Proverbios 8; 34
“Bienaventurado el
hombre que me escucha,
Velando a mis puertas cada día,
Aguardando a los postes de mis puertas”
Escuchar a Dios es obedecer lo que Él nos
dice y aplicarlo en nuestra vida. Dios dice que la sabiduría es primaria y
fundamental. Es la base sobre la que se edifica la vida. No ha habido tiempo
alguno en el que la sabiduría haya adquirido su excelencia y dignidad, sus
atributos, los dones que ella comunica a quienes la alcanzan. Lo tiene todo
desde los orígenes, desde mucho antes de que existiesen las criaturas; es
eterna como el mismo Dios, porque ha sido constituida desde la eternidad. Estar atento a lo que Dios tiene en las
páginas de Su Libro, esperando con ansia el alimento spiritual que nos da la
energía necesaria por el poder del Espíritu para vivir por amor en obediencia.
Ciertamente debemos escuchar la voz de Cristo con
la prontitud de los niños. Seamos todos sabios y no rechacemos esa
misericordia. Benditos son los que oyen la voz del Salvador y esperan en Él con
lectura, meditación y oración diaria. Los hijos del mundo encuentran tiempo
para diversiones vanas, sin descuidar lo que ellos consideran cosa
necesaria. ¿No se demuestra desprecio de las instrucciones de la Sabiduría
cuando la gente que profesa santidad, busca excusas para descuidar los medios
de gracia? Cristo es Sabiduría y Él es Vida para todos los creyentes; no
podemos obtener el favor de Dios a menos que hallemos a Cristo y seamos
hallados en Él. Se engañan los que ofenden a Cristo; el pecado es malo para el
alma. Los pecadores mueren porque quieren morir, lo que justifica a Dios cuando
Él juzga.
Si dedicáramos tan solo un cuarto del día a
examinar y escudriñar la Palabra de Dios
en la Biblia y obedeciéramos sus enseñanzas, veríamos como nuestra mente va
siendo limpiada de todo aquello que el espíritu de este mundo ha ido acumulando
en ella desde nuestra más tierna infancia. Por nosotros mismos es imposible
realizar esta tarea; es algo sobrenatural que sólo por el poder del Espíritu
Santo nos capacita e ilumina para rendirle nuestra voluntad.
Isaías 65:14
“he aquí que mis siervos cantarán
por júbilo del corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del corazón, y por el
quebrantamiento de espíritu aullaréis”
Aquí
se contrastan los diferentes estados de los piadosos y los impíos, de los
judíos que creyeron y los que persistieron en la incredulidad. Prepararon mesa
para el ejército de dioses de los paganos y derramaron libación a su número
incontable. Sus adoradores no escatimaron costos para honrarlos, lo que es
vergüenza para los que adoran al Dios verdadero. Vemos la malignidad del
pecado; escoge hacer lo que sabemos que desagrada a Dios. En toda época y
nación el Señor abandona a los que persisten en hacer el mal y desprecian el
llamado del evangelio.
Los siervos de Dios tendrán el pan de vida y nada
que sea bueno para ellos les faltará. Pero los que dejan al Señor se
avergonzarán de la vana confianza en su justicia propia, y las esperanzas que
edificaron sobre ella. La gente del mundo se congratula en la abundancia de los
bienes de este mundo, pero los siervos de Dios se glorían en el que es su
fuerza y su porción. Ellos lo honrarán como el Dios de verdad. La promesa es
que en Él serán benditas todas las familias de la tierra. Se considerarán
felices en tenerlo por Dios, puesto que les hizo olvidar sus problemas.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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