} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 3; 7-9

sábado, 11 de diciembre de 2021

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 3; 7-9


Capítulo 3; 7-9

 7  Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

8  Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

9  Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.

 

 

      Estos versículos nos presentan un episodio de la carrera de Juan el Bautista. Es una parte de la Escritura que debe tener siempre interés particular para el  cristiano. De los afectos inmensos que Juan produjo entre los judíos, aunque solo por corto tiempo, hay pruebas evidentes en los Evangelios. La aserción  notable que en favor de Juan hizo nuestro Señor, de ser "el mayor profeta nacido de mujer," es bien conocida de todos los lectores de la Biblia ¿Cuál pues era  el carácter de la misión de Juan? Esta es la pregunta a que responde prácticamente el capítulo que tenemos a la vista.

Algunas personas querían que Juan las bautizara a fin de escapar del castigo eterno, pero no buscaban a Dios para salvación. Juan tuvo palabras duras para dichas personas. Sabía que Dios valora más el cambio que el rito.

Debemos notar en primer lugar la santa osadía con que Juan la palabra a las gentes que vinieron a recibir el bautismo. “¡Generación de víboras!” También existían costumbres judías (Mateo 12:34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.; 23:23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.). Esto aparece en Mateo 3:7 (Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?)  Para identificar a los saduceos, quienes se creían mejores que los demás. Debemos recordar que la gente miraba con admiración al liderazgo religioso (saduceos y fariseos). Juan, definitivamente no les admiraba, y más bien hizo un llamado personal al arrepentimiento y la fe (Marcos 1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.).   

 El nota la falsedad y la hipocresía de las protestas que hace el gentío que lo rodea, y emplea un lenguaje descriptivo de su conducta. La popularidad  trastorna la cabeza. No se le da cuidado de que algunos se ofendan al oír sus palabras. La enfermedad espiritual de los que lo rodean era larga y difícil de  curar, y él sabía que tales enfermedades exigen remedios fuertes.

Bueno sería que la iglesia de Cristo tuviese en nuestros días más ministros francos en el hablar como Juan el Bautista. La repugnancia natural a usar un  lenguaje fuerte; el temor excesivo de causar ofensa; la oposición constante a hablar sin rodeos ni ambages, son desgraciadamente demasiado comunes en el  pulpito moderno, debe usarse lenguaje áspero o satírico, pero no es bueno a los no convertidos, absteniéndose de mencionar sus vicios o aplicando epítetos  suaves a pecados detestables. Hay dos textos que los predicadores Cristianos olvidan con mucha frecuencia: Luc_6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.  ; Gal_1:10. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.

Debemos notar, cuan francamente habla Juan sobre el infierno y el peligro. Habla del "hacha" de los juicios de Dios, y de los árboles  infructíferos que serán arrojados "al fuego...

Todo lo que diga relación al infierno repugna siempre a la naturaleza humana. El ministro que presente ese tema tiene que pasar por violento, duro de corazón  y de pocos alcances. Los hombres gustan de oír " halagos," y de que se les hable de paz, y no de peligro. Isai. 30:10. que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras;  Más el tema es tan importante que no debemos  dejar de mencionarlo, si deseamos trabajar en bien de las almas. Nuestro Señor Jesucristo lo trató con frecuencia en Sus enseñanzas públicas. Este compasivo  Salvador, que hablaba tan benignamente del camino que conduce al cielo, empleó también lenguaje muy claro respecto al camino del infierno.

Guardémonos de querer saber más de lo que está escrito, y de ser más benignos que la misma Escritura. Grabemos profundamente en nuestros corazones el  lenguaje de Juan el Bautista. No nos avergoncemos nunca de manifestar abiertamente nuestra firme creencia de que hay una "ira que vendrá" para el  impenitente, y que así como es posible que el hombre se salve, es también posible que se pierda. Guardar silencio en esta materia es cometer traición contra  las almas de los hombres; puesto que así se les da a estos márgenes para que continúen en la maldad y para que den cabida en su mente al antiguo engaño del  diablo: "No pereceréis." Es, en verdad, nuestro mejor amigo el ministro del Evangelio que ingenuamente nos habla del peligro, y nos aconseja, a semejanza de  Juan el Bautista, que "huyamos de la ira que vendrá." El hombre nunca huye mientras no ve que hay causa real de temor. Una religión en que no se haga  mención del infierno, no es la religión de Juan el Bautista, ni la de nuestro Señor Jesús y sus apóstoles.

Debemos notar, como Juan hace ver la inutilidad del arrepentimiento que no está acompañado de buenos frutos. Él decía a las gentes que  venían a ser bautizadas: " Haced, pues frutos dignos de arrepentimiento; “y: "Todo árbol que no produce buen fruto es talado...

Esta es una verdad que debe ocupar siempre un lugar prominente en nuestras creencias. Nunca puede repetirse demasiado, que en materias religiosas las  pláticas y las protestas son de ningún valor si no van acompañadas de las buenas acciones. Es en vano decir con nuestros labios que nos arrepentimos, si al  mismo tiempo no mostramos el arrepentimiento en nuestra manera de vivir. Decir que sentimos pesar de nuestros pecados es mera hipocresía, a menos que en  realidad demos pruebas del pesar, abandonándolos. Los hechos son el índice verdadero del arrepentimiento. No nos digáis meramente lo que alguno dice en  materia de religión. Decidnos más bien lo que hace.    Pro_14:23. En toda labor hay fruto; Mas las vanas palabras de los labios empobrecen.

Hemos de notar, cómo ataca Juan la idea común de que el parentesco con personas religiosas puede salvar nuestras almas. "No empecéis a  decir, “dice a los Judíos, "tenemos por padre a Abraham; porque os digo que puede Dios aun de estas piedras levantar hijos a Abraham." Muchos de los oyentes se estremecieron cuando Juan dijo que ser descendientes de Abraham no era suficiente para Dios. Para estar ante Dios, los líderes religiosos dependían más de su genealogía que de su fe. Para ellos, la religión era una herencia. Pero una relación con Dios no es posible trasmitirse de padres a hijos. Cada uno la debe hallar solo. No confíe en nadie más para su salvación. Ponga su fe en Jesús y luego ejercítela al ponerla en acción cada día. La tenacidad con que  el hombre se ha aferrado de esta idea, en todas partes del mundo, es una prueba de nuestro estado caído y corrompido. Se han hallado millares, en todas las  épocas que ha atravesado la iglesia, que han creído que sus relaciones con personas religiosas los hace aceptables a los ojos de Dios.  Millares han  vivido y  muerto en el error de que por estar ligados a gentes santas por los vínculos del parentesco, o aun por ser miembros de la misma iglesia, podían confiar en ser  salvos.

Tengamos como principio inconcuso, que la religión que salva es asunto de cada individuo: asunto entre el alma y Cristo. De nada nos servirá en el último día  haber pertenecido a la iglesia de Calvino, Cranmer, Knox, Owen, Wesley, o Whitefield. ¿Tuvimos la fe de estos hombres justos? ¿Creemos nosotros como  ellos creyeron, y nos esforzamos por vivir como ellos vivieron, y en seguir a Cristo como ellos Lo siguieron?   A ninguno salvará haber tenido en las venas sangre de Abraham, si no poseyó la fe de Abraham, y no hizo las obras de Abraham.

Debemos notar  en este pasaje, la prueba a qué sometió Juan la sinceridad de la conciencia de las diferentes clases de gentes dieron a su bautismo.

Juan estaba convencido de que donde todos podemos servir mejor a Dios es en nuestro trabajo diario.

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