Eclesiastés 3; 1-2
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que
se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y
tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;”
Lógicamente es el tiempo
fijado por Dios. No es temor a la fatalidad, la voz de la fe dice: Pero yo he confiado en ti, oh Jehová. He
dicho: “Tú eres mi Dios; en tus
manos están mis tiempos“(Job_31:14-15a). Tiempo de nacer y tiempo de morir,
abarca los dos extremos de la vida humana y los que están más lejos de su
voluntad. Entre ellos podemos incluir todas las experiencias de la vida. Lo que quiere decir Salomón en esta sección
es que Dios tiene un plan para todas las personas. La vida del hombre está compuesta
de penas y alegrías, de triunfos y fracasos, de trabajos y reposos. El sabio ve
que así debe ser. Obtener triunfos sin fracasos haría del hombre un pequeño
dios; padecer fracasos sin ningún triunfo de la vida sería una miseria
infinita. Lo que caracteriza el trabajo del hombre es un continuo hacer y
deshacer lo hecho, cada cosa a su tiempo. Como esos tiempos los fija Dios, para
el Predicador la sabiduría del hombre consiste en ponerse en sintonía con Dios
para saber qué hacer en cada caso. Dios lo ha dispuesto todo, lo bueno y lo
malo, el hacer esto y el hacer aquello, cada tarea tiene su tiempo propicio,
cada experiencia humana su razón de ser. El hombre, como ser relativo, se
encuentra también ante tareas relativas; ningún momento es absoluto, absoluto
es solamente Dios. Esto es lo que nos dice el Predicador.
Si el valor de la retribución falla, quizás exista algún orden cósmico
que dé sentido a la vida, porque cada cosa tiene su tiempo, o forma parte de un
ciclo.
Por lo tanto, proporciona ciclos de vida y trabajo para que lo
realicemos. A pesar de que nos enfrentamos con muchos problemas que parecen
contradecir los planes de Dios, estos no deben ser obstáculos para creer en El,
sino más bien oportunidades para descubrir que, sin Dios, los problemas de la
vida no ofrecen soluciones duraderas.
El
secreto de estar en paz con Dios es descubrir, aceptar y apreciar el momento
perfecto según El. El peligro es dudar o resentirnos por el sentido de
oportunidad de Dios. Esto puede conducirnos a la desesperación, a la rebelión o
a seguir adelante sin su consejo.
2Corintios 6; 2
“Porque dice:
En
tiempo aceptable te he oído,
Y en día
de salvación te he socorrido.
He aquí ahora el tiempo aceptable;
he aquí ahora el día de salvación”
Dios lo dice, o las Escrituras
lo dicen. A toda hora Dios está dispuesto a salvar, como en el tiempo de Isaías 49: 8 , así ahora en el tiempo de Pablo. Se les
exhorta a los corintios a aceptar este tiempo que Dios les había dado para
andar en su gracia, y no recibirla en vano. No tendrían un tiempo más
aceptable, más favorable, más propicio, en que hacerlo.
En la época entre el
día de Pentecostés (Hechos_2:1-47) y la segunda
venida de Cristo (Hebreos 9:28) está el tiempo
de salvación para el hombre. Pero cada individuo y generación tiene su tiempo
de "ahora". Seguramente pasa este tiempo con la muerte de la persona
(Lucas_12:13-21; Lucas 16:23-31), pero puede
pasar aun antes, si deja pasar la oportunidad que Dios le da. Nadie sabe cuándo
el Señor volverá (Mateo_25:1-13), ni cuándo
terminará la paciencia de Dios (2Pedro_3:15) con
alguno. Debemos regocijarnos en nuestro "ahora" y no despreciarlo.
El
evangelio es una palabra de gracia que suena en nuestros oídos. El día del
evangelio es un día de salvación, el medio de gracia es el medio de salvación,
el ofrecimiento del evangelio es la oferta de la salvación, y la época presente
es el tiempo apropiado para aceptar tales ofrecimientos. El mañana no es
nuestro: no sabemos qué será mañana ni dónde estaremos. Ahora disfrutamos un día
de gracia; entonces, seamos cuidadosos para no rechazarlo.
El Nuevo Testamento
nunca nos habla de que Dios tenga que reconciliarse con la humanidad, sino
siempre de que la humanidad tiene que reconciliarse con Dios. No se trata de
aplacar a un Dios airado. Todo el plan de salvación tiene su origen en Dios.
Fue porque Dios amaba al mundo
de tal manera por lo que envió a Su Hijo. No es que Dios no tenga interés en la
humanidad, sino viceversa. El mensaje de Pablo, el Evangelio, es la invitación
de un Padre amante a Sus hijos descarriados para que vuelvan a casa, donde los
espera el amor.
Dios ofrece salvación a todo el
mundo. Mucha gente aplaza su decisión por Cristo, pensando que vendrán tiempos
mejores, pero pueden perder la oportunidad para siempre. No hay tiempo como el
presente para recibir el perdón de Dios.
Tú que lees esto, no permitas que cualquier cosa te dificulte venir a
Cristo.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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