Capítulo 2; 21-24
21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al
niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel
antes que fuese concebido.
22 Y cuando se cumplieron los días de la
purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén
para presentarle al Señor
23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo
varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor,
24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en
la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
En estos cuatro versículos vemos que se cumplieron después del
nacimiento de Jesús las tres antiguas ceremonias relativas al nacimiento del
primer hijo varón de una familia judía.
(i) La
circuncisión. Todos los niños judíos se circuncidaban a los ocho días de
nacer. Esta ceremonia era tan sagrada que se podía llevar a cabo hasta en
sábado, aunque la ley prohibía que se hiciera ese día nada que no fuera
absolutamente esencial. Ese día se le ponía nombre al niño. EL primer punto que llama nuestra atención en este
pasaje es la obediencia que nuestro Señor, como párvulo, rindió á la ley
judaica. Leemos que fue circuncidado al
octavo día. Este es el primer hecho que se nos refiere en su historia.
No hay para que perder tiempo en indagar, como lo
han hecho algunos, por qué nuestro Señor se sometió a la circuncisión; no
implica en lo más mínimo un
reconocimiento de que había en su corazón alguna tendencia a la
corrupción. No fue confesión de inclinación al mal, ni de la necesidad de la
gracia para refrenar las acciones del
cuerpo. Todo esto debe tenerse muy presente.
Bástenos recordar que la circuncisión de nuestro
Señor fue un testimonio público dado a Israel, de que, según la carne, él era
judío, nacido de una Judía, y “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”, Galat. 4:4 Sin ese rito no
habría cumplido con los requisitos de la ley. Sin ese rito no habría podido ser
reconocido como hijo de David, y de la
simiente de Abraham. Acordémonos, además de esto, que la circuncisión
era absolutamente necesaria para que nuestro Señor pudiera enseñar como
maestro en Israel. Sin ella no habría
podido ocupar asiento en ninguna asamblea judía, ni tenido derecho a tomar
parte en ningún otro rito judío. Sin ella habría sido mirado por todos los judíos, nada menos, que
como un incircunciso gentil, y un apóstata de la fe de sus padres.
Que el cumplimiento que nuestro Señor dio a un rito
para él innecesario sea para nosotros una lección durante toda nuestra vida.
Aunque por ello tengamos que sufrir, no
aumentemos, por nuestra parte, las violaciones del Evangelio, ni estorbemos los
progresos de la causa de Dios. Las palabras de S. Pablo merecen frecuente reflexión 1Co_9:19-22: 19 Por lo cual, siendo
libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. 20 Me he hecho a los judíos como judío, para
ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto
a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 a los que están sin ley, como si yo estuviera
sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar
a los que están sin ley. 22 Me he hecho
débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo,
para que de todos modos salve a algunos. El que escribió estas palabras
siguió muy estrictamente las huellas de su Maestro.
(ii) La
redención del primogénito. El segundo punto que reclama nuestra atención en
este pasaje es el nombre que le dieron a nuestro Señor, por expreso mandato de
Dios. "Llamaron su nombre Jesús, el
cual fue así llamado por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre..
La palabra Jesús significa simplemente
"Salvador." Es lo mismo que "Josué" en el Antiguo
Testamento. La elección de este nombre es muy notable e instructiva. El Hijo de Dios bajó del cielo a
ser no solamente el Salvador, sino también el Rey, el Legislador, el Profeta,
el Sacerdote y el Juez del hombre caído.
Hubiera podido elegir cualquiera de estos últimos títulos, pues todos ellos le
pertenecían; más Él los desdeña todos, y elige un dictado que en sí encierra misericordia, gracia, auxilio y libertad para
un mundo perdido. Es principalmente como libertador y Redentor que El desea ser
conocido.
Preguntémonos a menudo qué sienten nuestros
corazones hacia el Hijo de Dios. ¿Es él nuestro Jesús, nuestro Salvador? He
aquí el problema de nuestra salvación.
No nos contentemos con conocer a Cristo como a Aquel que obró asombrosos
milagros, y, habló como jamás ha hablado hombre alguno; o como al Ser que Verdadero Dios, y un día ha de juzgar
al mundo. Procuremos conocerlo experimentalmente, como al que nos ha libertado
de la culpabilidad y el poder del
pecado, y como al que nos ha redimido del cautiverio de Satanás. Así podremos
decir: "Este es mi amigo Yo estaba muerto, y Él me ha vuelto a la
vida: Yo estaba prisionero y Él me ha
libertado." ¡Caro es, en verdad, el nombre de Jesús para todos los
verdaderos creyentes! Es "como ungüento derramado" Cant. 1:3. Restituye la paz a las conciencias
intranquilas; anima a los abatidos; mitiga los dolores del enfermo; socorre y
consuela en la hora de la muerte.
Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado.Pro_18:10.
Según la ley (Exo_13:2 Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre
los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es.),
todo primogénito varón, o macho en el caso del ganado, estaba consagrado al
Señor. Esta ley puede ser el reconocimiento del poder misericordioso de Dios
que es el que da la vida, o tal vez sea el equivalente de la ley de otros
pueblos que sacrificaban a los hijos primogénitos a sus dioses. No cabe duda de
que, si se hubiera cumplido literalmente, habría desbaratado la vida. Por eso
había una ceremonia que se llamaba la Redención del Primogénito (Num_18:16 De un mes harás
efectuar el rescate de ellos, conforme a tu estimación, por el precio de cinco
siclos, conforme al siclo del santuario, que es de veinte geras. ), y
que consistía en pagar cinco siclos para, como si dijéramos, que los padres
pudieran seguir teniendo a su hijo. Esa suma se tenía que hacer efectiva a los
sacerdotes, y no se podía pagar antes de los treinta y un días después del
nacimiento, ni diferir mucho más.
(iii) La
purificación después del parto. La mujer quedaba impura cuarenta días si
había tenido un hijo varón, y ochenta en el caso de una hembra. Podía vivir
normalmente en su casa y hacer sus trabajos diarios, pero no podía entrar en el
templo ni participar en ceremonias religiosas. El último punto que llama
nuestra atención en este pasaje es la condición pobre y humilde de la madre de
nuestro Señor. Este es un hecho que a primera vista tal vez no se presenta con suficiente
claridad según el tenor de estos versículos; más se comprenderá fácilmente si
se consulta el capítulo duodécimo del
Levítico. En este hallaremos, que la ofrenda que presentó María era la
que se había prescrito especialmente a la clase pobre: "Si
ella no pudiere traer un cordero,
entonces traerá dos tórtolas, o dos palominos." En resumen, su
ofrenda fue una declaración pública de que era pobre Lev_12:8.
Evidentemente la pobreza fue la herencia de nuestro
Señor sobre la tierra, desde Su niñez. Fue criado y cuidado como cualquiera
otro niño, por una mujer pobre. Pasó los
primeros treinta años de Su vida bajo el techo de un hombre pobre. No tenemos por
qué dudar que su alimento fuese el del pobre, y que como pobre se vistiese, y que tomase parte en las
labores y en las aflicciones del pobre. Tal condescendencia es verdaderamente
maravillosa. Tal ejemplo de humildad
supera a la comprensión humana.
Sobre hechos como estos debieran meditar la gente
pobre. Así acallarían muchos sus murmuraciones y quejas, y se conformarían con
su dura suerte. El mero hecho de que
Jesús naciera de una mujer pobre, y de que pasara toda su vida entre gente
pobre, debe imponer silencio al argumento común de que "la religión no es para el pobre." Sobre todo, debe
consolar a todo creyente pobre cuando se acerque al trono de la gracia por
medio de la oración. Que recuerde en todas
sus oraciones que su poderoso Mediador que reside ahora en el cielo a la
diestra de Dios Padre, estuvo acostumbrado a la pobreza, y conoce por
experiencia propia el corazón del pobre.
¡Sería un bien para el mundo si la clase trabajadora
pudiera comprender que Cristo es el amigo verdadero del pobre!
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