Capítulo 6; 37-42
37 No
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad,
y seréis perdonados.
38 Dad,
y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro
regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
39 Y
les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán
ambos en el hoyo?
40 El
discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado,
será como su maestro.
41 ¿Por
qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga
que está en tu propio ojo?
42 ¿O
cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu
ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la
viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el
ojo de tu hermano.
.
El término griego “juzgar” es la raíz
etimológica de la palabra inglesa/española “criticar”. Parece señalar un
espíritu crítico, analítico y autosuficiente, que juzga con mayor severidad a
los demás que a sí mismo. Enfatiza un tipo de pecado sobre otros. Perdonas sus
propias faltas, pero no las de los demás (II Samuel
12:1-9 Jehová envió a Natán a David; y viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el
otro pobre. 2 El rico tenía numerosas ovejas
y vacas; 3 pero el pobre no tenía más
que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con
él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y
durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. 4 Y vino uno de camino al hombre rico; y éste
no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que
había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó
para aquel que había venido a él. 5
Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel
hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. 6 Y debe pagar la cordera con cuatro tantos,
porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. 7
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová,
Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl,
8 y te di la casa de tu señor, y las
mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si
esto fuera poco, te habría añadido mucho más. 9
¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo
delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su
mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón.).
Los cristianos tienen la tendencia a ser
críticos uno del otro. Este versículo se cita frecuentemente para probar que no
deben juzgarse entre sí; pero Mateo 7:5-6, 15; I Corintios 5:1-12; I Juan 4:1-6
demuestran que Jesús asumió que los creyentes debían evaluarse espiritualmente
unos a otros. La actitud y los motivos son la clave ( Gálatas 6:1; Romanos
2:1-11; 14:1-23; Santiago 4:11-12).
¿DEBEN LOS CRISTIANOS JUZGARSE EL UNO AL OTRO?
Este
asunto debe ser abordado desde dos puntos de vista: En primer lugar, los
cristianos son exhortados a no jugarse el uno al otro (Mateo 7:1-5; Lucas 6:37,
42; Romanos 2:1-11; Santiago 4:11-12). Sin embargo, también son exhortados a
evaluar a sus líderes (Mateo 7:6, 15-16; I Corintios 14:29; I Tesalonicenses
5:21; I Timoteo 3:1-13; I Juan 4:1-6).
Algunos criterios para una buena evaluación
que pueden ser útiles:
1. La evaluación debe tener como objetivo
certificar (I Juan 4:1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el
mundo. “prueba”, con la intención de aprobar).
2. La evaluación debe ser hecha con humildad y
amabilidad (Gálatas 6:1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta,
vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.).
3. La evaluación no debe enfocarse en asuntos
de preferencia personal (Romanos 14:1-23; I Corintios 8:1-13; 10:23-33).
4. La evaluación debe identificar a aquellos
líderes que consideran que “no hay lugar para la crítica” dentro de la Iglesia
y la comunidad (I Timoteo 3 ).
Cuando Jesús hablaba así, como lo hizo tan frecuentemente en el Sermón
del Monte, estaba usando palabras e ideas familiares en los pensamientos
elevados de los judíos. Muchas veces los rabinos habían advertido del peligro
de juzgar a los demás. "El que juzga a su prójimo favorablemente –decían será
juzgado favorablemente por Dios.» Establecían que había seis grandes buenas
obras que le daban crédito a una persona en este mundo y provecho en el mundo
venidero: el estudio, el visitar a los enfermos, la hospitalidad, la práctica
de la oración, la educación de niños en la Ley, y el pensar siempre lo mejor de
los demás. Los judíos sabían que la benevolencia en el juicio es, además de un
gesto sumamente simpático, nada menos que un deber sagrado.
Uno habría creído que éste sería un
mandamiento fácil de obedecer, porque la Historia está alfombrada de recuerdos
de los más sorprendentes errores de juicio. Ha habido tantos que se habría
podido pensar que esto sería una advertencia para no juzgar en absoluto.
Una y otra vez, hombres y mujeres que han
llegado a ser famosos han sido tratados como nulidades. En su autobiografía,
Gilbert Frankau cuenta que, en tiempos de la Reina Victoria, la casa de su
madre tenía un salón donde se reunían las personas más brillantes. Su madre se
encargaba de programar el entretenimiento de sus huéspedes. Una vez contrató a
una joven soprano australiana. Después que cantó, la madre de Frankau dijo:
"¡Qué voz tan horrible! ¡Habría que ponerle un bozal para que no volviera
a cantar más!» La joven soprano era Nellie Melba.
El propio Gilbert Frankau estaba montando una
comedia. Mandó buscar en una agencia teatral un joven actor que hiciera el
papel principal. El joven fue sometido a una entrevista y a una prueba.
Después, Gilbert Frankau le dijo por teléfono al agente: «Este hombre no vale
para nada. No sabe actuar, y nunca podrá actuar, y lo mejor que puedes hacer es
decirle que se busque otra profesión para no morirse de hambre. Por cierto,
dime otra vez su nombre para que lo tache de mi lista.» El actor era Ronald
Colman, que llegó a ser uno de los más famosos actores de cine de todos los
tiempos.
Una y otra vez ha habido personas que han
cometido los más flagrantes errores morales de juicio. Collie Knox cuenta lo
que les sucedió a él y a un amigo. Él había quedado malherido en un accidente
aéreo mientras servía en las fuerzas aéreas británicas. Su amigo había recibido
una condecoración en el palacio de Buckingham por su valor. Iban vestidos
corrientemente y estaban comiendo juntos en un famoso restaurante de Londres,
cuando llegó una chica y le dio a cada uno una pluma blanca -el emblema de la
cobardía.
Será difícil encontrar alguien que no haya
sido culpable de algún grave juicio erróneo; o que lo haya sufrido de otras
personas. Y sin embargo, lo raro es que no habrá otro mandamiento de Jesús que
se olvide o quebrante con más frecuencia.
Hay tres grandes razones para no juzgar a
nadie.
(i) Nunca
conocemos totalmente los hechos o a la persona.
Hace mucho, el famoso rabí Hillel dijo: «No
juzgues a nadie hasta que hayas estado tú en sus mismas circunstancias o
situación." Nadie conoce la fuerza de la tentaciones de otro. Uno que
tenga un temperamento plácido y equilibrado no sabe nada de las tentaciones de
otro que tenga un genio explosivo y unas pasiones volcánicas. Una persona que
se haya criado en un buen hogar y en círculos cristianos no sabe nada de las
tentaciones de la que se ha criado en una chabola, o entre gente del hampa. Un
hombre que haya tenido buenos padres no sabe nada de las tentaciones del que ha
recibido de los suyos un mal ejemplo y una mala herencia. El hecho es que, si
supiéramos lo que algunas personas tienen que pasar, en vez de condenarlas, nos
admiraría el que hubieran conseguido ser tan buenas como son.
Y todavía conocemos menos a la persona total.
En un cúmulo de circunstancias, una persona puede ser vulgar y desagradable,
mientras que en otro entorno esa misma persona sería una torre de gracia y
fortaleza. Mark Rutherford nos presenta en una de sus novelas a un hombre que
se casó por segunda vez. Su mujer también había estado casada antes, y tenía
una hija adolescente. La hija parecía una criatura desagradable, sin una pizca
de atractivo. El hombre no la podía entender. Entonces, inesperadamente, la
madre se puso enferma. Inmediatamente se produjo una transformación en la hija.
Se convirtió en una perfecta enfermera, la encarnación del servicio y de la
devoción incansable. Su hosquedad se iluminó repentinamente con un fulgor
radiante, y apareció en ella una persona que nadie habría soñado que estuviera
allí.
Hay una clase de cristal, el espato de
labrador que, a primera vista está turbio y sin brillo; pero si se va moviendo
poco a poco, se llega de pronto a una posición en la que la luz le penetra de
cierta manera y centellea con una belleza casi deslumbrante. Hay personas que
son así. Pueden resultar antipáticas simplemente porque no las conocemos del
todo. Hay algo bueno en todo el mundo. Nuestro deber es no condenar ni juzgar
por lo que aparece a la superficie, sino buscar la belleza interior. Eso es lo
que querríamos que los demás hicieran con nosotros, y lo que debemos hacer con
ellos.
(ii) A
todos nos es prácticamente imposible el ser estrictamente imparciales en
nuestros juicios. Una y otra vez presentamos reacciones instintivas e
irracionales con la gente.
Se dice que a veces, cuando los griegos tenían
un juicio particularmente importante y difícil, lo tenían a oscuras para que ni
el juez ni el jurado pudieran ver a la persona que juzgaban, para que no fueran
influenciados nada más que por los Hechos del caso.
Montaigne tiene una historia macabra en uno de
sus ensayos. Hubo un juez persa que había dado un veredicto parcial bajo la
influencia del soborno. Cuando el rey Cambises descubrió lo que había sucedido,
mandó ejecutar al juez. Luego mandó que le quitaran la piel al cadáver para
conservarla; y tapizó con ella el sillón en que se sentaban los Jueces en el
tribunal para dictar sentencia, para que les recordara que no debían permitir
nunca que ningún prejuicio o consideración personal, y menos el cohecho,
afectara jamás sus veredictos.
Sólo una persona totalmente imparcial tendría
derecho a juzgar. No le es posible a la naturaleza humana ser completamente
imparcial. Sólo Dios puede juzgar.
(iii) Pero
fue Jesús Quien estableció la razón suprema por la que no debemos juzgar a los
demás. Nadie es lo bastante bueno para juzgar a otro. Jesús hace la
caricatura de un hombre que tiene una viga metida en un ojo, que se ofrece para
quitarle una mota de polvo que tiene otro en el ojo. El humor de esa escena
provocaría una carcajada que grabaría la lección indeleblemente. ¿Y por qué miras la paja? Καρφος podría
traducirse como astilla: porque astilla tiene una analogía con la viga, pero la
mota no. Preferiría esta palabra (que ha sido adoptada por algunos eruditos)
con la autoridad de Hesiquio, quien es un anfitrión en tales asuntos; Καρφος,
κεραια ξυλου λεπτη, Karphos es una delgada pieza de madera, una astilla. A
menudo sucede que las fallas que consideramos como la primera enormidad en
otros son, para nuestras propias iniquidades, como una astilla cuando se
compara con una gran viga. Por un lado, el amor propio nos ciega a nosotros
mismos; y, por el otro, la envidia y la malicia nos dan una mirada penetrante
hacia los demás. Cuando tengamos tanto celo por corregirnos a nosotros mismos,
como tengamos la inclinación de reprender y corregir a los demás, conoceremos
nuestros propios defectos mejor que ahora los de nuestro prójimo.
Sólo uno que no tuviera ninguna falta tendría
derecho a buscarles a los demás las suyas. Nadie tiene derecho de criticar a
otro a menos que por lo menos esté preparado a intentar hacer mejor lo que
critica. En todos los partidos de fútbol o del deporte que sea están las gradas
llenas de críticos violentos que harían un pobre papel si bajaran al terreno de
juego. Todas las asociaciones y todas las iglesias están llenas de personas
dispuestas a criticar desde sus puestos, y aun sillones, de miembros, pero que
no están dispuestos a asumir ninguna responsabilidad. El mundo está lleno de
personas que reclaman su derecho a criticarlo todo y a mantener su
independencia cuando se trata de arrimar el hombro.
Nadie tiene derecho a criticar a otro si no
está dispuesto a ponerse en la misma situación. No hay nadie que sea
suficientemente bueno para tener derecho a criticar a otros. Cómo actuamos con los demás es la evidencia de
nuestra relación con Dios. Cosechemos lo que sembramos.
Tenemos de sobra que hacer para poner en orden
cada uno su propia vida sin ponernos a ordenar criticonamente las de los demás.
Haríamos bien en concentrarnos en nuestros propios defectos, y dejarle a Dios
los de los demás. “¡Cuán grande es la bondad de Dios, al estar tan dispuesto a
poner nuestro juicio en nuestras propias manos como para comprometerse a no
entrar en juicio con nosotros, siempre que no usurpamos el derecho que le
pertenece únicamente a él en referencia a otros! "
No condenéis - “La misericordia nos inclinará
siempre a no condenar sin misericordia a aquellos cuyas faltas son ciertas y
visibles; atenuarlos, disimularlos y disculparlos tanto como podamos sin
perjuicio de la verdad y la justicia; y estar lejos de agravar, divulgar o
incluso desear que sean castigados ”.
Perdonar: la misericordia y la compasión que
Dios recomienda se extienden al perdón de todas las heridas que hemos recibido
o podemos recibir. Imitar en esto la misericordia de Dios no es un mero
consejo; ya que se propone como un medio necesario, para recibir misericordia.
Lo que el hombre tiene que perdonar en el hombre es casi nada: la deuda del
hombre con Dios es infinita. ¡Y quién actúa en este asunto como si quisiera
recibir misericordia de la mano de Dios! El espíritu de venganza está
igualmente desprovisto de fe y razón.
La caridad cristiana no tendrá dificultad en
dar lo que la verdad eterna promete restaurar. Démosle, no por mera generosidad
humana, ni por vanidad, ni por interés, sino por amor a Dios, si queremos que
le rinda cuentas. No existe la verdadera generosidad pura y simple, sino sólo
en Dios; porque no hay nadie más que Él que no se beneficia de sus dones, y
porque se compromete a pagar estas deudas de sus criaturas con un interés
excesivo. Tan grande es la bondad de Dios, que, cuando pudo habernos ordenado
absolutamente que le demos a nuestro prójimo, se permite invitarnos a este
deber con la perspectiva de una recompensa, e imputarnos eso como un desierto
que ha recibido un derecho a exigirnos
por el título de su soberanía sobre nuestras personas y propiedades.
Los hombres viven en tal estado de unión
social que hace necesaria la ayuda mutua; y como el interés propio, el orgullo
y otras pasiones corruptas se mezclan normalmente en su comercio, no pueden
dejar de ofenderse unos a otros. En la sociedad civil, los hombres deben, para
saborear un poco de tranquilidad, decidir llevar algo de sus vecinos; deben
sufrir, perdonar y renunciar a muchas cosas; sin hacer lo cual deben vivir en
tal estado de continua agitación que hará que la vida misma sea insoportable.
Sin este espíritu de generosidad y perdón no habrá nada en la sociedad civil, e
incluso en las congregaciones cristianas, sino divisiones, malas conjeturas,
discursos injuriosos, ultrajes, ira, venganza y, en una palabra, una total
disolución del cuerpo místico de Cristo. Por lo tanto, nuestro interés en ambos
mundos nos llama en voz alta a Dar y Perdonar.
Casi todas las naciones antiguas vestían ropas
largas, anchas y sueltas; y cuando estaban a punto de llevar cualquier cosa que
sus manos no pudieran contener, usaban un pliegue de su túnica casi de la misma
manera que las mujeres aquí usan sus delantales. La frase aparece continuamente
en los mejores y más puros escritores griegos. El siguiente ejemplo de
Herodoto, b. vi., puede ser suficiente para mostrar la corrección de la
interpretación dada anteriormente y para exponer la naturaleza ridícula de la
codicia. “Cuando Creso le había prometido a Alcmeón todo el oro que pudiera
llevar sobre su cuerpo de una vez, para mejorar la generosidad del rey de la
mejor manera, se puso una túnica muy ancha, (κιθωνα μεγαν), dejando un gran
espacio en el seno, κολπον βαθυν, y se basó en los buskins más grandes que pudo
encontrar. Siendo conducido al tesoro, se sentó sobre un gran montón de oro, y
primero llenó los buskins alrededor de sus piernas con todo el oro que pudieron
contener, y habiendo llenado todo su seno, κολπον, cargó su cabello con
lingotes, y se metió varios pedazos en la boca, salió del tesoro, etc. "
¡Qué figura tan ridícula debe haber portado este pobre pecador, tan cargado de
oro y de amor al dinero! Vemos muchos otros ejemplos en Salm_129: 7 De la cual no
llenó el segador su mano, Ni sus brazos el que hace gavillas.; Pro_6: 27 ¿Tomará el
hombre fuego en su seno Sin que sus
vestidos ardan? ; Pro_17: 23 El impío toma
soborno del seno Para pervertir las sendas de la justicia..
La misma medida que medís, se os volverá a
medir - Las mismas palabras que encontramos en el Targum de Jerusalén en Gen_38: 26. Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que
yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció. Nuestro Señor, por tanto, establece una máxima que ellos mismos
permitieron.
¿Pueden los ciegos guiar a los ciegos? - Esto
parece haber sido un proverbio general, y significa que un hombre no puede
enseñar lo que no comprende. Esto es estrictamente cierto en asuntos
espirituales. Un hombre que no está iluminado desde arriba es completamente
incapaz de juzgar sobre las cosas espirituales y completamente incapaz de ser
un guía para los demás. ¿Es posible que una persona envuelta en la más densa
oscuridad se atreva a juzgar el estado de los demás o intente conducirlos por
ese camino que ignora por completo? Si lo hace, ¿no debe ser temerario su
juicio y necedad su enseñanza? - ¿Y no pone en peligro su propia alma, y corre
el riesgo de caer él mismo en el foso de la perdición, junto con los
desdichados objetos de su instrucción religiosa?
Cada uno que sea perfecto - O, bien instruido,
κατηρτισμενος: - de καταρτιζω, para ajustar, adaptar, tejer, restaurar o
ensamblar. Los escritores médicos griegos utilizan el sustantivo para
significar la reducción de un miembro luxado o desarticulado. A veces significa
reparar, y en este sentido se aplica a redes rotas, Mat_4:
21; Pasando de
allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en
la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Mar_1: 19; Pasando de allí un poco más adelante, vio a
Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que
remendaban las redes. pero en este lugar, y en Heb_13:
21 os
haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en
vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.; 2Ti_3:
17, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra. significa instrucción e
información completas. Todo aquel que esté completamente instruido en las cosas
divinas, que tenga el corazón unido a Dios, cuyos temperamentos y pasiones
desordenados sean purificados y restaurados a la armonía y el orden; todo aquel
que tiene en él la mente que estaba en Cristo, aunque no puede estar arriba,
será como su maestro: santo, inocente, sin mancha y apartado de los pecadores.
“El discípulo que comprende perfectamente las
reglas y ve el ejemplo de su maestro, pensará que es su deber seguir
exactamente sus pasos, hacer y sufrir en ocasiones similares, como lo hizo su
maestro: y así será como su maestro. "
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