} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 4; 1-13

sábado, 18 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 4; 1-13


Capítulo 4; 1-13

1    Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto

2  por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

3  Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan.

:4  Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.

5  Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.

6  Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

7  Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.

8  Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

9  Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;

10  porque escrito está:

 A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;

11  y,  En las manos te sostendrán,  Para que no tropieces con tu pie en piedra.

12  Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

13  Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.

 

               Ya hemos visto que hubo ciertos hitos en la vida de Jesús, y aquí tenemos otro de los más importantes. En el templo, cuando tenía doce años, había llegado a la convicción de que Dios era su Padre de una manera única y exclusiva. Con el surgimiento de Juan el Bautista sonó la hora de Jesús, y en su bautismo recibió la aprobación de Dios. En esta ocasión Jesús está a punto de iniciar su campaña. Antes de iniciar una campaña se han de escoger los métodos. El pasaje de la tentación nos presenta a Jesús eligiendo de una vez para siempre el método con el que se proponía ganar a los hombres para Dios. Le vemos rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el camino del sufrimiento y de la cruz.

Antes de entrar a considerar este relato en detalle hay dos puntos que debemos señalar.

(i) Esta es la más sagrada de las historias evangélicas, porque no puede proceder sino de los labios del mismo Jesús. En algún momento tiene que haberles contado a sus discípulos esta íntima experiencia de su alma.

(ii) Ya en este momento Jesús debe de haber sido consciente de poseer poderes extraordinarios. Todo el sentido de las tentaciones está en que no podían ocurrirle más que a un Hombre que podía hacer cosas maravillosas. No sería una tentación para nosotros el convertir las piedras en pan o el tirarnos desde el pináculo del templo, por la sencilla razón de que nos es imposible hacer tales cosas. Estas son tentaciones que sólo se le podían presentar a un Hombre que tenía poderes absolutamente únicos, y que tenía que decidir cómo usarlos.

En primer lugar vamos a considerar el escenario, es decir, el desierto. La parte deshabitada de Judasa estaba en la meseta central, que era la columna vertebral del Sur de Palestina. Entre ésta y el Mar Muerto se extendía un tremendo descampado de cincuenta por ochenta kilómetros, que se llamaba Yesimón, que quiere decir «Devastación»: las colinas eran como montones de polvo; las montañas calizas parecían abrasadas y en descomposición; las rocas, agudas y peladas; el suelo sonaba a hueco cuando lo pisaban los caballos; ardía como un horno inmenso, y se abría en precipicios de setecientos metros sobre el Mar Muerto. Fue en aquella horrible devastación donde Jesús fue tentado.

No debemos creer que las tres tentaciones empezaron y terminaron como las escenas de una comedia, sino más bien que Jesús se retiró conscientemente a este lugar solitario, y pasó cuarenta días debatiéndose con el problema de cómo ganar a los hombres para Dios. Fue una batalla larga que no terminó hasta la cruz, porque el relato termina diciéndonos que el tentador dejó a Jesús por algún tiempo.

 

(i) La primera tentación era convertir las piedras en pan. Este desierto no estaba cubierto de arena, sino de piedras y cantos que parecían panes. El primer ardid que Satanás se propuso fue persuadir a nuestro Señor a que desconfiase del cuidado providencial de Su Padre. Se allega a él, ya débil y  extenuado, con cuarenta días de ayuno, y lo sugiere que haga un milagro, para que sacie un apetito carnal. ¿Por qué habría él de aguardar más tiempo? ¿Por  qué el Hijo Dios habría de estar sentado inmóvil y privado de vigor? ¿Por qué no " decir a la piedra que se haga pan?. El tentador le dijo a Jesús: «Si quieres que la gente te siga, usa tus poderes milagrosos para darle cosas materiales.» Estaba sugiriéndole a Jesús que sobornara a la gente para que le siguiera. Jesús reaccionó al ataque con las palabras de Deu_8:3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre: «El hombre -dijo nunca encontrará la vida en las cosas materiales.»

 

La tarea del Evangelio no consiste en producir nuevas condiciones de vida, aunque el peso y la voz de la Iglesia deben estar detrás de todos los esfuerzos para hacerles la vida mejor a los hombres. Su verdadera tarea es producir hombres nuevos; dados los hombres nuevos, las nuevas condiciones de vida surgirán.

(ii) En la segunda tentación Jesús se imagina que está en la cima de una montaña desde la que se puede ver todo el mundo civilizado. El segundo ardid de que quiso valerse Satanás fue persuadir a nuestro Señor que se apoderase del dominio del mundo por medios ilícitos. Lo lleva a la cumbre  de un monte, y le muestra "en un momento de tiempo todos los reinos del mundo." Promete dárselos todos, si quiere tan solo postrarse y adorarlo. La  concesión era pequeña; la oferta grande. ¿Por qué no obtener por medio de un acto momentáneo una ganancia enorme?  El tentador le dice: «Adórame, y todo esto será tuyo.» Esta es la tentación del compromiso. El diablo dijo: «Tengo a la gente en un puño. No les pongas el listón muy alto. Haz un trato conmigo. Déjale algo de terreno al mal, y la gente te seguirá.» De vuelta vino el rebote de Jesús: «Dios es Dios, el bien es el bien, y el mal es el mal. No puede haber pacto en la guerra con el mal.» Una vez más, Jesús cita la Escritura Deu_6:13 A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.  y  Deu10:20 A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás.).

Es una tentación constante la de tratar de ganar hombres haciendo un compromiso con los principios del mundo. G. K. Chesterton dijo que la tendencia del mundo es ver las cosas en un gris indefinido, pero el deber del cristiano es ver las cosas en blanco y negro. Y Carlyle dijo: "El cristiano tiene que estar totalmente poseído por la convicción de la infinita belleza de la santidad, y de la infinita detestabilidad del pecado.»

(iii) En la tercera tentación, Jesús se imagina que está en el pináculo del templo en el que se unían el Pórtico de Salomón y el Pórtico Real: desde allí había una caída a plomo de 150 metros hasta el fondo del valle del torrente Cedrón. La última estratagema fue persuadir a nuestro Señor á que cometiera un acto de vanidad. Le lleva a las almenas del templo y le aconseja que "se eche abajo."  De este modo daría una prueba pública de que era enviado de Dios. Además, en esta acción podía contar con estar a cubierto de todo peligro. ¿No había un  texto de la Escritura que era aplicable especialmente al Hijo de Dios en tales ocasiones? ¿No estaba escrito que los ángeles le guardarían? Esta era la tentación a darle a la gente demostraciones sensacionales.

"No -dijo Jesús-: no se han de hacer experimentos insensatos con el poder de Dios» Deu_6:16 No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah). Jesús vio muy claro que si le producía una gran impresión a la gente, sería una maravilla por algún tiempo, pero que el sensacionalismo no puede durar. El duro camino del servicio y del sufrimiento conduce a la cruz, pero después de la cruz está la corona.

 

Esta serpiente antigua que tentó a Adán a pecar en el Paraíso, no tuvo miedo de asaltar al segundo Adán, Hijo de Dios. Que él comprendiera que Jesús era  "Dios manifiesto en la carne," puede dudarse; más que él viera en Jesús a Aquel que había venido al mundo a destruir su reino, es claro y palpable. Había  visto lo que acaeció en el bautismo de nuestro Señor. Había oído las palabras maravillosas venidas del cielo. Reconoció que el gran Protector del hombre  había llegado, y que su dominio, por tanto, corría peligro. El Redentor había venido; la puerta de la prisión estaba para abrirse de par en par; los cautivos de la  ley estaban para ser puestos en libertad. Satanás, no hay que dudarlo, veía todo esto, y resolvió pelear por su causa. El príncipe de este mundo no iba a  rendirse al Príncipe de la paz sin lucha obstinada. Él había vencido al primer Adán en el jardín del Edén; ¿por qué no había de vencer al segundo Adán en el  desierto? En otro tiempo había despojado al hombre del Paraíso; ¿por qué no habría de despojarle del reino de Dios? Nunca nos sorprendamos de que el diablo nos tiente. Más bien hemos de esperarlo como cosa inevitable, si somos discípulos de Cristo. Aquel espíritu  poderoso que no temió atacar al mismo Jesús, anda todavía de un lado a otro cual león rugiente, buscando a quienes devorar. Ese ser cruel y mentiroso que  hizo padecer Job e hizo caer a David y a Pedro, vive aún, y no está atado, todavía puede privarnos del cielo, hará a lo menos que nuestra peregrinación a ese  lugar sea penosa. Si no puede perder nuestra alma, herirá por lo menos, nuestro calcañar. Gen. 3.15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.  Guardémonos de hacer poco caso de él o de tener en poco  su poder. Antes bien pongámonos toda la armadura de Dios, y clamemos al Fuerte por la fortaleza. Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Stg. 4.7.

Notemos, en segundo lugar, que nuestro Señor Jesucristo puede simpatizar con los que son tentados. Esta es una verdad que sobresale prominentemente en  este pasaje. Jesús mismo ha sido tentado real y verdaderamente.

Propio fue que Aquel que venia " a destruir las obras del demonio, comenzara su obra con un conflicto con Satanás. Convenía que Pastor y Obispo de las  almas se preparase a desempeñar su misión terrenal con una tentación fuerte, y también con la palabra de Dios y la oración. Pero principalmente, convenía que  el Sacerdote y Abogado de los pecadores fuera uno que hubiera estado personalmente en el conflicto.  

Cuando abrimos nuestros corazones ante el trono de la gracia, y gemimos bajo el peso que nos aflige diariamente, hay un Ser que intercede, y conoce todas nuestras  aflicciones.

Animémonos. El Señor Jesús no es austero. Él sabe lo que necesitamos cuando nos quejamos de ser tentados, y puede y quiere socorrernos.

Notemos, en tercer lugar, la astucia del gran adversario, el demonio. Lo vemos atacando tres veces a nuestro Señor, e intentando arrastrarlo a pecar. En cada  ataque manifestó su destreza en el arte de tentar. Cada ataque fue obra de uno que conocía bien, por una larga experiencia, todas las flaquezas de la naturaleza humana; cada uno de esos ataques merece estudiarse atentamente.

 Sobre cada una de estas tentaciones podría decirse mucho. Baste hacer presente que en ellas vemos tres armas favoritas del diablo. La incredulidad, la codicia  y la vanidad son los tres grandes instrumentos con que trabaja continuamente contra el alma del hombre, y con los cuales siempre está induciéndolo a que  haga lo que Dios prohíbe, y caiga en el pecado. Acordémonos de esto, y estemos alerta. Las acciones que Satanás nos sugiere, son a menudo en apariencia triviales  y de ninguna importancia; más el principio que les sirve de fundamento, tiene siempre algo de rebelión contra Dios. No ignoremos los ardides de Satanás.

Notemos finalmente de qué manera resistió nuestro Señor las tentaciones de Satanás. Le vemos por tres veces confundiendo y rechazando al grande  adversario. No le cede ni un palmo. No le da la más pequeña ventaja. Tres veces emplea la misma arma en su defensa "la espada del Espíritu, que es la palabra  de Dios." Efe. 6.17. Aunque " lleno del Espíritu Santo," no tenía vergüenza en emplear la Sagrada Escritura como arma de defensa y norma de acción.

Aprendamos sobre todo, en este solo hecho, cuan poderosa es la autoridad de la Biblia, y cuan inmensa la ventaja de saber lo que contiene. Leámosla,  escudriñémosla, meditémosla vivámosla, oremos sobre sus páginas, perseverante e incansablemente. Procuremos estudiarla de tal que sus textos se graben en nuestra memoria, y  podamos repetirlos cuando sea necesario. Pongámonos en capacidad de apelar cualquiera falsa interpretación, a los millares de pasajes claros, escritos, por  decirlo así, con un rayo del sol.

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