} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 4; 31-37

lunes, 20 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 4; 31-37

Capítulo 4; 31-37

 31  Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.

 32  Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

 33  Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,

 34  diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.

 35  Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.

 36  Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

 37  Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.

 

             Nos gustaría saber tanto de Capernaúm como sabemos de Nazaret, pero aunque parezca extraño es que hasta hay dudas en cuanto al sitio exacto a orillas del Mar de Galilea en que estaba situada esta población en la que Jesús realizó tantas maravillas. Capernaum era una ciudad próspera, con gran riqueza, así como también grande en pecado y decadencia. Ya que allí estaba el cuartel general de gran parte de las tropas romanas, los comentarios acerca de Jesús podían correr a través de todo el Imperio Romano.

Este pasaje es especialmente interesante porque es el primero de Lucas en el que nos encontramos con un caso de posesión de demonios. En el mundo antiguo se creía que el aire estaba poblado por una multitud innumerable de malos espíritus que estaban esperando la oportunidad para entrar en las personas. A menudo entraban con la comida o la bebida. Eran ellos los que causaban las enfermedades. Los egipcios creían que había treinta y seis partes diferentes del cuerpo humano, y que en cada una de ellas se podían introducir uno de esos malos espíritus y llegar a controlarla. Había espíritus de sordera, de mudez, de fiebre; espíritus que le arrebataban a una persona la salud mental o el sentido; espíritus de mentira y de engaño y de inmundicia. Era uno de esos espíritus el que Jesús exorcizó aquí.

Vemos en estos versos, los conocimientos claros que en asuntos religiosos poseen el diablo y sus agentes. De esto ocurren dos ejemplos en los presentes versículos, " Yo te conozco quien eres, eres el Santo de Dios " fue el lenguaje de un espíritu inmundo. "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios," dijeron en diferente  ocasión otros espíritus inmundos. Empero este conocimiento carecía de fe, esperanza o caridad. Los que lo poseían eran seres miserables y degradados, llenos  de odio amargo contra Dios y contra el hombre,  Guardémonos de un conocimiento tal del Cristianismo. Es posesión peligrosa, aunque extraordinariamente común en estos últimos tiempos. Puede ser que  conozcamos la Biblia intelectualmente, y no tengamos ninguna duda acerca de las verdades que contiene, puede ser que hayamos atesorado en la memoria los  textos más importantes, y que discurramos prolijamente acerca de sus doctrinas vitales, y sin embargo puede acontecer que la Biblia no ejerza influjo alguno  sobre nuestro estilo de vida, nuestros corazones, o sobre nuestros afectos y conciencias. Puede suceder en realidad, que no seamos nada mejores que los diablos.

No nos contentemos jamás con una mera percepción intelectual Acaso suceda que continuemos toda nuestra vida diciendo 'Yo sé eso, y yo sé eso," y nos  hundamos al fin en el infierno con estas palabras en nuestros labios. Tratemos de que nuestro conocimiento produzca fruto en nuestras vidas. ¿El  conocimiento que tenemos del pecado nos hace aborrecerlo? ¿El conocimiento que tenemos de Cristo nos impele a confiar en Él y a amarlo? ¿El  conocimiento de la voluntad de Dios hace que nos esforcemos en cumplirla? ¿El conocimiento de los frutos del Espíritu nos mueve a darlo a conocer en  nuestra conducta diaria? Si así sucediere, tal conocimiento nos será útil. Cualquiera otro conocimiento religioso solo contribuirá a nuestra condenación en el  último día.

 El pensamiento moderno, ha estado vacilando hasta admitir que tal vez hay algo en la creencia en los demonios después de todo. Hay ciertos males para los que no se acaba de descubrir una causa corporal. No hay razón para que una persona esté enferma, pero lo está. Y ya que no hay una explicación física, algunos piensan ahora que debe de haber una causa espiritual, y que a lo mejor los demonios no son tan irreales después de todo.

La gente se quedaba atónita con el poder de Jesús, ¡y no nos sorprende! El Oriente antiguo estaba lleno de gente que pretendía poder exorcizar a los demonios. Pero tenían unos métodos fantásticos y maravillosos. Cierto exorcista le ponía un anillo al paciente debajo de la nariz, y recitaba largos encantamientos. Y entonces habría como una salpicadura en un barreño de agua que había colocado allí al lado, y el demonio salía " como por encanto». Una raíz que se llamaba baaras era especialmente efectiva. Cuando se le acercaba alguien, se hundía en el suelo a menos que se la agarrara a toda prisa, y el agarrarla era muerte instantánea. Así que cavaban el terreno alrededor de ella, le ataban un perro, que arrancaba la raíz con sus tirones, y moría el perro como un sustituto del hombre. ¡Qué diferencia entre toda esta parafernalia histérica y la tranquila y sencilla orden de Jesús! Lo que dejaba estupefactos a los espectadores era su simple autoridad.

La autoridad de Jesús era algo totalmente nuevo. Cuando los rabinos enseñaban, apoyaban todas sus afirmaciones con citas de otros. Decían: «El rabí Tal y Tal dijo...», «Hay una tradición que dice...» Siempre apelaban a autoridades reconocidas. Por su parte, los profetas decían: «Así dice el Señor». Tenían una autoridad delegada. Pero Jesús decía: «Yo os digo.» No necesitaba otras autoridades que le respaldaran; su autoridad no dependía de otras: era la autoridad hecha carne. Era un hombre que hablaba como el que sabía.

El experto en cualquier esfera tiene un aire de autoridad. Un músico cuenta que, cuando Toscanini se dirigía al atril, toda la orquesta sentía que de él fluía autoridad. Cuando nos hace falta consejo técnico, llamamos a un experto. Jesús es el experto en la vida. Cuando Él habla, todos sabemos que se trata de algo más allá de lo humano, es Dios.

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