Capítulo 4; 1-13
1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del
Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
2 por cuarenta días,
y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los
cuales, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo
le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan.
:4 Jesús, respondiéndole,
dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de
Dios.
5 Y le llevó el
diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la
tierra.
6 Y le dijo el
diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me
ha sido entregada, y a quien quiero la doy.
7 Si tú postrado me
adorares, todos serán tuyos.
8 Respondiendo Jesús,
le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y
a él solo servirás.
9 Y le llevó a
Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de
Dios, échate de aquí abajo;
10 porque escrito
está:
A sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden;
11 y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
12 Respondiendo
Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y cuando el diablo
hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
Ya hemos visto que hubo ciertos hitos en la vida de
Jesús, y aquí tenemos otro de los más importantes. En el templo, cuando tenía
doce años, había llegado a la convicción de que Dios era su Padre de una manera
única y exclusiva. Con el surgimiento de Juan el Bautista sonó la hora de
Jesús, y en su bautismo recibió la aprobación de Dios. En esta ocasión Jesús
está a punto de iniciar su campaña. Antes de iniciar una campaña se han de
escoger los métodos. El pasaje de la tentación nos presenta a Jesús eligiendo de
una vez para siempre el método con el que se proponía ganar a los hombres para
Dios. Le vemos rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el
camino del sufrimiento y de la cruz.
Antes de entrar a considerar este relato en detalle
hay dos puntos que debemos señalar.
(i) Esta es
la más sagrada de las historias evangélicas, porque no puede proceder sino de
los labios del mismo Jesús. En algún momento tiene que haberles contado a sus
discípulos esta íntima experiencia de su alma.
(ii) Ya en
este momento Jesús debe de haber sido consciente de poseer poderes
extraordinarios. Todo el sentido de las tentaciones está en que no podían
ocurrirle más que a un Hombre que podía hacer cosas maravillosas. No sería una
tentación para nosotros el convertir las piedras en pan o el tirarnos desde el
pináculo del templo, por la sencilla razón de que nos es imposible hacer tales
cosas. Estas son tentaciones que sólo se le podían presentar a un Hombre que
tenía poderes absolutamente únicos, y que tenía que decidir cómo usarlos.
En primer lugar vamos a considerar el escenario, es
decir, el desierto. La parte deshabitada de Judasa estaba en la meseta central,
que era la columna vertebral del Sur de Palestina. Entre ésta y el Mar Muerto
se extendía un tremendo descampado de cincuenta por ochenta kilómetros, que se
llamaba Yesimón, que quiere decir «Devastación»: las colinas eran como montones
de polvo; las montañas calizas parecían abrasadas y en descomposición; las
rocas, agudas y peladas; el suelo sonaba a hueco cuando lo pisaban los
caballos; ardía como un horno inmenso, y se abría en precipicios de setecientos
metros sobre el Mar Muerto. Fue en aquella horrible devastación donde Jesús fue
tentado.
No debemos creer que las tres tentaciones empezaron
y terminaron como las escenas de una comedia, sino más bien que Jesús se retiró
conscientemente a este lugar solitario, y pasó cuarenta días debatiéndose con
el problema de cómo ganar a los hombres para Dios. Fue una batalla larga que no
terminó hasta la cruz, porque el relato termina diciéndonos que el tentador
dejó a Jesús por algún tiempo.
(i) La
primera tentación era convertir las piedras en pan. Este desierto no estaba
cubierto de arena, sino de piedras y cantos que parecían panes. El primer ardid
que Satanás se propuso fue persuadir a nuestro Señor a que desconfiase del
cuidado providencial de Su Padre. Se allega a él, ya débil y extenuado, con cuarenta días de ayuno, y lo
sugiere que haga un milagro, para que sacie un apetito carnal. ¿Por qué habría
él de aguardar más tiempo? ¿Por qué el
Hijo Dios habría de estar sentado inmóvil y privado de vigor? ¿Por qué no
" decir a la piedra que se haga pan?. El tentador le dijo a Jesús: «Si
quieres que la gente te siga, usa tus poderes milagrosos para darle cosas
materiales.» Estaba sugiriéndole a Jesús que sobornara a la gente para que le
siguiera. Jesús reaccionó al ataque con las palabras de Deu_8:3 Y te afligió, y te hizo tener
hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la
habían conocido, para hacerte saber que no
sólo de pan vivirá el hombre, mas de
todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre: «El hombre
-dijo nunca encontrará la vida en las cosas materiales.»
La tarea del
Evangelio no consiste en producir nuevas condiciones de vida, aunque el peso y la voz de la Iglesia deben estar
detrás de todos los esfuerzos para hacerles la vida mejor a los hombres. Su verdadera tarea es producir hombres
nuevos; dados los hombres nuevos, las nuevas condiciones de vida surgirán.
(ii) En la
segunda tentación Jesús se imagina que está en la cima de una montaña desde la
que se puede ver todo el mundo civilizado. El
segundo ardid de que quiso valerse Satanás fue persuadir a nuestro Señor que se
apoderase del dominio del mundo por medios ilícitos. Lo lleva a la cumbre de un monte, y le muestra "en un momento
de tiempo todos los reinos del mundo." Promete dárselos todos, si quiere
tan solo postrarse y adorarlo. La
concesión era pequeña; la oferta grande. ¿Por qué no obtener por medio
de un acto momentáneo una ganancia enorme? El tentador le dice: «Adórame, y todo esto
será tuyo.» Esta es la tentación del compromiso. El diablo dijo: «Tengo a la
gente en un puño. No les pongas el listón muy alto. Haz un trato conmigo.
Déjale algo de terreno al mal, y la gente te seguirá.» De vuelta vino el rebote
de Jesús: «Dios es Dios, el bien es el bien, y el mal es el mal. No puede haber
pacto en la guerra con el mal.» Una vez más, Jesús cita la Escritura Deu_6:13 A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre
jurarás. y Deu10:20
A Jehová tu Dios temerás,
a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás.).
Es una tentación constante la de tratar de ganar
hombres haciendo un compromiso con los principios del mundo. G. K. Chesterton
dijo que la tendencia del mundo es ver las cosas en un gris indefinido, pero el
deber del cristiano es ver las cosas en blanco y negro. Y Carlyle dijo:
"El cristiano tiene que estar totalmente poseído por la convicción de la
infinita belleza de la santidad, y de la infinita detestabilidad del pecado.»
(iii) En la
tercera tentación, Jesús se imagina que está en el pináculo del templo en
el que se unían el Pórtico de Salomón y el Pórtico Real: desde allí había una
caída a plomo de 150 metros hasta el fondo del valle del torrente Cedrón. La
última estratagema fue persuadir a nuestro Señor á que cometiera un acto de vanidad.
Le lleva a las almenas del templo y le aconseja que "se eche
abajo." De este modo daría una
prueba pública de que era enviado de Dios. Además, en esta acción podía contar
con estar a cubierto de todo peligro. ¿No había un texto de la Escritura que era aplicable
especialmente al Hijo de Dios en tales ocasiones? ¿No estaba escrito que los
ángeles le guardarían? Esta era la tentación a darle a la gente demostraciones
sensacionales.
"No -dijo Jesús-: no se han de hacer
experimentos insensatos con el poder de Dios» Deu_6:16
No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis
en Masah). Jesús vio muy claro que si le producía una gran impresión a
la gente, sería una maravilla por algún tiempo, pero que el sensacionalismo no
puede durar. El duro camino del servicio y del sufrimiento conduce a la cruz,
pero después de la cruz está la corona.
Esta
serpiente antigua que tentó a Adán a pecar en el Paraíso, no tuvo miedo de
asaltar al segundo Adán, Hijo de Dios. Que él comprendiera que Jesús era "Dios manifiesto en la carne,"
puede dudarse; más que él viera en Jesús a Aquel que había venido al mundo a
destruir su reino, es claro y palpable. Había
visto lo que acaeció en el bautismo de nuestro Señor. Había oído las
palabras maravillosas venidas del cielo. Reconoció que el gran Protector del
hombre había llegado, y que su dominio,
por tanto, corría peligro. El Redentor había venido; la puerta de la prisión
estaba para abrirse de par en par; los cautivos de la ley estaban para ser puestos en libertad.
Satanás, no hay que dudarlo, veía todo esto, y resolvió pelear por su causa. El
príncipe de este mundo no iba a rendirse
al Príncipe de la paz sin lucha obstinada. Él había vencido al primer Adán en
el jardín del Edén; ¿por qué no había de vencer al segundo Adán en el desierto? En otro tiempo había despojado al
hombre del Paraíso; ¿por qué no habría de despojarle del reino de Dios? Nunca
nos sorprendamos de que el diablo nos tiente. Más bien hemos de esperarlo como
cosa inevitable, si somos discípulos de Cristo. Aquel espíritu poderoso que no temió atacar al mismo Jesús,
anda todavía de un lado a otro cual león rugiente, buscando a quienes devorar.
Ese ser cruel y mentiroso que hizo
padecer Job e hizo caer a David y a Pedro, vive aún, y no está atado, todavía
puede privarnos del cielo, hará a lo menos que nuestra peregrinación a ese lugar sea penosa. Si no puede perder nuestra
alma, herirá por lo menos, nuestro calcañar. Gen.
3.15 Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Guardémonos de hacer poco caso de él o de
tener en poco su poder. Antes bien
pongámonos toda la armadura de Dios, y clamemos al Fuerte por la fortaleza. Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Stg. 4.7.
Notemos,
en segundo lugar, que nuestro
Señor Jesucristo puede simpatizar con los que son tentados. Esta es una
verdad que sobresale prominentemente en
este pasaje. Jesús mismo ha sido tentado real y verdaderamente.
Propio
fue que Aquel que venia " a destruir las obras del demonio, comenzara su
obra con un conflicto con Satanás. Convenía que Pastor y Obispo de las almas se preparase a desempeñar su misión
terrenal con una tentación fuerte, y también con la palabra de Dios y la
oración. Pero principalmente, convenía que
el Sacerdote y Abogado de los pecadores fuera uno que hubiera estado
personalmente en el conflicto.
Cuando
abrimos nuestros corazones ante el trono de la gracia, y gemimos bajo el peso
que nos aflige diariamente, hay un Ser que intercede, y conoce todas nuestras aflicciones.
Animémonos.
El Señor Jesús no es austero. Él sabe lo que necesitamos cuando nos quejamos de
ser tentados, y puede y quiere socorrernos.
Notemos,
en tercer lugar, la astucia del gran adversario, el demonio. Lo vemos atacando
tres veces a nuestro Señor, e intentando arrastrarlo a pecar. En cada ataque manifestó su destreza en el arte de
tentar. Cada ataque fue obra de uno que conocía bien, por una larga
experiencia, todas las flaquezas de la naturaleza humana; cada uno de esos
ataques merece estudiarse atentamente.
Sobre cada una de estas tentaciones podría
decirse mucho. Baste hacer presente que en ellas vemos tres armas favoritas del diablo. La incredulidad, la codicia y la vanidad son los tres grandes
instrumentos con que trabaja continuamente contra el alma del hombre, y con los
cuales siempre está induciéndolo a que
haga lo que Dios prohíbe, y caiga en el pecado. Acordémonos de esto, y
estemos alerta. Las acciones que Satanás nos sugiere, son a menudo en
apariencia triviales y de ninguna
importancia; más el principio que les sirve de fundamento, tiene siempre algo
de rebelión contra Dios. No ignoremos los ardides de Satanás.
Notemos
finalmente de qué manera resistió nuestro Señor las tentaciones de Satanás. Le
vemos por tres veces confundiendo y rechazando al grande adversario. No le cede ni un palmo. No le da
la más pequeña ventaja. Tres veces emplea la misma arma en su defensa "la
espada del Espíritu, que es la palabra
de Dios." Efe. 6.17. Aunque " lleno del Espíritu Santo,"
no tenía vergüenza en emplear la Sagrada Escritura como arma de defensa y norma
de acción.
Aprendamos
sobre todo, en este solo hecho, cuan poderosa es la autoridad de la Biblia, y
cuan inmensa la ventaja de saber lo que contiene. Leámosla, escudriñémosla, meditémosla vivámosla, oremos
sobre sus páginas, perseverante e incansablemente. Procuremos estudiarla de tal
que sus textos se graben en nuestra memoria, y
podamos repetirlos cuando sea necesario. Pongámonos en capacidad de
apelar cualquiera falsa interpretación, a los millares de pasajes claros,
escritos, por decirlo así, con un rayo
del sol.
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