} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 3; 21-22

viernes, 17 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 3; 21-22


Capítulo 3; 21-22

 21  Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,

 22  y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

 

             En el pasaje que tenemos a la vista, el valor que el Señor Jesús dio al bautismo, y que el Salvador del mundo vino entre otros que acudieron a Juan el Bautista,  y fue "bautizado por él." rito con el cual cumplió el Hijo de Dios, y que más tarde prescribió para toda su iglesia, merece recordarlo a los cristianos en  todos los siglos. No puede ser un rito de poca importancia, puesto que Cristo mismo se hizo bautizar. Es casi innecesario decir cuántos errores de todo  género abundan sobre esta materia. Algunos hacen del bautismo un ídolo, y le exaltan a un lugar superior al que le asigna la Biblia. Otros lo degradan y  menosprecian, y casi parecen olvidar que fue ordenado por el mismo Cristo. Unos limitan tanto su uso que no bautizan a ninguno, a menos que sea adulto y dé  prueba satisfactoria de su conversión. Otros atribuyen al agua del bautismo tan mágico poder que quisieran que los misioneros fueran a los países paganos y  bautizasen a todo el mundo, jóvenes y viejos indistintamente, y creen que por ignorantes que sean los gentiles el bautismo debe comunicarles alguna virtud.

Tal vez, sobre ningún otro asunto de religión, hay tanta necesidad de que los Cristianos oren a Dios que los ilumine para que puedan decidir con acierto.

Percibimos, en este pasaje, la íntima relación que existe entre la administración del bautismo y la oración. Se nos refiere especialmente por  S. Lucas, que cuando nuestro Señor fue bautizado estaba también orando.

Este hecho contiene sin duda una gran lección, que la iglesia de Cristo ha considerado con demasiada indiferencia. Nos enseña que para que el bautismo  obtenga la bendición de Dios es necesario que vaya acompañado de la oración. La inmersión en el agua no es suficiente, ni basta que se invoque el nombre de la  Santísima Trinidad: la forma del sacramento no comunica por sí sola ninguna gracia. Es indispensable que haya algo más que esto: es indispensable que se  eleve "la oración de la fe." Puede asegurarse que no tenemos derecho para esperar que sobre un bautismo sin oración recaiga la bendición de Dios.

En estos versículos contienen una prueba notable de la doctrina de la Trinidad. Según sus palabras, las tres personas de la Divinidad cooperan y  obran simultáneamente. Dios el Hijo empieza la obra sublime de su ministerio terrenal recibiendo el bautismo. Dios el Padre lo acredita solemnemente como el  Mediador con una voz del cielo. Dios el Espíritu Santo baja "en forma corporal como paloma" sobre nuestro Señor, declarando con esta que él es Aquel a  quien "Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. Jn_3:34.

Hay algo muy instructivo y sumamente consolador en esta revelación de la bendita Trinidad, en la época mencionada. Esto manifiesta cuan eficaz y grandioso  es el plan de nuestra redención, Es la obra en común de Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios Espíritu Santo. Todas las tres personas de la Divinidad están  igualmente interesadas en librar nuestras almas del infierno. Esto entonces debe consolarnos cuando estamos acongojados y abatidos. Este pensamiento debe  alentarnos e infundirnos valor, cuando estamos cansados del conflicto con el mundo, la carne, y el demonio. Los enemigos de nuestras almas son poderosos,  pero nuestros protectores son aún más poderosos. Todo el poder de Jehová trino y uno está de nuestra parte.

Estos versículos nos presentan, la maravillosa proclamación de la misión de nuestro Señor como Mediador entre Dios y el hombre. Se oyó en  su bautismo una voz del cielo, que dijo "Tu eres mi Hijo amado, en ti es mi placer." Solo uno puede decir esto, Dios el Padre.

Estas palabras solemnes encierran, sin duda, muchos misterios o, a lo menos, es bastante claro: la declaración divina que Señor Jesucristo es el Redentor que  desde el principio determinó enviar al mundo, y que con Su encarnación, sacrificio y sustitución por el hombre, Dios el Padre está satisfecho y bien  complacido; pues ha cumplido plenamente su santa ley. Por mediación de Él, está dispuesto a recibir en su gracia al pobre hombre pecador, y no acordarse  más de sus pecados.

Que se tranquilicen con estas palabras las almas de los verdaderos cristianos, y se consuelen con ellas cada día. Nuestras faltas y nuestros pecados son  muchos y muy grandes. En nosotros no hay nada de bueno. Pero si creemos en Jesús, el Padre no hallará en nosotros culpa que no pueda perdonar del todo. Él  nos considera como " miembros "de Su querido Hijo, y por amor de él está muy complacido.

 El bautismo de Juan era una señal de arrepentimiento, y los cristianos estamos convencidos de que Jesús no había cometido ningún pecado. ¿Por qué se bautizó entonces?

En la vida de todo hombre hay ciertas etapas determinadas, ciertas bisagras en las que gira toda la vida. Así sucedió en la vida de Jesús, y de vez en cuando tendremos que pararnos para tratar de ver su vida en su conjunto. La primera gran bisagra fue la visita al templo cuando tenía doce años, cuando descubrió su relación única y exclusiva con Dios. Cuando apareció Juan, Jesús tenía unos treinta años (Luc 3:23 ); es decir, que habían pasado unos dieciocho años. A lo largo de ese tiempo Jesús tiene que haberse ido dando cuenta más y más de su absoluta singularidad. Pero siguió siendo el carpintero del pueblo de Nazaret. Tiene que haber sabido que llegaría algún día en que tendría que decirle adiós a Nazaret y lanzarse a cumplir su misión más amplia. Debe de haber esperado alguna señal.

Cuando surgió Juan, la gente iba a oírle y a bautizarse en grandes multitudes. En todo el país había un movimiento hacia Dios sin precedentes. Y Jesús se dio cuenta de que había sonado su hora. No es que se sintiera pecador y necesitara arrepentirse, sino que quería identificarse con ese movimiento hacia Dios. Para Jesús, el surgimiento de Juan fue la llamada de Dios a la acción; y el primer paso que dio fue para identificarse con la gente que buscaba a Dios.

Pero algo sucedió en el bautismo de Jesús. Antes de dar este paso de gigante tenía que estar seguro; y en el momento del bautismo, Dios le habló. No nos equivoquemos: aquello fue una experiencia personal de Jesús. La voz de Dios le vino a Él, y le dijo que había tomado la decisión correcta. Pero más, mucho más que eso: aquella voz le trazó todo el curso de su vida.

Dios le dijo: «¡Yo publicaré el decreto;  Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Ese dicho está tomado de dos textos: del Salm_2:7 , He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. de Isaías 42: I , de la descripción del Siervo del Señor cuyo retrato culmina en los sufrimientos del capítulo 53. Por tanto, en su bautismo Jesús se dio cuenta, en primer lugar, de que era el Mesías, el Rey ungido por Dios; y en segundo lugar, que eso suponía, no poder y gloria, sino sufrimiento y cruz. La cruz no le pilló a Jesús desprevenido: desde el primer momento la vio como algo que le esperaba inevitablemente. En el bautismo vemos a Jesús buscando la aprobación de Dios, y recibiendo la Cruz como destino.

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