1 Corintios 15:42-50
“Así también es la resurrección de
los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.
Se siembra en deshonra, resucitará en gloria;
se siembra en debilidad, resucitará en poder.
Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo
espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
Mas lo espiritual no es primero, sino lo
animal; luego lo espiritual.
El primer hombre es de la tierra, terrenal;
el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
Cual el terrenal, tales también los
terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del
terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción”
La Palabra de Dios en la Biblia es un consuelo para todo hijo de Dios,
todo aquél que ha nacido de nuevo por gracia de Dios por fe en Jesucristo. La
esperanza por lo tanto es qué cuando llegue la muerte, sabremos cual será
nuestro destino: ir a la presencia de Dios. Al cerrar para siempre los ojos
físicos, nuestros ojos espirituales se abrirán para siempre en el cielo, donde
no habrá más llanto, ni dolor, ni aflicciones por el pecado. Quizás, como a
muchos otros, la vida en este mundo está llegando a su fin. Cuantos alrededor
del mundo en este momento han expirado su último aliento, saliendo de ellos su
alma y su espíritu.
Si estás leyendo estas líneas, te animo
a que continúes. Lo quieras o no, un día llegará a tu puerta la muerte, y
entrará sin tu permiso para arrebatarte la vida terrenal. Pero si has creído en
Jesucristo, en Su sacrificio y Su obra de Redención, entonces no temas. Un
segundo después de morir, estarás en la presencia de Cristo. Sin embargo si has
rechazado a Jesucristo como Salvador y Señor, y confías en tus buenas obras,
morirás y un segundo después comprobarás que estarás separado por un abismo de
la presencia de Dios. Comprobarás que no hay vuelta atrás, que no hay ningún
Purgatorio, ni otra reencarnación. Te darás cuenta, un poco tarde, que las
religiones lo único que persiguen es alejarte de Dios, pues son invención de
los hombres, y del príncipe de este mundo, Satanás.
Vamos a entra en materia sobre los versículos mencionados, donde el
Apóstol Pablo dice
que hay gran diversidad de glorias en
las cosas de la creación de Dios, diversidad que el hombre puede conocer al
contemplar los cielos y la tierra, hay diversidad de composición y gloria entre
el cuerpo natural que se sepulta y el espiritual que será de la resurrección.
Haremos bien en
tener presente una cosa: aquí Pablo está tratando de cosas que no conocemos
experimentalmente. No está hablando de cosas que se pueden verificar, sino de
cuestiones de fe. Al tratar de expresar lo inexpresable, y de describir lo
indescriptible, lo hace lo mejor posible con las ideas y las palabras humanas,
que son las únicas de que disponemos. Si tenemos eso presente, nos librará de
una interpretación literalista cruda, y nos hará afianzar el pensamiento en los
principios que subyacen en la mente de Pablo.
Sin duda, uno de los temas más candentes entre algunos
miembros de la congregación en Corinto giraría en torno a la naturaleza del
cuerpo resucitado. Como ya se ha visto, Pablo invirtió mucho tiempo y esfuerzo
para convencer a cierto elemento de la congregación de la realidad de la
resurrección corporal del creyente. No tan sólo este segmento de la iglesia
haría preguntas acerca de la forma que tomaría el cuerpo en la resurrección,
sino que era natural que toda la congregación, por piadosos que fueran sus
miembros, las hiciera al Apóstol. Algunos, sin embargo, harían las preguntas
para objetar la idea de la resurrección de los creyentes, y el Apóstol se
anticipa a esto.
1. ¿Cómo
resucitarán los muertos, esto es, por qué medios? ¿Cómo pueden resucitar?
2. En cuanto a los cuerpos que
resucitarán, ¿tendrán la misma forma, estatura, miembros y cualidades?
La primera objeción es de quienes se oponen a la doctrina,
la segunda de los curiosos. La respuesta para la primera es: será efectuada por el poder divino; ese poder que
todos ven obrar algo parecido, año tras año, en la muerte y el revivir del
trigo. Necio es cuestionar al omnipotente poder de Dios para resucitar a los
muertos, cuando lo vemos diariamente vivificando y reviviendo cosas que están
muertas.
A la segunda pregunta: el grano emprende
un tremendo cambio, y así será con los muertos, cuando sean levantados y vivan
otra vez. La semilla muere, aunque una parte de ella brota a vida nueva, pero
no podemos entender cómo es esto. Las obras de la creación y de la providencia
nos enseñan diariamente a ser humildes, y a admirar la sabiduría y la bondad
del Creador. Hay una gran variedad entre otros cuerpos como la hay entre las
plantas. Hay una variedad de gloria entre los cuerpos celestiales. Los cuerpos
de los muertos, cuando sean levantados, serán adecuados para el estado
celestial; y habrá una variedad de gloria entre ellos.
Enterrar a los muertos es como entregar la semilla a la
tierra para que brote de ella otra vez. Nada es más aborrecible que un cuerpo
muerto.
Pablo emplea la figura
de “sembrar”, al hablar del cuerpo sin vida que se entierra. Como la semilla
sembrada a su tiempo salta de la tierra en otra forma de cuerpo, así va a ser
con el cuerpo corruptible que es sepultado en la tierra (Génesis 3:19): él saldrá en la resurrección hecho un
cuerpo incorruptible. El cuerpo físico que conocemos en esta vida, cuando
muere, se descompone y se pudre. Comienza a dar un olor desagradable y
desaparece su belleza y gloria. Nos apresuramos a sepultarlo (Juan_11:17; Juan_11:39) ¿Por qué? Porque es cuerpo de
corrupción. El cuerpo de la resurrección será incorruptible; es decir, libre de
las debilidades y de la putrefacción que caracteriza al cuerpo que ahora el
hombre ocupa.
El cuerpo enterrado
no tiene honra, sino solamente deshonra; es objeto de vergüenza, escondido de
nuestra vista y de nuestro ambiente (Génesis_23:8).
Tiene todo menos gloria (resplandor). En seguida comienza a pudrirse, pero en
la resurrección ese mismo cuerpo resucitará en resplandor, mostrando honor y
gloria en todo aspecto de su ser. Al cuerpo sepultado no le queda nada de
fuerza o resistencia. Es débil en extremo, totalmente inactivo, incapacitado, e
inmóvil. En la resurrección ese cuerpo resucitará con pura vitalidad y fuerza,
libre del imperio de la muerte.
Pero en la resurrección, los creyentes
tendremos cuerpos preparados para estar unidos para siempre a espíritus hechos
perfectos. Todas las cosas son posibles para Dios. Él es el Autor y la Fuente
de la vida espiritual y de la santidad para todo su pueblo, por la provisión de
su Espíritu Santo para el alma; también vivificará y cambiará el cuerpo por
obra de su Espíritu. Los muertos en Cristo no seremos sólo resucitados sino
resucitaremos cambiados gloriosamente. Los cuerpos de los santos serán
cambiados cuando resuciten. Entonces, serán cuerpos gloriosos y espirituales,
aptos para el mundo y el estado celestiales, donde viviremos para siempre
jamás.
El cuerpo humano en su forma presente y con sus necesidades
y debilidades, no puede entrar en el reino de Dios, ni disfrutar de él.
Entonces, no sembremos para la carne, de la cual sólo podemos cosechar
corrupción. El cuerpo sigue al estado del alma. Por tanto, el que descuida la
vida del alma, expulsa a su bien presente; el que rehúsa vivir para Dios,
despilfarra todo lo que tiene.
A menudo se
pregunta qué relación se guarda entre el cuerpo mortal y el cuerpo resucitado.
Pareciera que hay una relación, pero difícilmente se detalla con precisión. Al
igual que la planta conserva algo de la semilla sembrada, el cuerpo resucitado
conserva la identidad de la persona. Es cierto que la diferencia entre los dos
cuerpos es mayor que la similitud, pero no se puede decir que no hay relación
alguna. Hay cierta continuidad entre lo que se sepulta y lo que es resucitado,
ya que se conserva la identidad de la persona. Hay una gran discontinuidad también
en que el cuerpo que es resucitado no es el mismo que fue sepultado. Eso sí, la
misma persona es resucitada con cuerpo espiritual nuevo. Pablo no nos describe
con lujo de detalle la naturaleza de este cuerpo nuevo, pero está seguro de que
Dios ha de dárnoslo. Urgía que los corintios entendieran esto.
El cuerpo del
hombre de la resurrección se contrasta con el “cuerpo animal” (físico, o
natural) de la frase anterior. Este cuerpo va a ser uno adaptado a la
existencia en el mundo espiritual que seguirá la vida actual en la carne. No se
llama “espiritual” por ser un cuerpo como de fantasma, ni porque tenga que ver
con la salvación en el cielo. Se llama así solamente porque va a ser un cuerpo
perteneciente a la existencia del más allá, un cuerpo acondicionado por el
espíritu para tener las cualidades apropiadas para esa esfera.
Como todo hombre
tiene ahora el cuerpo natural, todo hombre en la resurrección general recibirá
el cuerpo espiritual.
A fin de
que lo entendamos mejor, dada la imposibilidad de expresar adecuadamente los
estados sobrenaturales, el Apóstol comienza valiéndose de algunas imágenes
tomadas del mundo vegetal, del mundo animal y del mundo mineral, lanzando por
delante un rotundo “¡necio!” a los contradictores de la resurrección, que es
una invitación a reflexionar en la obra y poder de Dios, al que no podemos
poner límites. Por lo que toca al reino vegetal, hace notar cómo la semilla no
emprende una nueva vida si antes no muere
y se corrompe, y cómo esa semilla no es numéricamente la planta misma que de ella sale,
sino algo anterior que se desarrolla,
según una determinada ley puesta por Dios. En cuanto al reino animal,
hace notar la gran variedad que podemos apreciar de organismos, unos más
excelentes que otros. La misma variedad podemos apreciar también en el mundo
mineral, siendo muy diferente el esplendor de los cuerpos celestes y el de los
terrestres, y aun el de los mismos cuerpos celestes entre sí.
Pues bien, añade el Apóstol, todas ésas son analogías de lo
que sucederá con el cuerpo humano en la resurrección de los muertos. Es de
notar, sin embargo, que el Apóstol no hace la aplicación en detalle de cada una
de las imágenes, sino que, dejando a un lado la cuestión de la diversidad de los cuerpos gloriosos
entre sí, que ciertamente parece estar incluida en las comparaciones
precedentes, se fija sólo en las cualidades comunes a todos los cuerpos resucitados por las que se
distinguen de los actuales. Si el cuerpo
natural existe, y nadie lo niega, entonces es cierto que el otro cuerpo, el
espiritual, también existirá. Los dos cuerpos son creación de Dios según las
necesidades de cada existencia. Si hay un cuerpo natural para este mundo,
ciertamente habrá un cuerpo espiritual para el mundo venidero. El cuerpo de
este mundo tiene soportes propios para el estado físico, pero el cuerpo
espiritual no necesita de tales soportes sino que tendrá lo que sea apropiado
para el estado futuro. Esta es una revelación de Dios de cosas secretas.
Adán impartió el cuerpo animal, y Cristo ha de impartir el cuerpo
espiritual, dando vida en la resurrección al cuerpo muerto. El hecho de que
Cristo se llama el “postrer Adán” (Romanos_5:14)
indica que no habrá otro después de Cristo que se levante para servir de
salvador para la raza humana.
Cuatro cualidades atribuye aquí Pablo a los cuerpos
glorificados. La fundamental es la espiritualidad o sutileza, opuesta a la
grosería o animalidad presente. A esta espiritualidad siguen las otras tres
propiedades: una, en cierto modo, negativa, la incorruptibilidad, impasibilidad
o inmortalidad; y otras dos positivas: la claridad radiante de la hermosura y
la energía vigorosa en la acción y el movimiento.
Estas cualidades son:
La incorruptibilidad, en
contraposición al estado actual de sujeción a desgaste y a muerte.
La gloria o claridad, en
contraposición al actual estado de vileza y grosería, con sujeción a las más
humillantes necesidades.
El poder o agilidad, en contraposición a la debilidad y
torpeza actuales.
La espiritualidad o sutileza, en contraposición a la “animalidad”
actual.
De estas cuatro
propiedades, la principal, sin duda alguna, que resume las tres anteriores, es
la “espiritualidad,” que el Apóstol explica y que quizá por eso dejó para la
última.
No cabe
duda que hablar de cuerpo-espiritual parece
una contradicción, de ahí que el Apóstol comience por ratificarse en lo dicho,
como tratando de dar a entender que sabe bien lo que dice. Entiende por cuerpo espiritual, el cuerpo que está
totalmente bajo la acción y dominio
del Espíritu, gozando de sus prerrogativas.
El cuerpo
“animal,” sujeto a las leyes de crecimiento y corrupción, es el que recibimos
de Adán, nuestro primero y común padre, hecho por Dios “alma viviente,” es
decir, ser que tiene vida y puede comunicarla Gen_2:7 ;
el cuerpo “espiritual,” en cambio, lo debemos a la virtud del segundo Adán,
Jesucristo resucitado, hecho para nosotros “espíritu vivificante,” que nos
transmite una vida muy superior a la que nos viene de Adán, capaz de transformar
incluso nuestros cuerpos Rom_1:4 . En orden de tiempo ha sido primero el cuerpo
“animal” que el “espiritual,” ya que desde nuestro mismo nacimiento hemos
venido participando de la frágil condición del primer Adán mas,
como hemos llevado la imagen del “terreno”, llevaremos también , cuando llegue la
resurrección, la imagen del Adán “celeste” (Filp_2:6-7;
Juan_6:38), Jesucristo, entrando a participar de
su resurrección gloriosa que la uniformidad entre cabeza y miembros está pidiendo ( Rom_8:29;
2Cor_3:18; Filp_3:21).
Incondicionalmente todo hombre recibe de Dios
primero el cuerpo terrenal, e incondicionalmente todo hombre participará en la
resurrección de los muertos (Juan_5:28-29).
Pablo aquí no está hablando acerca de algo exclusivamente para cristianos. No
está hablando de la vida eterna en los cielos en la presencia de Dios.
Cristo vino a este
mundo a redimir al hombre pecador de la sentencia de la muerte debido a sus
pecados, y a librarle del temor de la muerte (Heb_2:14-15).
Por medio de la resurrección de Jesucristo, el hombre tiene la esperanza de la
resurrección suya. Habrá, pues, una resurrección general de todos los muertos (Hch_24:15). Como ahora han tenido cuerpos terrenales,
después tendrán cuerpos celestiales. ¡Qué gloriosa esperanza para todo el
mundo!
(Ahora, que los
resucitados en el día final gocen de la vida eterna, o que sufran la eterna
separación de Dios, es otro asunto, y, entiéndase, que es totalmente
condicional, Marcos_16:16).
Como es una
certeza que los hombres ahora llevan o portan la imagen del terrenal, también
es cierto que los hombres en la resurrección general llevarán la imagen del
celestial. La transformación del cuerpo terrenal al cuerpo celestial ocurrirá
en el día de la resurrección final aun en los vivos, y sin que hayan muerto
primero.
Este cuerpo físico no tiene la naturaleza apropiada para la existencia
en el reino de Dios más allá del Juicio Final. Por eso tiene que haber un
cambio al cuerpo “celestial”.
El cristiano no
sencillamente recibe el reino
eterno de Dios (2Ti_4:18; 2Pe_1:11), sino lo hereda como hijo de Dios (Hch_20:32; Rom_8:16-17; Col_3:24; 1Pe_1:4).
El término “reino de
Dios”, o, “reino de los cielos” se refiere a la iglesia de Dios en esta vida
como también a la existencia de los salvos eternamente en el cielo después del
Juicio Final. Es así porque el reino que el cristiano recibe es eterno (Heb_12:23; Heb_12:28). La iglesia, compuesta de los
salvos (Hch_2:47), reina con Cristo ahora, y ese
reino será entregado a Dios en el Día Final (los ver. 25-28, comentarios), y
los salvos entonces comenzarán a reinar para siempre (Apo_1:9;
Apo_5:10, “reinamos”,
Dado que el cuerpo que el hombre ahora conoce no tiene la naturaleza
necesaria para vivir para siempre en el reino eterno, y para gozar de sus
bendiciones, tiene que haber un gran cambio del cuerpo terrenal y corruptible,
sea que esté muerto dicho cuerpo, sea que esté vivo en el momento de la segunda
venida de Cristo. Habrá un cuerpo preparado para gozar de un hogar preparado (Juan_14:2).
Todos enfrentamos limitaciones. Todas aquellas
personas que tienen algún impedimento físico, mental o emocional están
especialmente al tanto de esto. Algunos pueden ser ciegos pero pueden ver una
nueva forma de vivir. Otros pueden estar sordos pero pueden oír las buenas
nuevas de Dios. Otros pueden cojear, pero caminan en el amor de Dios. Además,
tienen el estímulo de saber que su impedimento es sólo temporal. Pablo nos dice
que se nos dará cuerpos nuevos cuando Jesús regrese y estos cuerpos no tendrán
impedimentos, no morirán ni enfermarán. Esto nos da esperanza en nuestro
sufrimiento pasajero.
¡Maranatha!
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