Habacuc 1; 13
“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el
agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío
al más justo que él,
Judá recibiría su castigo de manos de los
babilonios. Habacuc se sintió consternado porque Dios iba a utilizar a una
nación más malvada que Judá para castigarla. El problema teológico que enfrenta
Habacuc es cómo un Dios que es limpio en todas las cosas y completamente
separado del pecado, puede ver el agravio y la perfidia como la
practican los caldeos, instrumentos de su castigo. Pero los babilonios no
sabían que Dios los utilizaba para que Judá volviera a Él y el orgullo de
Babilonia por sus victorias sería su ruina. El mal es autodestructivo y nunca
está fuera del alcance de Dios. Él puede utilizar cualquier instrumento, aunque
sea poco común, para corregirnos o castigarnos. Cuando nos merecemos el castigo
o la disciplina, ¿cómo podemos quejarnos por la clase de "vara" con
la que Dios nos castiga?
Aunque los pecadores en Israel son impíos, en
comparación son eclipsados por la mayor perversidad de Babilonia. Al lado de
Babilonia el pecaminoso Israel puede ser llamado justo, un término
relativo y no absoluto. Se han apartado tanto de las normas esperadas por Dios,
que el profeta solamente puede expresar asombro de que Él pueda mirar
siquiera su mal.
Isaías 55; 3
“Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma;
y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”
La
comida cuesta dinero, dura poco tiempo y solo satisface necesidades físicas.
Pero Dios nos ofrece alimento gratuito que nutre nuestra alma. ¿Cómo lo
obtenemos? Vamos, oímos, buscamos y clamamos a Dios por medio de Su Palabra en
la Biblia. La salvación de Dios se ofrece gratuitamente, pero para que nutra
nuestras almas debemos recibirla con vehemencia. Moriremos de hambre espiritual
sin su alimento, como sin duda moriremos de hambre física sin el pan diario.
El pacto que hizo Dios con el rey David fue la
promesa de una tierra permanente para los israelitas, donde no habría ninguna
amenaza de naciones paganas, ni guerra (2Samuel_7:10-11).
Pero Israel no cumplió con su parte del pacto de obedecer a Dios y permanecer
apartados de los ídolos. Aun así, Dios estaba dispuesto a renovar su pacto una
vez más. ¡Él es un Dios perdonador!
Son bien acogidos a las bendiciones de la
salvación todos los que acogen bien estas bendiciones. En Cristo hay suficiente
para todos y para cada uno. Los que están satisfechos con el mundo no ven la
necesidad de Cristo y no tienen sed. No están inquietos por sus almas, pero
donde Dios da gracia, da la sed; donde Él haya dado sed, dará gracia. Id a
Cristo, porque Él es la Fuente abierta, es la Roca golpeada. Id a las santas
ordenanzas, a los arroyos que alegran la ciudad de nuestro Dios. Id a las aguas
sanadoras, id a las aguas vivas, Apocalipsis 22, 17.
Nuestro Salvador se refirió a esto, Juan 7; 37.
Venid, comprad; apropiaos de esto aplicándoos la gracia del evangelio a
vosotros mismos. Venid y comed; hacedlo aún más vuestro, y disfrutadlo. El
mundo no satisface nuestras expectativas; nos prometimos al menos agua y nos
desilusionamos, pero Cristo supera nuestras expectativas. Vamos a Él y hallamos
vino y leche. Los dones ofrecidos son tales que ningún precio se les puede
poner. Las cosas ofrecidas ya están pagadas, porque Cristo las adquirió al
precio total de su propia sangre, 1 Pedro 1, 19.
Nuestras necesidades son incontables y nada tenemos que las satisfaga; si
Cristo y el cielo son nuestros, nos veremos por siempre endeudados a la libre
gracia. Escuchad con diligencia; que se abata el corazón orgulloso; no sólo
vaya, sino acepte la oferta de Dios. Toda la riqueza y el placer del mundo no
darán consuelo y contento firmes al alma. No satisfacen ni siquiera los
apetitos del cuerpo, porque todo es vanidad y aflicción. Que los desencantos
con que nos topamos en el mundo nos ayuden a impulsarnos hacia Cristo y a
buscar la satisfacción sólo en Él. Entonces, y no antes, encontraremos reposo
para nuestra alma. Oíd y vivirá vuestra alma.
¡Con qué términos claros se nos ofrece la
felicidad!
Por misericordias firmes a David tenemos que
entender al Mesías. Todas sus misericordias son misericordias del pacto; son
compradas por Él, son prometidas en Él y nos son dispensadas de su mano. No
sabemos encontrar el camino a las aguas, pero Cristo es dado para ser Líder,
Capitán, para mostrarnos qué hacer y capacitarnos para hacerlo. Nuestro negocio
es obedecerle y seguirle. Nadie puede ir al Padre sino por Él. Él es el Santo
de Israel, fiel a todas sus promesas; Él ha prometido glorificar a Cristo
dándole a los gentiles por heredad.
¡Maranatha!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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