} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 6; 20-26

domingo, 26 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 6; 20-26

Capítulo 6; 20-26

 20  Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

 21  Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

 22  Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.

 23  Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.

 24  Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.

 25  ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.

 26  ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.  

 

                  El Sermón de la Llanura de Lucas se corresponde con el Sermón del Monte de Mateo (Mateo, capítulos 5 al 7). Los dos empiezan con una serie de bienaventuranzas. Hay algunas diferencias entre las versiones de Mateo y de Lucas, pero una cosa está clara: son una serie de bombas que destrozan la filosofía y leyes mundanas. Puede ser que las hayamos leído tantas veces que nos hemos olvidado de lo revolucionarias que son. Son completamente diferentes de las leyes que propondría un filósofo o un sabio típico. Cada una de ellas es un desafío.

Es preciso tengamos buen cuidado de no dar una inteligencia errada a las palabras de nuestro Señor. No debemos suponer por tanto que por el mero hecho  de estar uno pobre, hambriento pesaroso y aborrecido de los hombres tenga derecho a esperar bendición de Cristo. La pobreza de que aquí se habla es la  pobreza acompañada de la piedad. La necesidad es una necesidad vinculada en la fiel adhesión a Jesús. Las aflicciones son las aflicciones del Evangelio. La  persecución es la persecución por amor al Hijo del Hombre. Semejante necesidad, pobreza y aflicción y persecución, fueron la consecuencia de la fe en  Cristo, en los primeros siglos del Cristianismo. Millares tuvieron que renunciar a cuanto poseían en este mundo por causa de su religión. Fue a ellos que  Jesús tuvo especialmente presentes en este pasaje. El socorrerlos, así como a todos los que sufren por amor del Evangelio, con particulares consuelos.

Como dijo Deissmann, "se pronunciaron en una atmósfera electrificada. No eran tranquilas estrellitas, sino descargas de relámpagos seguidos de truenos de sorpresa y sobrecogimiento.» Toman los patrones que todo el mundo acepta, y los ponen boca abajo. Los que Jesús llama afortunados son los que el mundo considera desgraciados, y los que Jesús llama desgraciados son los que el mundo considera afortunados. Figuraos que alguien dijera: "¡Felices los pobres!» y « ¡Pobres de los ricos!» Iría contra toda la escala de valores del mundo.

¿Dónde está la clave de todo esto? En el versículo 24. Allí dice Jesús: "¡Pero, ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis todo lo bueno que vais a tener!» La palabra que usa Jesús para tener es la que se usa para saldar una cuenta. Lo que quiere decir es: "Si te propones y aplicas todas tus energías a obtener las cosas que valora el mundo, puede que las obtengas, pero eso es todo lo que vas a sacar.» Pero si, por el contrario, te propones y aplicas todas tus energías a ser totalmente leal a Dios y fiel a Cristo, te encontrarás con muchos problemas; a los ojos del mundo serás un desgraciado, pero no te perderás la mejor recompensa, que será la felicidad eterna.

Sin embargo, aquí, no menos que en los versículos precedentes, debemos tener cuidado de no entender mal lo que nuestro Señor se propuso enseñar. No  hemos de suponer que la posesión de riquezas y un carácter alegre, y la alabanza de los hombres son necesariamente pruebas de que los que tales ventajas  gozan no son discípulos de Cristo. Abrahán y Job eran ricos. David y S. Pablo tuvieron sus temporadas de regocijo. Timoteo tuvo en su favor el buen  testimonio de los que estaban fuera de la iglesia. Sabemos todos estos fueron siervos verdaderos de Dios. Todos ellos fueron felices en esta vida, y recibirán  la bendición del Señor el día de su segunda venida.

1 ¿Quiénes son las personas a quienes nuestro Señor dice: " Ay de vosotros"? Son las que rehúsan adquirir tesoros en el cielo, porque aman más los bienes  de este mundo, y no renunciarían su dinero por amor de Cristo si fuese necesario. Son los que prefieren los goces y la decantada felicidad de este mundo, al  gozo y a la paz del que cree, y no arriesgan la paz del que cree, y no arriesgan perdida de lo uno con objeto de ganar lo otro. Son los que estiman más la  alabanza del hombre que la de Dios, y que rechazan a Cristo por no separarse del mundo. Esta es la clase de gentes que nuestro Señor tuvo a la mira cuando  profirió las palabras solemnes: "Ay, ay de vosotros." Él sabía bien que había millares de esas personas entre los Judíos; millares que, no obstante Sus  milagros y sermones, amarían el mundo más que a El. Sabia asimismo que en su iglesia había de haber en todos tiempos millares da hombres parecidos a los  Judíos--millares que, aunque convencidos de la verdad del Evangelio, nunca renunciarían cosa alguna por amor de éste. A todos estos les dirige la terrible  admonición: " ¡Ay, ay de vosotros!.

Una lección muy importante se desprende de estos versículos. ¡Ojalá la depositemos todos en el corazón, y crezcamos en sabiduría! Esta lección es el  antagonismo que siempre encontramos entro los pensamientos de Cristo y la opinión general del género humano. Las situaciones de la vida que el mundo  estima como apetecibles, son las mismas contra las cuales el Señor pronuncia los "ayes." La pobreza, y el hambre, y la aflicción, y la persecución: he aquí lo  que el hombre se empeña en evitar. Las riquezas, y la saciedad, y la diversión, y la popularidad: he aquí los bienes por cuya adquisición los hombres están  esforzándose constantemente. Después que hayamos hecho todo lo posible por atenuar las palabras de nuestro Señor, quedan todavía en pié dos aserciones  que contradicen abiertamente las enseñanzas universales del hombre. El estado de vida que nuestro Señor bendice, es despreciado del mundo. Las gentes a quienes el Señor dice, "Ay de vosotros," son precisamente las mismas que el mundo admira, elogia, e imita. Este es un hecho lamentable que debe  inducirnos a hacer un escrupuloso examen de corazón.

Nos encontramos frente a frente con una decisión que empieza en la infancia y que no termina hasta el final de la vida. ¿Vas a escoger el camino fácil que produce un placer y un provecho inmediatos, o vas a escoger el camino difícil que produce trabajos y hasta sufrimiento a veces? ¿Quieres asir el placer y el provecho momentáneo, o estás dispuesto a fijar tu mirada más allá, y a sacrificarlos por un bien mayor? ¿Te vas a concentrar en las recompensas del mundo, o en Cristo? Si sigues el camino del mundo, tienes que abandonar los valores de Cristo; y si emprendes el camino de Cristo, tienes que abandonar los valores del mundo.

Jesús no tenía la menor duda acerca de cuál conducía a la felicidad. F. R. Matby decía: «Jesús les prometió a sus discípulos tres cosas: que no le tendrían miedo absolutamente a nada; que serían felices a tope, y que siempre tendrían problemas.» G. K. Chesterton, cuyos principios siempre le estaban metiendo en líos, dijo una vez: «Me encanta meterme en aguas turbulentas. ¡Sale uno limpio!» Jesús enseña que la felicidad del Cielo compensará con creces los problemas de la Tierra. Como decía Pablo: «La ligera aflicción momentánea sirve para prepararnos una gloria consistente y eterna que no admite comparación» (2Co_4:17 ). El desafío de las bienaventuranzas es: ¿Quieres ser feliz a la manera del mundo, o a la manera de Cristo?

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