Capítulo 4; 31-37
31
Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los
días de reposo.
32 Y se
admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33
Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio
inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34
diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido
para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
35 Y
Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio,
derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.
36 Y
estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es
esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su
fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
Nos gustaría saber
tanto de Capernaúm como sabemos de Nazaret, pero aunque parezca extraño es que
hasta hay dudas en cuanto al sitio exacto a orillas del Mar de Galilea en que
estaba situada esta población en la que Jesús realizó tantas maravillas.
Capernaum era una ciudad próspera, con gran riqueza, así como también grande en
pecado y decadencia. Ya que allí estaba el cuartel general de gran parte de las
tropas romanas, los comentarios acerca de Jesús podían correr a través de todo
el Imperio Romano.
Este pasaje es especialmente interesante porque es
el primero de Lucas en el que nos encontramos con un caso de posesión de
demonios. En el mundo antiguo se creía que el aire estaba poblado por una
multitud innumerable de malos espíritus que estaban esperando la oportunidad
para entrar en las personas. A menudo entraban con la comida o la bebida. Eran
ellos los que causaban las enfermedades. Los egipcios creían que había treinta
y seis partes diferentes del cuerpo humano, y que en cada una de ellas se podían
introducir uno de esos malos espíritus y llegar a controlarla. Había espíritus
de sordera, de mudez, de fiebre; espíritus que le arrebataban a una persona la
salud mental o el sentido; espíritus de mentira y de engaño y de inmundicia.
Era uno de esos espíritus el que Jesús exorcizó aquí.
Vemos en estos versos, los conocimientos claros que
en asuntos religiosos poseen el diablo y sus agentes. De esto ocurren dos
ejemplos en los presentes versículos, " Yo te conozco quien eres, eres el
Santo de Dios " fue el lenguaje de un espíritu inmundo. "Tú eres
Cristo, el Hijo de Dios," dijeron en diferente ocasión otros espíritus inmundos. Empero este
conocimiento carecía de fe, esperanza o caridad. Los que lo poseían eran seres
miserables y degradados, llenos de odio
amargo contra Dios y contra el hombre,
Guardémonos de un conocimiento tal del Cristianismo. Es posesión
peligrosa, aunque extraordinariamente común en estos últimos tiempos. Puede
ser que conozcamos la Biblia
intelectualmente, y no tengamos ninguna duda acerca de las verdades que contiene,
puede ser que hayamos atesorado en la memoria los textos más importantes, y que discurramos
prolijamente acerca de sus doctrinas vitales, y sin embargo puede acontecer que
la Biblia no ejerza influjo alguno sobre
nuestro estilo de vida, nuestros corazones, o sobre nuestros afectos y
conciencias. Puede suceder en realidad, que no seamos nada mejores que los
diablos.
No nos contentemos jamás con una mera percepción
intelectual Acaso suceda que continuemos toda nuestra vida diciendo 'Yo sé eso,
y yo sé eso," y nos hundamos al fin
en el infierno con estas palabras en nuestros labios. Tratemos de que nuestro conocimiento produzca fruto en nuestras vidas.
¿El conocimiento que tenemos del pecado nos hace
aborrecerlo? ¿El conocimiento que tenemos de Cristo nos impele a confiar en Él
y a amarlo? ¿El conocimiento de la
voluntad de Dios hace que nos esforcemos en cumplirla? ¿El conocimiento de los
frutos del Espíritu nos mueve a darlo a conocer en nuestra conducta diaria? Si así
sucediere, tal conocimiento nos será útil. Cualquiera otro conocimiento
religioso solo contribuirá a nuestra condenación en el último día.
El
pensamiento moderno, ha estado vacilando hasta admitir que tal vez hay algo en
la creencia en los demonios después de todo. Hay ciertos males para los que no
se acaba de descubrir una causa corporal. No hay razón para que una persona
esté enferma, pero lo está. Y ya que no hay una explicación física, algunos
piensan ahora que debe de haber una causa espiritual, y que a lo mejor los
demonios no son tan irreales después de todo.
La gente se quedaba atónita con el poder de Jesús,
¡y no nos sorprende! El Oriente antiguo estaba lleno de gente que pretendía
poder exorcizar a los demonios. Pero tenían unos métodos fantásticos y
maravillosos. Cierto exorcista le ponía un anillo al paciente debajo de la
nariz, y recitaba largos encantamientos. Y entonces habría como una salpicadura
en un barreño de agua que había colocado allí al lado, y el demonio salía
" como por encanto». Una raíz que se llamaba baaras era especialmente
efectiva. Cuando se le acercaba alguien, se hundía en el suelo a menos que se
la agarrara a toda prisa, y el agarrarla era muerte instantánea. Así que
cavaban el terreno alrededor de ella, le ataban un perro, que arrancaba la raíz
con sus tirones, y moría el perro como un sustituto del hombre. ¡Qué diferencia
entre toda esta parafernalia histérica y la tranquila y sencilla orden de
Jesús! Lo que dejaba estupefactos a los espectadores era su simple autoridad.
La autoridad de Jesús era algo totalmente nuevo.
Cuando los rabinos enseñaban, apoyaban todas sus afirmaciones con citas de
otros. Decían: «El rabí Tal y Tal dijo...», «Hay una tradición que dice...»
Siempre apelaban a autoridades reconocidas. Por su parte, los profetas decían:
«Así dice el Señor». Tenían una autoridad delegada. Pero Jesús decía: «Yo os
digo.» No necesitaba otras autoridades que le respaldaran; su autoridad no
dependía de otras: era la autoridad hecha carne. Era un hombre que hablaba como
el que sabía.
El experto en cualquier esfera tiene un aire de
autoridad. Un músico cuenta que, cuando Toscanini se dirigía al atril, toda la
orquesta sentía que de él fluía autoridad. Cuando nos hace falta consejo
técnico, llamamos a un experto. Jesús es el experto en la vida. Cuando Él
habla, todos sabemos que se trata de algo más allá de lo humano, es Dios.
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