} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CUANDO SE APROXIMA LA MUERTE

martes, 8 de agosto de 2017

CUANDO SE APROXIMA LA MUERTE

  1 Corintios 15:42-50
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.
   Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.
   Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
   Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
   Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
   El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
   Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
   Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
   Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”


        La Palabra de Dios en la Biblia es un consuelo para todo hijo de Dios, todo aquél que ha nacido de nuevo por gracia de Dios por fe en Jesucristo. La esperanza por lo tanto es qué cuando llegue la muerte, sabremos cual será nuestro destino: ir a la presencia de Dios. Al cerrar para siempre los ojos físicos, nuestros ojos espirituales se abrirán para siempre en el cielo, donde no habrá más llanto, ni dolor, ni aflicciones por el pecado. Quizás, como a muchos otros, la vida en este mundo está llegando a su fin. Cuantos alrededor del mundo en este momento han expirado su último aliento, saliendo de ellos su alma y su espíritu.
Si estás leyendo estas líneas, te animo a que continúes. Lo quieras o no, un día llegará a tu puerta la muerte, y entrará sin tu permiso para arrebatarte la vida terrenal. Pero si has creído en Jesucristo, en Su sacrificio y Su obra de Redención, entonces no temas. Un segundo después de morir, estarás en la presencia de Cristo. Sin embargo si has rechazado a Jesucristo como Salvador y Señor, y confías en tus buenas obras, morirás y un segundo después comprobarás que estarás separado por un abismo de la presencia de Dios. Comprobarás que no hay vuelta atrás, que no hay ningún Purgatorio, ni otra reencarnación. Te darás cuenta, un poco tarde, que las religiones lo único que persiguen es alejarte de Dios, pues son invención de los hombres, y del príncipe de este mundo, Satanás.
        Vamos a entra en materia sobre los versículos mencionados, donde el Apóstol  Pablo dice que  hay gran diversidad de glorias en las cosas de la creación de Dios, diversidad que el hombre puede conocer al contemplar los cielos y la tierra, hay diversidad de composición y gloria entre el cuerpo natural que se sepulta y el espiritual que será de la resurrección.
  Haremos bien en tener presente una cosa: aquí Pablo está tratando de cosas que no conocemos experimentalmente. No está hablando de cosas que se pueden verificar, sino de cuestiones de fe. Al tratar de expresar lo inexpresable, y de describir lo indescriptible, lo hace lo mejor posible con las ideas y las palabras humanas, que son las únicas de que disponemos. Si tenemos eso presente, nos librará de una interpretación literalista cruda, y nos hará afianzar el pensamiento en los principios que subyacen en la mente de Pablo.
Sin duda, uno de los temas más candentes entre algunos miembros de la congregación en Corinto giraría en torno a la naturaleza del cuerpo resucitado. Como ya se ha visto, Pablo invirtió mucho tiempo y esfuerzo para convencer a cierto elemento de la congregación de la realidad de la resurrección corporal del creyente. No tan sólo este segmento de la iglesia haría preguntas acerca de la forma que tomaría el cuerpo en la resurrección, sino que era natural que toda la congregación, por piadosos que fueran sus miembros, las hiciera al Apóstol. Algunos, sin embargo, harían las preguntas para objetar la idea de la resurrección de los creyentes, y el Apóstol se anticipa a esto.
 1. ¿Cómo resucitarán los muertos, esto es, por qué medios? ¿Cómo pueden resucitar? 
2. En cuanto a los cuerpos que resucitarán, ¿tendrán la misma forma, estatura, miembros y cualidades?
La primera objeción es de quienes se oponen a la doctrina, la segunda de los curiosos. La respuesta para la primera es: será efectuada por el poder divino; ese poder que todos ven obrar algo parecido, año tras año, en la muerte y el revivir del trigo. Necio es cuestionar al omnipotente poder de Dios para resucitar a los muertos, cuando lo vemos diariamente vivificando y reviviendo cosas que están muertas.
 A la segunda pregunta: el grano emprende un tremendo cambio, y así será con los muertos, cuando sean levantados y vivan otra vez. La semilla muere, aunque una parte de ella brota a vida nueva, pero no podemos entender cómo es esto. Las obras de la creación y de la providencia nos enseñan diariamente a ser humildes, y a admirar la sabiduría y la bondad del Creador. Hay una gran variedad entre otros cuerpos como la hay entre las plantas. Hay una variedad de gloria entre los cuerpos celestiales. Los cuerpos de los muertos, cuando sean levantados, serán adecuados para el estado celestial; y habrá una variedad de gloria entre ellos.

Enterrar a los muertos es como entregar la semilla a la tierra para que brote de ella otra vez. Nada es más aborrecible que un cuerpo muerto.
          Pablo emplea la figura de “sembrar”, al hablar del cuerpo sin vida que se entierra. Como la semilla sembrada a su tiempo salta de la tierra en otra forma de cuerpo, así va a ser con el cuerpo corruptible que es sepultado en la tierra (Génesis 3:19): él saldrá en la resurrección hecho un cuerpo incorruptible. El cuerpo físico que conocemos en esta vida, cuando muere, se descompone y se pudre. Comienza a dar un olor desagradable y desaparece su belleza y gloria. Nos apresuramos a sepultarlo (Juan_11:17; Juan_11:39) ¿Por qué? Porque es cuerpo de corrupción. El cuerpo de la resurrección será incorruptible; es decir, libre de las debilidades y de la putrefacción que caracteriza al cuerpo que ahora el hombre ocupa.
           El cuerpo enterrado no tiene honra, sino solamente deshonra; es objeto de vergüenza, escondido de nuestra vista y de nuestro ambiente (Génesis_23:8). Tiene todo menos gloria (resplandor). En seguida comienza a pudrirse, pero en la resurrección ese mismo cuerpo resucitará en resplandor, mostrando honor y gloria en todo aspecto de su ser. Al cuerpo sepultado no le queda nada de fuerza o resistencia. Es débil en extremo, totalmente inactivo, incapacitado, e inmóvil. En la resurrección ese cuerpo resucitará con pura vitalidad y fuerza, libre del imperio de la muerte.

        Pero en la resurrección, los creyentes tendremos cuerpos preparados para estar unidos para siempre a espíritus hechos perfectos. Todas las cosas son posibles para Dios. Él es el Autor y la Fuente de la vida espiritual y de la santidad para todo su pueblo, por la provisión de su Espíritu Santo para el alma; también vivificará y cambiará el cuerpo por obra de su Espíritu. Los muertos en Cristo no seremos sólo resucitados sino resucitaremos cambiados gloriosamente. Los cuerpos de los santos serán cambiados cuando resuciten. Entonces, serán cuerpos gloriosos y espirituales, aptos para el mundo y el estado celestiales, donde viviremos para siempre jamás.
El cuerpo humano en su forma presente y con sus necesidades y debilidades, no puede entrar en el reino de Dios, ni disfrutar de él. Entonces, no sembremos para la carne, de la cual sólo podemos cosechar corrupción. El cuerpo sigue al estado del alma. Por tanto, el que descuida la vida del alma, expulsa a su bien presente; el que rehúsa vivir para Dios, despilfarra todo lo que tiene.

         A menudo se pregunta qué relación se guarda entre el cuerpo mortal y el cuerpo resucitado. Pareciera que hay una relación, pero difícilmente se detalla con precisión. Al igual que la planta conserva algo de la semilla sembrada, el cuerpo resucitado conserva la identidad de la persona. Es cierto que la diferencia entre los dos cuerpos es mayor que la similitud, pero no se puede decir que no hay relación alguna. Hay cierta continuidad entre lo que se sepulta y lo que es resucitado, ya que se conserva la identidad de la persona. Hay una gran discontinuidad también en que el cuerpo que es resucitado no es el mismo que fue sepultado. Eso sí, la misma persona es resucitada con cuerpo espiritual nuevo. Pablo no nos describe con lujo de detalle la naturaleza de este cuerpo nuevo, pero está seguro de que Dios ha de dárnoslo. Urgía que los corintios entendieran esto.
             El cuerpo del hombre de la resurrección se contrasta con el “cuerpo animal” (físico, o natural) de la frase anterior. Este cuerpo va a ser uno adaptado a la existencia en el mundo espiritual que seguirá la vida actual en la carne. No se llama “espiritual” por ser un cuerpo como de fantasma, ni porque tenga que ver con la salvación en el cielo. Se llama así solamente porque va a ser un cuerpo perteneciente a la existencia del más allá, un cuerpo acondicionado por el espíritu para tener las cualidades apropiadas para esa esfera.
            Como todo hombre tiene ahora el cuerpo natural, todo hombre en la resurrección general recibirá el cuerpo espiritual.
A fin de que lo entendamos mejor, dada la imposibilidad de expresar adecuadamente los estados sobrenaturales, el Apóstol comienza valiéndose de algunas imágenes tomadas del mundo vegetal, del mundo animal y del mundo mineral, lanzando por delante un rotundo “¡necio!” a los contradictores de la resurrección, que es una invitación a reflexionar en la obra y poder de Dios, al que no podemos poner límites. Por lo que toca al reino vegetal, hace notar cómo la semilla no emprende una nueva vida si antes no muere y se corrompe, y cómo esa semilla no es numéricamente la planta misma que de ella sale, sino algo anterior que se desarrolla, según una determinada ley puesta por Dios. En cuanto al reino animal, hace notar la gran variedad que podemos apreciar de organismos, unos más excelentes que otros. La misma variedad podemos apreciar también en el mundo mineral, siendo muy diferente el esplendor de los cuerpos celestes y el de los terrestres, y aun el de los mismos cuerpos celestes entre sí.
Pues bien, añade el Apóstol, todas ésas son analogías de lo que sucederá con el cuerpo humano en la resurrección de los muertos. Es de notar, sin embargo, que el Apóstol no hace la aplicación en detalle de cada una de las imágenes, sino que, dejando a un lado la cuestión de la diversidad de los cuerpos gloriosos entre sí, que ciertamente parece estar incluida en las comparaciones precedentes, se fija sólo en las cualidades comunes a todos los cuerpos resucitados por las que se distinguen de los actuales. Si el cuerpo natural existe, y nadie lo niega, entonces es cierto que el otro cuerpo, el espiritual, también existirá. Los dos cuerpos son creación de Dios según las necesidades de cada existencia. Si hay un cuerpo natural para este mundo, ciertamente habrá un cuerpo espiritual para el mundo venidero. El cuerpo de este mundo tiene soportes propios para el estado físico, pero el cuerpo espiritual no necesita de tales soportes sino que tendrá lo que sea apropiado para el estado futuro. Esta es una revelación de Dios de cosas secretas.
Adán impartió el cuerpo animal, y Cristo ha de impartir el cuerpo espiritual, dando vida en la resurrección al cuerpo muerto. El hecho de que Cristo se llama el “postrer Adán” (Romanos_5:14) indica que no habrá otro después de Cristo que se levante para servir de salvador para la raza humana.
Cuatro cualidades atribuye aquí Pablo a los cuerpos glorificados. La fundamental es la espiritualidad o sutileza, opuesta a la grosería o animalidad presente. A esta espiritualidad siguen las otras tres propiedades: una, en cierto modo, negativa, la incorruptibilidad, impasibilidad o inmortalidad; y otras dos positivas: la claridad radiante de la hermosura y la energía vigorosa en la acción y el movimiento.

Estas cualidades son:
La incorruptibilidad, en contraposición al estado actual de sujeción a desgaste y a muerte.
 La gloria o claridad, en contraposición al actual estado de vileza y grosería, con sujeción a las más humillantes necesidades.  
El poder o agilidad, en contraposición a la debilidad y torpeza actuales.
La espiritualidad o sutileza, en contraposición a la “animalidad” actual.
De estas cuatro propiedades, la principal, sin duda alguna, que resume las tres anteriores, es la “espiritualidad,” que el Apóstol explica y que quizá por eso dejó para la última.
No cabe duda que hablar de cuerpo-espiritual parece una contradicción, de ahí que el Apóstol comience por ratificarse en lo dicho, como tratando de dar a entender que sabe bien lo que dice. Entiende por cuerpo espiritual, el cuerpo que está totalmente bajo la acción y dominio del Espíritu, gozando de sus prerrogativas.
El cuerpo “animal,” sujeto a las leyes de crecimiento y corrupción, es el que recibimos de Adán, nuestro primero y común padre, hecho por Dios “alma viviente,” es decir, ser que tiene vida y puede comunicarla Gen_2:7 ; el cuerpo “espiritual,” en cambio, lo debemos a la virtud del segundo Adán, Jesucristo resucitado, hecho para nosotros “espíritu vivificante,” que nos transmite una vida muy superior a la que nos viene de Adán, capaz de transformar incluso nuestros cuerpos  Rom_1:4 . En orden de tiempo ha sido primero el cuerpo “animal” que el “espiritual,” ya que desde nuestro mismo nacimiento hemos venido participando de la frágil condición del primer Adán   mas, como hemos llevado la imagen del “terreno”,  llevaremos también , cuando llegue la resurrección, la imagen del Adán “celeste” (Filp_2:6-7; Juan_6:38), Jesucristo, entrando a participar de su resurrección gloriosa que la uniformidad entre cabeza y miembros está pidiendo ( Rom_8:29; 2Cor_3:18; Filp_3:21).
 Incondicionalmente todo hombre recibe de Dios primero el cuerpo terrenal, e incondicionalmente todo hombre participará en la resurrección de los muertos (Juan_5:28-29). Pablo aquí no está hablando acerca de algo exclusivamente para cristianos. No está hablando de la vida eterna en los cielos en la presencia de Dios.
            Cristo vino a este mundo a redimir al hombre pecador de la sentencia de la muerte debido a sus pecados, y a librarle del temor de la muerte (Heb_2:14-15). Por medio de la resurrección de Jesucristo, el hombre tiene la esperanza de la resurrección suya. Habrá, pues, una resurrección general de todos los muertos (Hch_24:15). Como ahora han tenido cuerpos terrenales, después tendrán cuerpos celestiales. ¡Qué gloriosa esperanza para todo el mundo!
            (Ahora, que los resucitados en el día final gocen de la vida eterna, o que sufran la eterna separación de Dios, es otro asunto, y, entiéndase, que es totalmente condicional, Marcos_16:16).

              Como es una certeza que los hombres ahora llevan o portan la imagen del terrenal, también es cierto que los hombres en la resurrección general llevarán la imagen del celestial. La transformación del cuerpo terrenal al cuerpo celestial ocurrirá en el día de la resurrección final aun en los vivos, y sin que hayan muerto primero.
Este cuerpo físico no tiene la naturaleza apropiada para la existencia en el reino de Dios más allá del Juicio Final. Por eso tiene que haber un cambio al cuerpo “celestial”.
            El cristiano no sencillamente recibe el reino eterno de Dios (2Ti_4:18; 2Pe_1:11), sino lo hereda como hijo de Dios (Hch_20:32; Rom_8:16-17; Col_3:24; 1Pe_1:4).
            El término “reino de Dios”, o, “reino de los cielos” se refiere a la iglesia de Dios en esta vida como también a la existencia de los salvos eternamente en el cielo después del Juicio Final. Es así porque el reino que el cristiano recibe es eterno (Heb_12:23; Heb_12:28). La iglesia, compuesta de los salvos (Hch_2:47), reina con Cristo ahora, y ese reino será entregado a Dios en el Día Final (los ver. 25-28, comentarios), y los salvos entonces comenzarán a reinar para siempre (Apo_1:9; Apo_5:10, “reinamos”,

Dado que el cuerpo que el hombre ahora conoce no tiene la naturaleza necesaria para vivir para siempre en el reino eterno, y para gozar de sus bendiciones, tiene que haber un gran cambio del cuerpo terrenal y corruptible, sea que esté muerto dicho cuerpo, sea que esté vivo en el momento de la segunda venida de Cristo. Habrá un cuerpo preparado para gozar de un hogar preparado (Juan_14:2).

Todos enfrentamos limitaciones. Todas aquellas personas que tienen algún impedimento físico, mental o emocional están especialmente al tanto de esto. Algunos pueden ser ciegos pero pueden ver una nueva forma de vivir. Otros pueden estar sordos pero pueden oír las buenas nuevas de Dios. Otros pueden cojear, pero caminan en el amor de Dios. Además, tienen el estímulo de saber que su impedimento es sólo temporal. Pablo nos dice que se nos dará cuerpos nuevos cuando Jesús regrese y estos cuerpos no tendrán impedimentos, no morirán ni enfermarán. Esto nos da esperanza en nuestro sufrimiento pasajero.


¡Maranatha!

No hay comentarios:

Publicar un comentario