Marcos 1; 15
“diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”
¿Cuáles son las buenas nuevas de Dios? Estas
primeras palabras de Jesús en Marcos nos dan la esencia de su enseñanza: que el
tan esperado Mesías había vino para iniciar el Reino personal de Dios en la
tierra. La mayoría de las personas que oyeron este mensaje estaban en la
opresión, pobres y sin esperanzas. Las palabras de Jesús fueron buenas nuevas
para ellas porque les ofrecían libertad, bendiciones y esperanzas.
El evangelio era de propósito eterno (Efesios_3:11), predicho por los profetas (Romanos_16:25-26), y en el cumplimiento del tiempo (Gálatas_4:4; Efesios_1:10) comenzó a anunciarse por
medio de Jesús (Hebreos 2:3).
El reino de Dios es el gobierno o control de Dios
en los corazones de los hombres por medio del evangelio, con Cristo por Rey (Salmo_89:3-4; Salmo_110:1-4). Los que voluntariamente
se someten al Rey, Jesús, en el Nuevo
Testamento se representan como la
iglesia.
Si el reino estaba cerca en el tiempo de Jesús,
de Juan el bautista, y de otros muchos de esa generación, ¿cómo puede ser
todavía futuro de la fecha en que ahora yo escribo?
Solamente un corazón arrepentido puede recibir el
evangelio. Por eso Juan y Jesús mandaron al pueblo judío que se arrepintiera (Mateo 3:2; Lucas 3:8-14; Lucas 13:3).
Si
en el plan de salvación, que revela el evangelio para todo el mundo, la fe
precede al arrepentimiento, ¿por qué se menciona aquí primero el
arrepentimiento y luego el creer? Hoy en día los bautistas modernos, en su
esquema de salvación, ponen primero al arrepentimiento y luego a la fe, y citan
tales pasajes como éste. Bueno, lo que pasa es que se ignora el contexto. Juan
y Jesús se dirigían a los judíos que ya creían en Dios, pero que debido a sus
pecados necesitaban arrepentirse de sus pecados para poder recibir el evangelio
que estaba para introducirse. Ahora, hoy en día, al irse a todo el mundo a
predicar el evangelio, el evangelista proclama que la persona crea en
Jesucristo, y luego, habiendo creído en él, que se arrepienta como Cristo
manda. Ningún hombre incrédulo va a arrepentirse; ¿por qué lo haría si no cree
en Cristo?
Isaías 55; 7
Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar
El corazón del llamado profético es espiritual.
No se trata meramente de inmigrar a Israel, sino de “buscar a Jehová” y volver
a él con actitud de arrepentimiento.
Aquí hay una oferta graciosa de perdón y paz, y
de toda felicidad. No será en vano buscar a Dios; ahora su palabra nos está
llamando y su Espíritu lucha con nosotros. Pero hay un día por venir en que no
será hallado. Puede llegar un tiempo así en esta vida; seguro es que la puerta
será cerrada en la muerte y el juicio. No sólo debe haber un cambio del camino,
sino un cambio de la mente. Debemos cambiar nuestros juicios sobre las personas
y las cosas. No es suficiente romper y dejar las malas costumbres, sino tenemos
que luchar contra los malos pensamientos. Arrepentirse es volver a nuestro
Señor, contra el cual nos rebelamos. Si lo hacemos así, Dios se multiplicará
para perdonar como nosotros nos hemos multiplicado para ofender. Pero que nadie
juegue con esta abundante misericordia ni la use como ocasión para pecar. El
pensamiento de los hombres acerca del pecado, de Cristo y de la santidad, sobre
este mundo y el otro, difiere vastamente de los de Dios; pero en nada difieren
más que en materia de perdón. Nosotros perdonamos y no podemos olvidar; cuando
perdona el pecado Dios no lo recuerda más.
¡Maranatha!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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