Juan 5; 21 “Porque como el Padre levanta a los
muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida “
Nadie
está plenamente vivo hasta que Jesucristo entra en su vida y él entra en
Jesucristo. Aquella persona en cuya vida ha entrado Jesucristo encuentra que la
vida es totalmente nueva. Ha cambiado la persona, sus relaciones personales, su
idea del trabajo y del deber y del placer, y su relación con Dios. Y quiere
decir en la eternidad. Después que haya acabado esta vida, se abre una
vida incalculablemente más plena y maravillosa para la persona que ha aceptado
a Jesucristo, mientras que para la que Le ha rechazado sólo le espera la
separación de Dios que es la muerte eterna. Jesucristo es el dador de la vida
tanto en este mundo como en el por venir.
Como resultado de su unidad con Dios, Jesús vivía
como Dios deseaba que viviese. Debido a nuestra identificación con Jesús,
debemos honrarlo y vivir como El desea que vivamos. Las preguntas "¿Qué haría
Jesús?" y "¿Qué desearía Jesús que hiciese?" tal vez nos ayuden
a tomar decisiones correctas.
Jesús, el Hijo de Dios, es el representante y portador de la soberanía
divina en el mundo, establecido y acreditado por Dios mismo; a Él le ha sido
confiada la plena autoridad salvadora sobre la vida y la muerte del hombre. Que
Dios Yahweh, el Padre de Jesús, es el Dios de la vida y el Dios. Sólo en Yahweh
está la «fuente de la vida» (Salmo 36:8).
Y asimismo
está reservado a Dios el resucitar y vivificar a los muertos.
Tú eres poderoso, humillas a los altivos,
tú nutres a los vivos, das vida a los muertos.
Fuerte, juzgas a los violentos;
tú vives para siempre, resucitas a los muertos;
haces soplar los vientos, haces descender el
rocío.
Oh si en un momento germinara para nosotros tu
ayuda.
Bendito seas, Dios mío, que das vida a los
muertos
La fe en una
resurrección de los muertos al final de los tiempos empezó a desarrollarse en
una época relativamente tardía dentro de la tradición judía del Antiguo
Testamento. Daniel_12:2s»
(«Muchos de
los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: éstos, para la vida
eterna, aquéllos, para el oprobio, para el horror eterno. Los sabios brillarán
como el resplandor del firmamento; y los que enseñaron a muchos la justicia,
como las estrellas, para siempre»).
Yahveh no permite que su pueblo ni tampoco los
piadosos desaparezcan; es el Dios de la vida que también resucita a los
muertos. A ello se añade cada vez más el convencimiento de que la comunión del
hombre con el Dios viviente y vivificador, tal como el hombre piadoso la ha
experimentado y practicado en su vida, no puede sufrir menoscabo con la muerte.
Y así se dice en Salmo 73:23-26:
Con
todo, yo siempre estuve contigo;
Me
tomaste de la mano derecha.
Me
has guiado según tu consejo,
Y
después me recibirás en gloria.
¿A
quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y
fuera de ti nada deseo en la tierra.
Mi
carne y mi corazón desfallecen;
Mas
la roca de mi corazón
y
mi porción es Dios para siempre.
Para Pablo existe una conexión interna y
objetiva entre la resurrección de Cristo y la futura resurrección de los
muertos, por lo que puede llegar a la conclusión siguiente:
«Porque,
si no hay resurrección de muertos, ni siquiera Cristo ha sido resucitado. Y si
Cristo no ha sido resucitado, vacía (sin ningún contenido) por tanto, es
(también) nuestra proclamación; vacía (sin ningún contenido) también vuestra
fe; y resulta que hasta somos falsos testigos de Dios, porque hemos dado
testimonio en contra de Dios, afirmando que él resucitó a Cristo, al que no resucitó,
si es verdad que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan,
ni Cristo ha sido resucitado. Y si Cristo no ha sido resucitado, vana es
vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados. En este caso, también los que
durmieron en Cristo están perdidos. Si nuestra esperanza en Cristo sólo es para
esta vida, somos los más desgraciados de todos los hombres» (1Corintios_15:13-19).
De este modo la fe en
la resurrección ya efectiva de Jesús constituye para los cristianos, según
Pablo, el fundamento de la esperanza en su propio futuro. En virtud del
bautismo tienen ya una cierta participación en la vida resucitada de Cristo (Romanos 6:4-5), por cuanto participan en una nueva
vida. La participación plena en la vida resucitada de Cristo está ciertamente
reservada a la futura segunda venida del Señor. Sólo con el retorno de Cristo,
«el Señor Jesucristo transfigurará el cuerpo de esta humilde condición nuestra,
conformándolo al cuerpo de su condición gloriosa» (Filipenses 3:21). «Si, pues, habéis sido resucitados juntamente con Cristo,
buscad lo de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Aspirad a
lo de arriba, no a lo de la tierra; pues habéis muerto, y vuestra vida está
oculta, juntamente con Cristo, en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es
nuestra vida, entonces también vosotros seréis manifestados juntamente con él,
en gloria» (Colosenses_3:1-4).
Juan destaca con mayor claridad que el propio Jesucristo comunica a los
creyentes la vida resucitada. En virtud
del poder de resucitar a los muertos y de comunicar la vida, que el Padre le ha
otorgado, Jesús dispone de unos derechos soberanos que, en la visión del
Antiguo Testamento y del judaísmo primitivo, están reservados a Dios». Esta es
su prerrogativa absoluta como Dios no sólo haciendo el mismo acto divino,
sino haciéndolo de su propia voluntad, aun así como lo hace el Padre. Esta
afirmación es de inmensa importancia en relación con los milagros de Cristo,
pues los distingue de los milagros similares de profetas y apóstoles, quienes
como instrumentos humanos eran empleados para efectuar obras
supernaturales, mientras que Cristo lo hizo todo como el servidor comisionado, es verdad, mas en el ejercicio de su propio derecho
absoluto de acción, da vida;
es decir, los levanta y les infunde la vida.
Resucita y da vida son dos aspectos de la misma operación, la primera se
refiere al cuerpo y la segunda al espíritu. Así también el Hijo da vida a los que quiere. La segunda parte
de la afirmación es lo que enfurecía a los judíos, porque entendían que sólo
Dios puede realizar esta clase de obra. Da
vida se refiere a la vivificación espiritual. El Hijo
ciertamente quiere dar vida espiritual a todos los que creen en Él; por otro
lado, su voluntad es negársela a los que rechazan su oferta y se niegan a creer
en el como el Hijo de Dios y Salvador del mundo.
¡Maranatha! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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