} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 7 Agosto LA BUENA SEMILLA

lunes, 7 de agosto de 2017

7 Agosto LA BUENA SEMILLA

 1 Corintios 15; 3-4
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;”


             Pablo había recibido del Señor lo que entregó (Gálatas_1:11-12; Efesios_3:3). El evangelio que hemos de predicar hasta la fecha es el mismo que fue entregado a los apóstoles de Cristo por inspiración (Lucas_24:46-49; Hechos_1:8; Hechos_2:42). Ese evangelio son las buenas nuevas de lo que Dios ha hecho en Cristo Jesús para la salvación del hombre (Hechos_2:26), y de lo que el hombre tiene que hacer para ser salvo.
            Algunos corintios, al negar la resurrección general de los muertos, estaban siguiendo el subjetivismo; es decir, siguiendo sus propias ideas e imaginaciones (el existencialismo). Pablo les recuerda del objetivismo; es decir, de un objeto (el evangelio) que él les había entregado y que había tenido su fuente en Dios.
            El llamado “evangelio social” de los modernistas es “otro evangelio” (2 Corintios_11:4) y no salva a nadie.
Muchos de mis hermanos en Cristo hoy en día están dejando lo que Pablo entregó por el pobre substituto de los modernistas. Otros van en pos del evangelio de la prosperidad que apela a la codicia de los “creyentes” para engrosar las cuentas corrientes de estos falsos maestros y charlatanes.
               La doctrina de la muerte y resurrección de Cristo es el fundamento del cristianismo. Si se quita, se hunden de inmediato todas nuestras esperanzas de eternidad. Por sostener con firmeza esta verdad los cristianos soportan el día de la tribulación, y se mantienen fieles a Dios. Creemos en vano, a menos que nos mantengamos en la fe del evangelio. Esta verdad es confirmada por las profecías del Antiguo Testamento; muchos vieron a Cristo después que resucitó. Este apóstol fue altamente favorecido, pero siempre tuvo una baja opinión de sí, y la expresaba. Cuando los pecadores son hechos santos por la gracia divina, Dios hace que el recuerdo de los pecados anteriores los haga humildes, diligentes y fieles. Atribuye a la gracia divina todo lo que era valioso en él. Aunque no ignoran lo que el Señor ha hecho por ellos, en ellos y por medio de ellos, cuando miran toda su conducta y sus obligaciones, los creyentes verdaderos son guiados a sentir que nadie es tan indigno como ellos. Todos los cristianos verdaderos creen que Jesucristo, y éste crucificado, y resucitado de entre los muertos, es la suma y la sustancia del cristianismo. Todos los apóstoles concuerdan en este testimonio; por esta fe vivieron y en esta fe murieron.

Hay muchas cosas en la vida que intentan quitarnos la fe. Cosas que nos suceden a nosotros, o a otros, que desarticulan el entendimiento; la vida tiene sus problemas, que parecen insolubles; la vida tiene sus lugares tenebrosos en los que no se puede hacer más que resistir. La fe es siempre la victoria del alma que mantiene tenazmente su arraigo en Dios.

    Todas las congregaciones tienen personas que aún no creen. Algunos se mueven en dirección a creer, y otros simplemente lo suponen. Los impostores, sin embargo, no serán removidos, esa tarea queda en las manos de Dios. Las buenas nuevas acerca de Jesucristo nos salvan, si las creemos, obedecemos con firmeza y si las seguimos con fidelidad.


Romanos 10; 11           

Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”

     Pablo no se refiere a que los cristianos estarán exentos de vergüenzas y desilusiones. Habrá veces en que la gente nos defraudará y las circunstancias empeorarán. Pablo dice que Dios cumple su parte del trato: todo aquel que lo invoca será salvo. Dios siempre ha de justificar a los que creen.
Los hombres son inconstantes y por eso, si ponemos la confianza en ellos, tarde o temprano nos darán motivo para avergonzarnos. Pero no es así con nuestra fe en Cristo. En el juicio final él nos confesará y conducirá a la vida eterna.
    La confesión de fe se centra en Jesús como Señor. Creer significa reconocer a Jesús como Señor y someterse de forma permanente a su soberanía. Que esto sea una exigencia que abarca la vida entera.  Pero la fe apunta, además, a una confesión del Señor Jesús expresamente formulada en este hecho concreto: que «Dios le resucitó de entre los muertos». La resurrección de Jesús es el hecho fundamental y, bien entendido, la raíz de la confesión de fe cristiana. Pues, en Cristo y con Cristo, Dios nos ha resucitado para vivir la vida que ya poseemos ahora, en fe, en una fe esperanzada, aunque todavía no con una contemplación manifiesta. Con la resurrección de Jesús de entre los muertos, Dios ha demostrado su fuerza creadora, y es precisamente esta potencia divina que vuelve a crear, a la que hay que someterse con fe, a fin de que la salvación aparezca como una creación nueva de Dios.
                                                                                                    
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!


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