Capítulo 6; 12-19
12 En aquellos días él fue al monte a orar, y
pasó la noche orando a Dios.
13 Y
cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los
cuales también llamó apóstoles:
14 a
Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe
y Bartolomé,
15
Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote,
16
Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
17 Y
descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus
discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la
costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de
sus enfermedades;
18 y
los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
19 Y
toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Lucas, más que cualquier otro escritor
bíblico, enfatiza la vida de oración de Jesús y sus enseñanzas sobre la oración. Jesús pasó
toda la noche en oración antes de escoger a sus doce discípulos especiales para
que lo representaran posteriormente. Hubo mucha gente que siguió a Jesús, hombre y mujeres, ancianos y
jóvenes. He aquí la tensión entre la predestinación (el Padre) y la voluntad
humana (Jesús). Jesús, lleno del Espíritu, la deidad encarnada, aún necesitaba
orar. ¡Judas fue uno de los escogidos tras haber orado! Aquí vemos a Jesús
eligiendo a sus hombres. Es interesante y provechoso entender por qué los
escogió, porque Él sigue queriendo y necesitando hombres.
(i) Marcos 3:14 Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar, nos dice que los escogió para que estuvieran con Él. Esto quiere decir
dos cosas.
(a) Los
escogió para que fueran sus amigos. Es maravilloso que Jesús necesitara
amistad humana. Pertenece a la esencia misma de la fe cristiana el que podamos
decir con toda reverencia y humildad que Dios no puede ser feliz sin los
hombres. Precisamente porque es Padre, tiene un lugar vacío en el corazón hasta
que el último hombre haya vuelto a casa.
(b) Jesús
sabía que se acercaba el fin de su vida en la Tierra. Si hubiera vivido en
otro tiempo, tal vez habría escrito un libro que hubiera llevado su enseñanza
por todo el mundo. Pero, cuando Él vivió, escogió a esos hombres para escribir
en ellos su mensaje. Serían sus libros vivos. Estarían en su compañía para
poder llevar su mensaje a todos los hombres algún día.
(ii) Jesús
los escogió entre sus discípulos. Discípulo quiere decir aprendiz. Tenían
que ser de los que siempre estaban aprendiendo más y más de Él. Un cristiano es
una persona que se pasa toda la vida aprendiendo del Señor al que verá cara a
cara algún día, y entonces le conocerá como ahora el Señor le conoce a él.
(iii) Jesús
escogió a sus hombres para que fueran sus apóstoles. La palabra griega
apóstolos quiere decir alguien a quien se envía. Se puede referir a un
mensajero o embajador. Los apóstoles iban a ser los embajadores de Jesús al
mundo. El embajador es alguien que representa a su país en el extranjero. El
cristiano es enviado como embajador de Cristo, no sólo con sus palabras, sino
con sus obras y con toda su vida.
De los Doce mismos tenemos que decir dos
cosas.
(i) Eran
simplemente hombres corrientes. Ninguno era rico, ni famoso, ni influyente;
no habían recibido unos estudios especiales. Eran sencillamente gente
corriente. Es como si Jesús hubiera dicho: «Dadme doce personas corrientes, y
cambiaré el mundo.» La obra de Jesús no está en las manos de los que el mundo
llama grandes hombres, sino en las de gente corriente, como nosotros.
(ii) Eran
una mezcla extraña. Fijémonos en dos de ellos: Mateo era recaudador de
impuestos, es decir, un traidor y renegado; Simón era un celota, y los celota
eran nacionalistas fanáticos que habían jurado asesinar a todos los traidores y
Romanos que pudieran. Es uno de los milagros del poder de Cristo que el
publicano Mateo y el celota Simón pudieron vivir en paz en la compañía del
grupo apostólico. Cuando se es cristiano de veras, las personas más diferentes
y divergentes pueden vivir en paz. Se decía de Gilbert Chesterton y de su
hermano Cecil, que «siempre estaban discutiendo, pero no se peleaban nunca».
Solamente en Cristo podemos resolver el problema de vivir juntos; porque hasta
los caracteres más opuestos pueden estar unidos en su amor. Si de veras le
amamos, nos amaremos unos a otros.
Desde las alturas, Jesús volvió a la llanura
donde la gente podría escucharlo más fácilmente cuando se agolpaban desde todos
los alrededores de Galilea. Pueden haber sido atraídos especialmente por su
poder sanador, pero Jesús aprovechó la oportunidad para enseñarles.
Al contar la historia en este orden (en
contraste con Marcos, donde el llamamiento de los doce sigue a este párrafo),
Lucas muestra que había una multitud importante lista para oír el sermón
siguiente y que no era dirigido sólo a
los doce.
Vinieron a ser curados por Él y los sanó. Hay
gracia plena y virtud sanadora en Cristo, dispuestas a salir de Él, que bastan
para todos, y bastan para cada uno. Los hombres consideran que las enfermedades
del cuerpo son males más grandes que los del alma; pero la Escritura nos enseña
en forma diferente. Una vez conocido el poder sanador de Jesús, las multitudes
se reunían solo para tocarlo. Para muchos, llegó a ser un símbolo de buena
fortuna, un amuleto de suerte o un mago. En lugar de desear el perdón de Dios y
su amor, buscaban sanidad física o un cambio para que se vieran acciones
espectaculares. Algunas personas todavía ven en Dios a un mago cósmico y oran
solo para mitigar su dolor o lograr que manifieste sus trucos. Pero Dios no es
un mago, es el Maestro. La oración no es una forma para controlarlo, sino un
medio para ponernos bajo su control.
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