Capítulo 1; 67-80
67 Y Zacarías su
padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor
Dios de Israel,
Que ha visitado y
redimido a su pueblo,
69 Y nos levantó un
poderoso Salvador
En la casa de David
su siervo,
70 Como habló por
boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
71 Salvación de
nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
72 Para hacer
misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su
santo pacto;
73 Del juramento que
hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de
conceder
74 Que, librados de
nuestros enemigos,
Sin temor le
serviríamos
75 En santidad y en
justicia delante de él, todos nuestros días.
76 Y tú, niño,
profeta del Altísimo serás llamado;
Porque irás delante
de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
77 Para dar
conocimiento de salvación a su pueblo,
Para perdón de sus
pecados,
78 Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó
desde lo alto la aurora,
79 Para dar luz a los
que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar
nuestros pies por camino de paz.
80 Y el niño crecía,
y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su
manifestación a Israel.
Otra alabanza llama nuestra atención en
estos versículos. Hemos leído la acción de gracias de María, la madre de
nuestro Señor. Leamos ahora la acción de
gracias de Zacarías, el padre de Juan el Bautista. Hemos oído qué alabanzas
salieron de los labios de la Virgen de Judá, con motivo de la primera venida de Cristo. Oigamos ahora que alabanza
pronunció con el mismo motivo un sacerdote anciano. Zacarías tuvo una gran
visión de la misión de su hijo. Le reconoció como el profeta y precursor que
había de preparar el camino del Señor. Todos los judíos devotos esperaban y
anhelaban el día en que había de venir el Mesías, el Rey ungido por Dios. La
mayor parte de ellos creían que, antes de que viniera, un precursor anunciaría
su llegada y le prepararía el camino. La creencia más general era que Elías
volvería a la Tierra con esta misión (Mal_4:5 He
aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y
terrible.). Zacarías vio en su hijo
al que prepararía el camino para el Rey ungido por Dios. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, agradeció al
“Señor, Dios de Israel” por enviar a Su Mesías prometido. El ministerio de
preparación de Juan tuvo un triple propósito:
1. Para enfatizar el sentido espiritual de la
necesidad ( bautismo de arrepentimiento)
2. Para dar a conocer la salvación (arrepentimiento
y fe) producto de la misericordia de Dios a través de su Mesías, como la
provisión de la pronta venida del Señor (Lucas 1:15 porque
será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo, aun desde el vientre de su madre.)
3. Tener la vista puesta en Jesús (Juan 1:29-37).
Juan no podía traer la salvación por medio del perdón de pecados, pero apunta
hacia alguien que sí puede y lo hará –Jesús de Nazaret-.
En esta misma sección, también aparecen en un Salmo
de agradecimiento a YHWH por la salvación que trajo en Su Mesías.
Estos versículos nos dan una gran descripción del camino del
Evangelio:
(i) La
preparación. Todo en la vida es una preparación que nos conduce a Cristo.
Cuando Walter Scott era joven, su sueño era ser soldado. Pero tuvo un accidente
que le dejó ligeramente cojo, por lo que tuvo que renunciar a ese sueño. Se
aficionó a leer viejas historias y novelas escocesas, y así llegó a ser uno de
los más grandes novelistas de la literatura universal. En la
vida Dios está haciendo que todo contribuya a llevarnos a Cristo.
(ii) El
conocimiento. La pura verdad es que nadie sabía cómo es Dios hasta que vino
Jesús a decírnoslo. Los griegos hablaban de un dios impasible, por encima
de la alegría y del dolor, observando a los humanos con tranquila indiferencia.
No se esperaba su ayuda. Los judíos tenían un Dios exigente, que imponía una
ley y cuya función era la del juez. Aquello no producía más que terror. Jesús
vino para decirnos que Dios es amor, y la gente sólo podía decir con sorpresa y
encanto: "¡Nunca nos habríamos imaginado que Dios era así!» Uno de los
grandes propósitos de la Encarnación fue traer a la humanidad el conocimiento
de Dios.
(iii) El
perdón. Una cosa debemos tener clara a este respecto: no se trata tanto de remitir
el castigo como de restablecer la relación. Nada nos puede librar de
ciertas consecuencias de nuestros pecados. No se puede retrasar el reloj, pero
el alejamiento de Dios se convierte en amistad, el Dios distante se hace
cercano, y el Dios temido es ahora el Dios que nos ama.
(iv) Andar
por los caminos de la paz. Paz en hebreo no quiere decir solamente ausencia
de guerra, sino todo lo que comprende el sumo bien del hombre. Y por medio de
Cristo se le capacita al hombre- para andar por los caminos que conducen a todo
lo que significa vida, y ya no a todo lo que significa muerte.
Debemos notar, en este himno de alabanza, cuanta
importancia da Zacarías al cumplimiento de las promesas de Dice que Dios "
visitó e hizo redención a su pueblo
"--habla de ello al estilo de los profetas como cosa ya ejecutada; porque
su verificación es segura. Continúa proclamando por medio de quien se ha de llevar a cabo esta
redención--por medio de "un cuerno de salvación "--un Salvador
poderoso de la casa de David. Y después
añade, que todo está hecho " como El habló por boca de sus santos
profetas--para cumplir la misericordia prometida--acordándose de su santo concierto del juramento que juró a Abraham
nuestro Padre.
Es claro que las almas de los creyentes del Antiguo
Testamento, se alimentaban mucho de las promesas de Dios. Estaban obligados a
"caminar" por la fe mucho más
que nosotros. Nada sabían de los grandes hechos que nosotros conocemos,
concernientes a la vida, muerte y resurrección de Cristo. Divisaban la redención en el porvenir como cosa
esperada, no vista y el único apoyo de su esperanza era la palabra de Dios. Su
fe bien puede ruborizarnos, muy lejos de
tener en menos a los creyentes del Antiguo Testamento, como algunos se inclinan
a hacerlo, debemos admirarnos de que fueran lo que fueron.
Aprendamos a confiar en las promesas y a asirnos de
ellas como lo hizo Zacarías. No dudemos que toda promesa de Dios hecha a su
pueblo con referencia a los
acontecimientos futuros, se cumplirán con tanta segundad, como toda palabra ya
cumplida en los sucesos pasados. La promesa hace infalible el cumplimiento. El mundo, la carne y el
demonio, jamás prevalecerán contra ninguno de los creyentes. Su absolución en
el último día está asegurada con promesa.
No serán condenados, antes bien se les presentará inmaculados ante el trono del
Padre. Su gloria final está también asegurada con promesa. Es tan seguro que su Salvador vendrá la segunda vez a
congregar a Sus santos y darles la corona de rectitud, como lo es que vino la
primera. Fiémonos firmemente de estas
promesas. Jamás resultarán ser falsas. Dios nunca olvida su palabra. Él no es
hombre para mentir. En cada promesa hay un sello que nunca vio Zacarías: el de la sangre de Cristo que nos
garantiza que lo que Dios ha prometido se cumplirá.
Debemos notar en este himno qué ideas tan claras
tenia Zacarías respecto del reino de Cristo. Él habla de "salvación de
manos de los enemigos," como si
pensase en un reino temporal, y en un libertador temporal que pusiese término
al dominio gentil. Más no se detiene en este punto. Afirma que el del Mesías es un reino en que su
pueblo ha de "servirle sin temor, en santidad y justicia delante de él."
Este reino, aseguró él, estaba próximo. Los
profetas habían predicho hacía mucho tiempo que se establecería algún
día. En el nacimiento de su hijo Juan el Bautista, y el advenimiento cercano de
Cristo, Zacarías veía con certeza la
proximidad del reino.
Con la predicación del Evangelio se fundaron las
bases de este reino del Mesías. Desde entonces el Señor Jesús ha estado
incesantemente reuniendo súbditos de un
mundo depravado. El complemento total del reino es un acontecimiento aún por
venir. Los santos del Altísimo tendrán algún día dominio absoluto. El reino del Evangelio aún ha de extenderse por
toda la tierra. Mas ya sea en su estado completo o no, los súbditos del reino
son siempre del mismo carácter: “Sirven a Dios sin temor;" sirven a Dios
"con santidad y justicia...
Hagamos cuanto esté a nuestro alcance para
pertenecer al número de los súbditos de este reino. Pequeño como parece ahora,
un día vendrá a ser grande y glorioso.
Los hombres que han servido a Dios con "santidad y justicia" verán
algún día que todo les será sometido. Bajo sus plantas serán puestos todos
los enemigos, y reinarán para siempre en
ese cielo y en esa tierra nueva, en los cuales mora la justicia.
Finalmente, debemos notar cuan claras eran las ideas
que respecto de las doctrinas de la religión tenia Zacarías. Concluye su himno
de alabanza dirigiéndose a su hijo
recién nacido, Juan Bautista. Predice que el niño "irá delante de la
faz" del Mesías, y "dando ciencia de salvación, “de una salvación que
El (el Mesías) está al
introducir--salvación que es toda de gracia y misericordia--y que trae consigo,
"perdón de los pecados," "luz," y "paz...
Concluyamos el capítulo examinando lo que sabemos de
estos tres bienes. ¿Sabemos algo del perdón? ¿Hemos tornado de las tinieblas a
la luz? ¿Hemos gustado el gozo de la paz
con Dios? Estas, en fin, son las realidades del Cristianismo. Estas son las
cosas, sin las cuales no pueden salvar una sola alma. No estemos
tranquilos hasta que por experiencia propia nos sean conocidas. La misericordia
y la gracia las han preparado. La
misericordia y la gracia las concederán a todos los que las imploren en nombre
de Cristo. No estemos tranquilos hasta que el Espíritu Santo testifique a nuestro espíritu que nuestros
pecados han sido perdonados--que hemos pasado de las tinieblas a la luz, y que
actualmente caminamos en el camino
estrecho, en el camino de la paz.
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