Gálatas 6; 14
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.”
Humanamente
hablando Pablo tenía mucho en qué gloriarse.
Los judaizantes se gloriaban en el número de gentiles circuncidados,
pero Pablo se gloriaba solamente en Cristo y su muerte por nosotros. Para el
griego la cruz era locura y para el judío era tropezadero, pero para los
creyentes es el poder de Dios para salvación (1Corintios_1:23).
Pablo no se gloriaba en la cruz solamente en palabras sino también en
hechos. En primer lugar se gloriaba en la cruz por someterse a la enseñanza del
Cristo crucificado y resucitado y por predicar la cruz como la esperanza del
mundo (1Corintios_9:16). La idea es que
el creyente está crucificado al mundo y el mundo al creyente y tiene que ver
con que los dos están muertos el uno al otro. El cristiano es un ciudadano del
reino celestial y no del sistema maligno del mundo (Filipensesi_3:20-21).
Esto no quiere decir que un cristiano no puede ser influido por el mundo sino
que en Cristo el sistema del mundo no tiene poder ni autoridad sobre el
cristiano porque él está en Cristo. El poder del Espíritu Santo está en el
creyente para vencer al mundo, como testifica el apóstol Juan: Porque todo
lo que ha nacido de Dios vence al mundo (1Juan_5:4).
Hebreos 12; 2
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.”
Aparte
del estímulo para perseverar que proporcionan los antiguos, también la grandeza
y el ejemplo de Jesucristo se presentan aquí para estimular a los hebreos.
Quitar el cristiano los ojos de la fe de Cristo, para mirar a lo mundano,
aunque sea por breve tiempo, es disminuir la velocidad en la
"carrera". ¡Ningún atleta quita la vista de la meta, o del blanco!
Mira hacia delante y corre con todo empeño. El que va delante de nosotros como
Originador de nuestra fe, y el Jefe cuyo ejemplo sin igual siempre hemos de
seguir es Jesucristo.
La vida
cristiana implica trabajo arduo. Requiere poner a un lado todo lo que ponga en
peligro nuestra relación con Dios, correr con paciencia y hacer frente al
pecado en el poder del Espíritu Santo. Para vivir con eficiencia esta vida,
debemos fijar nuestros ojos en Cristo. Titubearemos si apartamos la mirada de
Él y si nos miramos a nosotros mismos, a otros o contemplamos las
circunstancias que nos rodean. Debemos correr para participar en la carrera de
Cristo, no en la nuestra, y siempre debemos fijar nuestra mirada en El.
Cuando enfrentamos dificultades y desaliento, es
muy fácil perder la perspectiva global. Pero no estamos solos; hay ayuda.
Muchos han logrado vencer a lo largo de la vida y en forma constante y en
circunstancias mucho más difíciles de las que estamos experimentando. El
sufrimiento es el campo de adiestramiento para alcanzar la madurez cristiana.
Desarrolla nuestra paciencia y convierte en agradable nuestra victoria final.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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