} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 5; 17-26

jueves, 23 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 5; 17-26


Capítulo 5; 17-26

 17  Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.

 18  Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.

 19  Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.

 20  Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

 21  Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

 22  Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?

 23  ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

 24  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

 25  Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.

 26  Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.

 

Aquí tenemos un relato que es todo un cuadro. Jesús estaba enseñando en una casa. Las casas de Palestina tenían terraza, con un mínimo de inclinación para que cayera el agua de la lluvia. La techumbre estaba formada por vigas que iban de lado a lado a corta distancia, con cañizo y cuerdas y cubierta con una capa de aislante. Era lo más fácil del mundo el quitar el relleno entre dos vigas. De hecho, los ataúdes se metían y sacaban muchas veces por el techo.

Tres milagros en uno llaman nuestra atención en estos versículos. Vemos a nuestro Señor a la vez perdonando pecados, leyendo los pensamientos de los  hombres, y sanando a un paralítico. Aquel que pudo hacer cosas tales, y hacerlas con tal facilidad, autoridad perfección, debió ser realmente el verdadero  Dios. Ningún hombre poseyó jamás poder semejante.

Notemos en primer lugar qué incomodidades se toman los hombres para lograr lo que pretenden, cuando de veras lo desean. Los amigos del paralítico  deseaban traerlo a Jesús para que pudiera ser curado. Al principio no pudieron lograr su intento por causa del gentío que rodeaba a Jesús. ¿Qué hicieron  entonces? Subieron al terrado, y haciendo una abertura en el techo, le descolgaron con su camilla por entre el tejado, y lo pusieron en medio, delante de Jesús.

De este modo los amigos del paciente consiguieron llamar la atención de nuestro Señor hacia él, y la curación se efectuó. Con incomodidades, trabajo y  perseverancia, sus amigos salieron bien de la empresa.

Cuánto se consigue por medio de incomodidades y trabajos es cosa que vemos a cualquier lado que tornemos la vista. En cada profesión, en cada carrera, en  cada oficio, vemos que el trabajo es el gran secreto del buen éxito. No es por la suerte o por casualidad que los hombres prosperan, sino porque trabajan con  ahínco. Los banqueros y comerciantes honrados no adquieren grandes fortunas sin incomodidad y consagración. Los abogados y médicos no consiguen clientela sin  aplicación y estudio. Este es un principio que los hijos de este mundo entienden bien. Una de sus máximas favoritas es, "El que algo quiere, algo le cuesta...

Y estemos persuadidos que el trabajo y la aplicación son exactamente tan esenciales al bienestar y prosperidad de nuestras almas, como lo son al de nuestros  cuerpos. En todos nuestros esfuerzos para acercarnos a Dios, para allegarnos a Cristo, debemos tener una resolución tan firme como la que desplegaron los  amigos del paralítico. Debemos evitar que dificultad alguna nos detenga o que algún obstáculo nos impida hacer algo que sea realmente para nuestro bien  espiritual. Es preciso, especialmente, que tengamos esto presente relativamente al deber de leer la Biblia con regularidad, oír el Evangelio, obedecerlo, guardar el  domingo, y orar en secreto. En todos estos puntos es preciso huyamos de la indolencia y del ánimo de los que inventan disculpas. La necesidad es  madre de la industria. Si no podemos conservar estos hábitos de un modo, busquemos otro. Pero es preciso fijar en nuestras mentes, que de una manera u otra  tenemos que cumplir nuestro deber. La salud de nuestras almas está en peligro. Sean cuales fueren las dificultades, es preciso abrirnos paso por en medio de  ellas. Si los hijos de este mundo se afanan tanto por una corona corruptible, ¿cuánto más debemos afanarnos nosotros por una que es incorruptible?  ¿Por qué es que tanta gente se afana tan poco por la religión? ¿Cómo es que nunca tienen tiempo para orar, leer la Biblia y oír el Evangelio? ¿Cuál es el  secreto de su continua serie de disculpas para descuidar los medios de gracia? ¿Cómo es que los mismos hombres que están llenos de celo en lo tocante a  dinero, negocios, placeres o política, no se inquietan acerca de sus almas? La respuesta a estas preguntas es breve y a la vez sencilla. Estos hombres no  piensan seriamente en la salvación; no sienten la enfermedad espiritual; no experimentan interiormente la necesidad del Médico Espiritual; no saben que sus  almas están en peligro de perecer eternamente; y juzgan que no hay para que inquietar acerca de la religión. En tal ignorancia millares viven y mueren.

¡Felices son, en verdad, los que han descubierto su peligro, y estiman todas cosas por perdidas, si pueden ganar a Cristo, y ser hallados con él!

 Notemos en segundo lugar cuán grande es la bondad y compasión de nuestro Señor Jesucristo. Dos veces en este pasaje se nos dice habló cariñosamente al pobre  paciente que trajeron delante de Él. La primera vez le dirigió estas admirables y consoladoras "Hombre, tus pecados te son perdonados." Después añadió  otras palabras, que en punto a consuelo solo ceden el primer a la precedente concesión de perdón. "Levántate," dice, tu cama, y vete a tu casa." Primero le  anuncia la salud del alma después la del cuerpo, y lo llena de júbilo, No perdamos jamás de vista este rasgo del carácter de nuestro Señor. La bondad de Cristo  para con sus elegidos jamás cambia ni decae. Es un manantial perenne de agua vivificante. Comenzó toda desde la eternidad, antes que el hombre fuese  creado. Los escogió, llamó, y vivificó cuando estaban muertos en sus culpas y pecados. Los llevó hacia Dios, y cambió su naturaleza, y renovó sus afectos  y deseos, puso un nuevo cántico en sus labios. Ha sobrellevado todas sus faltas y todos sus extravíos. Nunca los dejará separarse de Dios. El amor y la  misericordia de Cristo: he aquí su única defensa cuando el río de la muerte, y entre en la patria celestial. Procuremos conocer este amor por experiencia  interna, y démosle mayor estimación. Que cada día nos sintamos más dispuestos a vivir, no para nosotros mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por  nosotros.

Notemos en conclusión cuan plenamente nuestro Señor Jesucristo podía penetrar los pensamientos de los hombres. Leemos que cuando los Escribas y los  Fariseos comenzaron a discurrir secretamente entre sí, e imputaron en privado a nuestro Señor el pecado de blasfemia, El conoció sus pensamientos e  intenciones, y los avergonzó en público. Escrito está: "El conoció sus pensamientos." Deberíamos meditar diariamente sobre la gran verdad de que no  podemos tener nada secreto para Jesús. Á él se refiere las palabras de S. Pablo, "todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel, a quien  tenemos que dar cuenta." Heb. 4.13. A Él se refieren también las palabras solemnes del Salmo 139--salmo que todo Cristiano debe estudiar  frecuentemente. No hay una sola palabra en nuestros labios, ni un solo deseo en nuestro corazones, que no sea conocido de Jesús. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Salmo_139:4.

¡Cuánto examen de conciencia no debe despertar en nuestro interior esta gran verdad! ¡Cristo nos está viendo siempre! ¡Cristo nos conoce! ¡Cristo lee  y observa diariamente nuestras acciones, palabras, y pensamientos! El recuerdo de esto debiera alarmar a los malvados, y alejarlos de sus pecados. Su  maldad no puede estar oculta, y algún día será descubierta, a menos que se arrepientan. Esto deberá también atemorizar a los hipócritas. Ellos pueden  engañar al hombre, más no pueden engañar a Cristo. Esto deberá dar vida y animación a todos los sinceros creyentes; si tuvieran siempre presente que su  compasivo Maestro los está mirando, y si procedieran en todo como si estuvieran ante Su vista; y sabiendo que aunque mofados y denigrados por el mundo,  son recta y justamente juzgados por la sabiduría infinita de su Salvador. Ellos pueden decir: Señor, tú sabes todas las cosas, tú sabes que te amo. Jn_21:17.

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