nazaret! Más no tenemos razón para dudar que sea por sabios motivos que la Escritura no dice nada sobre este  punto. Si nos hubiera convenido saber más, se nos habría revelado.

Primeramente notemos que este pasaje enseña una lección a todos los casados. Tenérnosla a la vista en la conducta de José y María en él descrita. Se nos dice  que "iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua." Honraban con regularidad los establecidos por Dios. La distancia de  Nazaret a Jerusalén era grande. El viaje, para gente pobre sin ningunos medios de trasporte, era, sin duda, molesto y fatigoso. Dejar la casa y el país por diez o  quince días no era factible con poco gasto. Más Dios había dado un precepto a Israel, y José y María lo obedecían estrictamente. Dios había establecido el  estatuto para su bien espiritual, y ellos lo observaban con puntualidad; y todo cuanto hacían concerniente a la Pascua, lo hacían de común acuerdo: cuando  subían a la fiesta, subían siempre juntos.

Así deben conducirse los cónyuges cristianos. Deben ayudarse mutuamente en los asuntos espirituales, y mutuamente alentarse a perseverar en el servicio de  Dios. Bien que el matrimonio no es sacramento como erróneamente lo asevera la iglesia Romana. Más el matrimonio es el estado que ejerce mayor influjo en  el alma de los que lo adoptan: contribuye a elevarlos o a degradarlos; aproximarlos más al cielo o los acerca más al infierno. Nuestra conducta depende mucho  de la de las personas con quienes nos asociamos. Nuestros caracteres se amoldan insensiblemente a los de las personas con quienes vivimos. De ninguno es  esto tan como de los casados. El marido y la mujer obran de continuo en mutuo provecho o en mutuo perjuicio de sus almas.

Que mediten bien sobre estas cosas todos los que están casados o piensan casarse. Que acaten el ejemplo de José y María, y resuelvan imitarlos. Que oren  juntos, lean la Biblia juntos, vayan juntos a la casa de Dios, y juntos conversen sobre materias espirituales. Sobre todo que se abstengan de poner obstáculos  delante de sí, y de desalentarse en el camino que cada uno siga en asuntos religiosos. Felices los maridos que digan a sus mujeres lo que Elcana dijo a Ana:  "Haz lo que bien te pareciere." Felices las mujeres que digan a sus maridos lo que Lia y Raquel dijeron a Jacob: "Haz pues todo lo que Dios te ha dicho." 1  Sam. 1.23; Gen. 21.16.

Un joven judío alcanzaba la mayoría de edad a los doce años. Entonces llegaba a ser hijo de la ley, y tenía que cumplir todas las obligaciones que imponía la ley. Es posible que Jesús fuera entonces a Jerusalén por primera vez. Podemos figurarnos la impresión que le harían la santa ciudad, el templo y todas las ceremonias sagradas.

Cuando sus padres iniciaron la vuelta, Jesús se quedó atrás. No fue por descuido por lo que no le echaron de menos. Lo corriente era que las mujeres de la caravana se pusieran en camino bastante antes que los hombres, porque iban más despacio. Los hombres salían después, y las alcanzaban donde habían decidido pasar la noche. Esta era probablemente la primera Pascua de Jesús, y lo más probable es que José pensara que estaba con María, y viceversa, así es que no se dieron cuenta de que faltaba hasta que llegaron al campamento de la tarde.

Como no le encontraron entre los parientes y vecinos, se volvieron a Jerusalén. En el tiempo de la Pascua el sanedrín tenía costumbre de reunirse en los atrios del templo para discutir cuestiones teológicas en presencia de todos los que quisieran escuchar. Y fue allí donde encontraron a Jesús sus padres. Escuchar y hacer preguntas era la manera en que los judíos expresaban la relación de los alumnos que aprendían de sus maestros. Jesús estaba escuchando las discusiones y mostrando mucho interés en conocer y comprender, como ávido estudiante.

Por espacio de cuatro días estuvo lejos de María y de José. Durante tres días "le buscaron con dolor,"  ignorando lo que le habría sobrevenido. ¿Quién puede concebir la ansiedad de tal madre por la pérdida de tal hijo? ¿Y dónde lo encontraron al fin? No  gastando ociosamente el tiempo, o haciendo daño, como hacen muchos muchachos de doce años; no en compañía vana e inútil: "Lo hallaron en el templo de  Dios; sentado en medio " de los doctores de Judea, "oyéndoles" lo que tenían que decir, y haciéndoles preguntas sobre cosas que deseaba se le explicasen.

Así deben conducirse los niños de las familias cristianas. Deben ser juiciosos y hacerse acreedores a la confianza de sus padres, tanto en la ausencia de estos  como en su presencia. Deben buscar la compañía de los sabios y prudentes, y valerse de todas las oportunidades que se les presenten para adquirir  conocimientos espirituales, antes de que los cuidados de la vida los abrumen, y en tanto que sus memorias están frescas y vigorosas.

Que mediten bien estas cosas los niños cristianos, e imiten el ejemplo que les presentó Jesús, cuando tenía solo doce años. Que tengan presente, que si tienen  suficiente edad para obrar mal, también la tienen para obrar bien; y que si pueden usar internet, también pueden orar y leer sus Biblias. Que tengan presente,  que, aunque sean niños, son responsables para con Dios, y que escrito está: Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Gen. 21.17. ¡Felices, en verdad, aquellas  familias en las cuales los niños "buscan a Dios desde sus primeros años," y no hacen derramar lágrimas a sus padres! ¡Felices los que puedan decir respecto de  sus niños, cuando separados de ellos: "Yo confió en que mis hijos no pecarán intencionalmente."!

Y ahora viene uno de los pasajes clave de la vida de Jesús. En él leemos las palabras solemnes que  nuestro Señor dirigió a su madre María, cuando esta le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho así?" ¿"No sabíais?," fue la respuesta, ¿"que en los negocios que  son de mi padre, conviene estar?" No hay duda que en esta respuesta iba implícita una suave censura. Jesús quiso recordar a su madre, que él no era una  persona ordinaria, y que había venido al mundo a ejecutar una obra nada común. Quiso así dar a entender a su madre que se estaba olvidando insensiblemente  que él había venido al mundo de una manera extraordinaria, y que no podía esperar que él siempre viviese tranquilamente en Nazaret. Fue una admonición  solemne de que, como Dios, tenía un Padre en el cielo, y que la obra de este Padre celestial exigía primeramente su atención.

Fijémonos con cuánta cortesía, pero también con cuánta claridad Jesús toma el nombre de padre que María ha usado refiriéndose a José, y se lo aplica a Dios. En algún momento Jesús tiene que haber descubierto su relación única y exclusiva con Dios. No podía saberlo cuando era un bebé acostado en el pesebre, o en los brazos de su madre. Pero conforme avanzaban los años, Jesús pensaría; y en aquella primera Pascua, en la aurora de la mayoría de edad, manifestó que ya se había dado cuenta de que era el Hijo de Dios en un sentido único y exclusivo.

En este relato podemos ver que Jesús ya sabía quién era. Pero, fijémonos en que el descubrimiento no le hizo orgulloso, ni mirar por encima del hombro a sus humildes padres terrenales, la gentil María y el laborioso José. «Jesús volvió con ellos a Nazaret, y los obedecía en todo.»  

 Estas palabras debieran penetrar profundamente en los corazones de todos los cristianos. Así tendrían estos un signo al cual dirigir los ojos en las horas de  extravío, una piedra de toque con la cual podrían examinar su conducta cada día de su vida.

Estas palabras debieran animarnos en nuestro desaliento, y contenernos cuando nos sintamos inclinados a volver al mundo. ¿Nos ocupamos de los asuntos de  nuestro Padre? ¿Estamos siguiendo las huellas de Jesucristo?" Tales preguntas parecerán muchas veces humillantes, y nos harán avergonzar a nuestros propios  ojos; más ellas son eminentemente provechosas para nuestras almas. Nunca se encuentra una iglesia en tan próspero estado cuando sus miembros tienen miras  elevadas, y se esfuerzan ser en todo semejantes a Cristo.

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