1
Juan 5; 14-15
“Y esta es la confianza que tenemos
en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa
que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. “
La Palabra de Dios en la Biblia nos hace
saber, a los nacidos de nuevo por gracia de Dios por fe en Jesucristo, que
tenemos vida eterna en Cristo y nos da confianza, la cual se expresa en hacerle
a Dios peticiones en oración con la seguridad de que él nos oirá. Esta
confianza es la base de nuestra seguridad de que Dios nos oirá cuando oramos. La
oración es condicional, pero si vivimos en obediencia a sus mandamientos, y
pedimos en oración con motivos consecuentes con la voluntad de Dios, seguramente
Dios nos concederá lo que pedimos. En realidad es acto de gracia divina que
Dios haya puesto limitaciones en cuanto a la oración.
No dice
que siempre nos conceda la petición tal como la hicimos, sino que “nos oye” .
Nos contesta Dios, según la voluntad suya. Nos da lo que más necesitemos.
Aquí Juan dice que debemos pedir conforme a su
voluntad, lo cual explícitamente presenta como la condición fundamental
para confiar en la oración. Uno que permanece en Cristo y que sus palabras
permanecen en él; que ora en nombre de Jesús, esto es, de acuerdo con su
carácter y naturaleza; y que está lleno de fe y justicia, no se inclina a pedir
nada que esté en contra de la voluntad divina. Pero más que cómo oramos, Dios
quiere y le preocupa que oremos. La oración genuina no es un intento de que
Dios satisfaga nuestros deseos a través de medios precisos; sino al contrario,
al subordinar nuestra voluntad a la del Señor, abrimos las puertas para recibir
la plenitud de sus bendiciones en nuestras vidas.
” Si sabemos que Dios nos oye
(para concedernos las peticiones que le hayamos hecho), sabemos también que nos
las concede, aunque no necesariamente en la forma pedida. Sirve de ejemplo de
esto el caso de Pablo (2Corintios_12:7-10).
Pablo pidió una cosa y Dios le oyó pero no en la forma pedida. No obstante,
después pudo Pablo aprobar la forma en que Dios (siendo Él infinitamente más
sabio) sí le contestó su petición.
Otro
ejemplo de esto lo hallamos en Hebreos 5:7.
Cristo “fue oído.” Dios le oyó, aunque no en quitarle a Jesús la copa amarga de
muerte. Aunque no siempre recibimos
nuestras peticiones en la forma en que las hacemos, nuestra confianza hacia
Dios nos asegura que sí nos oye (nos concede, aunque en la forma que Él desee).
Nuestras oraciones deben ser ofrecidas siempre
sometidas a la voluntad de Dios. En algunas cosas son contestadas rápidamente,
en otras son otorgadas de la mejor manera, aunque no como se pidió. Debemos
orar por el prójimo y por nosotros mismos. Hay pecados que batallan contra la
vida espiritual en el alma y contra la vida de lo alto. No podemos orar que
sean perdonados los pecados de los impenitentes e incrédulos mientras sigan
así; ni que les sea otorgada misericordia, la cual supone el perdón de pecado,
mientras sigan voluntariamente así. Pero podemos orar por su arrepentimiento,
por el enriquecimiento de ellos con la fe en Cristo, y sobre la base de ella,
por todas las demás misericordias salvadoras.
Debemos orar por el prójimo y por nosotros
rogando al Señor que perdone y recupere al caído y alivie al tentado y
afligido. Seamos agradecidos de verdad porque no hay pecado para muerte del
cual uno se arrepienta verdaderamente.
El énfasis aquí está en la voluntad de Dios, no
en la nuestra. Cuando nos comunicamos con Dios, no pedimos lo que queremos,
sino que dialogamos con El sobre lo que quiere para nosotros. Si
armonizamos nuestras oraciones de acuerdo con su voluntad, Él nos oirá; y
podemos estar seguros de que si El escucha, nos dará una respuesta definida.
¡Empieza a
orar con confianza!
¡Maranatha! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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