} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 12 Agosto LA BUENA SEMILLA

sábado, 12 de agosto de 2017

12 Agosto LA BUENA SEMILLA


Salmo 19, 1-4
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
En ellos puso tabernáculo para el sol”

    Los versículos de este Salmo constituyen un himno al Creador, cuya grandeza se manifiesta en los misterios del cosmos. Todo es armonía y sucesión sincronizada en la marcha de la creación, porque todo obedece a una inteligencia superior. 
Los cielos límpidos de Oriente son de una belleza incomparable; por eso, mejor que en ninguna otra parte, se destacan las miríadas de luminarias que proclaman la grandeza, la omnipotencia y la sabiduría de Dios, que las gobierna. El salmista se extasía ante esta maravilla única de la creación, y declara que los cielos entonan un himno mudo y silencioso al Creador, pero no por ello menos elocuente. La gloria de Dios se refleja en esta obra grandiosa. Se manifestó en la presencia luminosa que dirigió al pueblo israelita por el desierto. Es la revelación de sí mismo.
    El salmista considera aquí la gloria de Dios como la manifestación radiante de su poder y sabiduría en la creación. La creación en el fondo es una revelación de Dios. El firmamento, o bóveda maciza celeste, según la concepción de los antiguos hebreos, era la muestra palmaria de la magnificencia divina, al aparecer tachonada de estrellas y astros luminosos.
Y este clamor mudo de la creación no se interrumpe. El día y la noche, lejos de anularse mutuamente en la proclamación de la gloria de Dios, se completan, ya que se suceden como dos centinelas de turno que se transmiten el mensaje o consigna: la gloria de Dios. A la luz del día se manifiestan los portentos del reino natural y animal: los valles de verde esmeralda, las cumbres nevadas de las montañas, las ocres mesetas de cereales, las rocas calcáreas, los mares; todo es un despliegue deslumbrante de las posibilidades de Dios en la creación. Así, pues, el día y la noche son como dos coros que alternativamente proclaman la grandeza de Dios. Estas afirmaciones del salmista tienen particular relieve en unos tiempos en que los pueblos gentiles, egipcios, mesopotámicos, fenicios, adoraban los astros como seres divinos. En su perspectiva son obras de Dios que tienen una finalidad en orden al ser humano. El lenguaje mudo de los cielos y del firmamento no es perceptible por los sentidos, pero no por eso es menos elocuente. Pablo dirá que el Dios invisible puede ser rastreado a través de sus obras visibles. Toda la tierra pregona la grandeza y gloria de Dios.
En este salmo, la meditación de David lo llevó paso a paso desde la creación, a través de la Palabra de Dios, a través de sus propios pecados, hasta la salvación. Cuando Dios se revela por medio de la naturaleza, aprendemos sobre su gloria y nuestra condición finita. Cuando Dios se revela por medio de las Escrituras, aprendemos acerca de su santidad y de nuestra pecaminosidad. Cuando Dios se revela por medio de las experiencias diarias, aprendemos acerca de su perdón misericordioso y de nuestra salvación.
Todo pueblo puede oír en su propio idioma a los predicadores que cuentan las obras maravillosas de Dios. Demos la gloria a Dios por todo consuelo y provecho que tenemos por las luces del cielo, aun mirando arriba y más allá de ellas hacia el Sol de justicia.
                                                                                                                      

Salmo 107; 31
Alaben la misericordia de Jehová,
 Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
    Un cuarto ejemplo de la bondad de Dios es la intervención en la salvación de los náufragos. La vida del mar es azarosa y siempre en peligro. El salmista menciona a los que se van a lejanas tierras por razones comerciales. Los fenicios eran los grandes mercaderes y marineros de la antigüedad. En sus largos viajes eran testigos de las maravillosas intervenciones de Dios en favor de los hijos de los seres humanos, pues cuando por orden suya se encrespan las olas, azotadas por el huracán, y cuando la pericia de los marineros no puede hacer riada, está la intervención divina respondiendo a sus angustiadas oraciones. Al punto el huracán se trueca en brisa, que hinche las velas y lleva la nave al puerto ansiado  Esto puede recordarnos de los terrores y angustias de conciencia que muchos tienen y de aquellas escenas hondas de problemas por las cuales pasan muchos en su carrera cristiana. Sin embargo, respondiendo a sus clamores, el Señor vuelve su tormenta en calma y hace que sus pruebas terminen en alegría.

      Quienes no han sufrido de verdad quizás no aprecien a Dios tanto como los que han madurado debido a los tiempos difíciles. Los que han visto obrar a Dios en momentos de angustia tienen una visión mucho más profunda de su amorosa bondad.
 Si has experimentado grandes pruebas, cuentas con un gran potencial para ofrecerle grandes alabanzas.



¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!          

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