} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: RENOVANDO NUESTRA MENTE

miércoles, 9 de agosto de 2017

RENOVANDO NUESTRA MENTE

 Romanos 12; 1-2

  “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
   No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

      Cuando se sacrificaba un animal de acuerdo a la Ley de Dios, el sacerdote daba muerte al animal, lo cortaba en pedazos y lo ponía sobre el altar. El sacrificio era importante, pero aun en el Antiguo Testamento Dios aclara que la obediencia de corazón es mucho más importante (1Samuel_15:22; Salmo_40:8; Amos 5:21-24). El ruego de Pablo de que transformemos nuestras vidas no viene de la nada. Es sólo en vista de las misericordias de Dios que su ruego se vuelve relevante y que nuestra obediencia a él es posible. Cuando reconocemos todo lo que Dios ha hecho por nosotros en su Hijo, nos damos cuenta de que ofrecernos nosotros mismos a Dios como sacrificio vivo es, verdaderamente, un acto de culto racional (logiken). La palabra vivo nos recuerda lo que Dios nos ha hecho: somos personas que ahora estamos vivas “para Dios en Cristo Jesús”.
Pablo nos anima a ver toda nuestra vida cristiana como un acto de adoración. No es sólo lo que se hace el domingo dentro del edificio de una iglesia lo que “rinde honor” a Dios, sino lo que Dios y el mundo ven en nosotros todos los días y a cada momento de la semana.
Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales. Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados.
   Si Dios nos ha redimido, nos toca dedicarnos totalmente a Él en sacrificio completo. La palabra “misericordias” se refiere a todo cuanto Dios ha hecho para el pecador por el evangelio. Cuando el hombre contempla lo que Dios ha hecho para él, debe querer entregarse a Dios en plena obediencia. La misericordia de Dios fue el tema central de Pablo en los capítulos anteriores.
Debe el cristiano usar su cuerpo en las cosas de la justicia, apartándose de la injusticia.   Pablo no está diciendo que, en vista de lo que ha hecho Dios para mí, ahora es razonable (aceptable) que yo le rinda culto. Dios es espíritu y le adoramos en espíritu y en verdad (Juan 4:24). Presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio viva, etcétera, es un servicio o adoración espiritual. Es del corazón, del alma, de la mente.
El cristiano sabe que su cuerpo pertenece a Dios tanto como su alma, y que puede servir a Dios tanto con su cuerpo como con su mente o su espíritu.
El cuerpo es el templo del Espíritu Santo y el instrumento con el que hace Su obra. Después de todo, el gran hecho de la Encarnación quiere decir básicamente que Dios no desdeñó asumir un cuerpo humano, vivir en él y obrar por medio de él.
      El verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él todos los días. El verdadero culto a Dios no es ofrecerle una liturgia, por muy noble que sea, o un ritual, ni siquiera el más solemne. El verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana; no algo que hay que hacer en la iglesia, sino algo que ve todo el mundo, porque somos el templo del Dios vivo. Uno puede que diga: «Voy a la iglesia a dar culto a Dios»; pero debería también decir: «Voy a la fábrica, la tienda, la oficina, la escuela, el garaje, la mina, el astillero, el campo, el jardín o la cocina, a dar culto a Dios.» Esto no quiere decir precisamente estar cantando himnos o pensando en Dios o " dando testimonio» mientras se trabaja, lo cual tal vez nos restaría concentración en lo que estamos haciendo; sino hacer lo que se espera de nosotros lo mejor posible, como si fuera -¡como que es!- para la gloria de Dios    En 1 Corintios 7:31 Pablo habla de la “apariencia de este mundo.” Se refiere a la moda o costumbre de los mundanos. La palabra griega es skema, de la cual tenemos “esquema.” En Romanos 12:1-21  es la misma palabra, nada más en forma verbal. Así es que el cristiano no sigue las modas y prácticas pecaminosas de este mundo.  
              Los judíos dividían el tiempo en dos épocas: la actual para ellos, antes de la venida del Mesías, y la de después (Mateo_12:32), o sea, este siglo y el venidero. “Este siglo” vino a significar la época mundana y mala. Aunque ha venido ya el Mesías, la expresión “este siglo” sigue significando “este mundo malo” (Gálatas_1:4).
              Es responsable el cristiano por este cambio que obra lentamente en él (2 Corintios_4:16). La única manera de renovar el entendimiento es dejar de pensar como los hombres (Isaías_55:8-9) y pensar como está revelado en las Sagradas Escrituras (Filipenses_4:8). ¡Estudiemos la Biblia diariamente! (1Tesalonicenses_5:21). El evangelio, obrando en nosotros, nos transformará.
              Cuando la mente renovada obra esta transformación de carácter en el cristiano, ya por la propia experiencia de vida el cristiano está experimentando que es buena, agradable, y perfecta la voluntad de Dios. Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. Él quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio. Los cristianos tenemos este llamado: "No os conforméis a este siglo". No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento". Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados        Pablo  exige un cambio radical. No debemos adoptar las formas del mundo; sino transformarnos, es decir, adquirir una nueva manera de vivir.     "No tratéis de estar siempre a tono con todas las modas de este mundo; no seáis "camaleones", tomando siempre el color del ambiente.»
  La conversión y la santificación son la renovación de la mente; cambio, no de la sustancia, sino de las cualidades del alma. El progreso en la santificación, morir más y más al pecado, y vivir más y más para la justicia, es llevar a cabo esta obra renovadora, hasta que es perfeccionada en la gloria. El gran enemigo de esta renovación es conformarse a este mundo. Cuidémonos de formarnos planes para la felicidad, como si estuviera en las cosas de este mundo, que pronto pasan. No caigamos en las costumbres de los que andan en las lujurias de la carne, y se preocupan de las cosas terrenales. La obra del Espíritu Santo empieza, primero, en el entendimiento y se efectúa en la voluntad, los afectos y la conversación, hasta que hay un cambio de todo el hombre a la semejanza de Dios, en el conocimiento, la justicia y la santidad de la verdad. Así, pues, ser piadoso es presentarnos a Dios.

Así, dice Pablo, para dar culto y servir a Dios tenemos que experimentar un cambio, no de aspecto, sino de personalidad. ¿En qué consiste ese cambio? Cuando Cristo entra en la vida de un hombre, éste es un nuevo hombre; tiene una mentalidad diferente, porque tiene la mente de Cristo.
Cuando Cristo llega a ser el centro de nuestra vida es cuando podemos presentarle a Dios el culto verdadero, que consiste en ofrecerle cada momento y cada acción.

La esencia del éxito en la vida cristiana es la renovación de nuestra mente para que podamos comprobar cuál sea la voluntad de Dios, es decir, reconocer y poner en práctica la voluntad de Dios para cada situación que enfrentemos. Dios no nos ha dado a los creyentes en Cristo un complejo conjunto de reglas para guiarnos. Nos ha dado su Espíritu quien está trabajando para cambiar nuestros corazones y nuestras mentes desde adentro, para que nuestra obediencia a Dios sea natural y espontánea.


¡Maranatha!

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