Hebreos
13:1-6
“El
amor de la hermandad permanezca. No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta
algunos, habiendo hospedado ángeles, fueron guardados. Acordaos de los presos como presos juntamente
con ellos; y de los afligidos, como también vosotros mismos sois del cuerpo. Sea
venerable en todos el matrimonio, y la cama sin mancha; mas a los fornicarios y
adúlteros juzgará Dios. Sean las
costumbres vuestras sin
avaricia, contentos de lo presente (porque él dijo: No te desampararé, ni te
dejaré.) De tal manera que digamos confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me
hará el hombre.”
(La Biblia de Casiodoro de Reina
1569)
Al llegar al final de la carta, el autor de hebreos trata de
algunos asuntos prácticos. En esta sección bosqueja cinco cualidades esenciales
de la vida cristiana.
(i)
Está el amor fraternal.
Es una palabra compuesta de dos: amor
(filos) y hermano (adelfos ). Significa el afecto natural que hay entre
hermanos, que se evidencia en la bondad y la simpatía ofrecidas en tiempo de
necesidad. Los hebreos manifestaban este amor. Las mismas circunstancias en que vivía la Iglesia
Primitiva ponían en peligro a veces el amor fraternal. El mismo hecho de tomar
tan en serio su fe era, en cierto sentido, un peligro. En una iglesia que está
amenazada desde fuera y desesperadamente en serio por dentro, se presentan
siempre dos peligros. Uno es el de «la caza de brujas»; es decir, el complejo
de herejía. El mismo deseo de conservar la pureza de la fe provoca el que
algunos se dediquen afanosamente a descubrir y eliminar al hereje y al que se
ha desviado de la fe. Y el segundo peligro es el de tratar con dureza y despego
al que le han faltado la fe o los nervios. La misma necesidad de una lealtad
sin contemplaciones en medio de un mundo pagano y hostil tiende a añadir rigor
en el trato con el que no tuvo valor para permanecer fiel a la fe en la hora de
la crisis. Es una gran cosa mantener la fe en toda su pureza; pero, cuando el
deseo de mantenerla nos convierte en inquisidores duros y despiadados; es que
ha desaparecido el amor fraternal, y llegamos a una situación que es peor que
la que queríamos evitar. Sea como sea, tenemos que combinar dos cosas: la
seriedad en las materias de la fe y la amabilidad hacia la persona que se ha
desviado.
El amor verdadero a los demás produce acciones
tangibles: hospitalidad hacia los extranjeros (13.2); solidaridad con quienes se hallan en la cárcel
y con quienes son maltratados (13.3); respeto por los votos matrimoniales
(13.4); y satisfacción con lo que se tiene (13.5).
(ii)
Está la hospitalidad.
"Hospitalidad"
es la traducción de la palabra griega filoxenia. En 3
Juan_1:5, aparece la palabra xenos, donde por el contexto se sabe que se
hace referencia a hermanos desconocidos, aunque la palabra misma
solamente significa alguna persona no conocida. A los hermanos hebreos en estos
dos versículos, se les exhorta a continuar a mostrar su amor hacia los hermanos
y a no olvidarse de amar aún a los hermanos no conocidos en persona.
El
mundo antiguo respetaba y amaba la hospitalidad. Los judíos tenían un dicho:
«Hay seis cosas cuyo fruto come el hombre en este mundo y por las que su estado
se eleva en el mundo venidero.» Y la lista empieza por: «Ofrecer hospitalidad
al forastero y visitar al enfermo.»
En el mundo antiguo había un sistema alucinante
de lo que llamaban «amistades de hospedaje.» A lo largo de los años, las
familias, hasta cuando habían dejado de estar en contacto, tenían el acuerdo de
que, cuando fuera necesario, se ofrecerían hospitalidad mutuamente. Esto era
aún más necesario entre cristianos. Los esclavos no tenían un hogar propio al
que pudieran ir. Los predicadores y los profetas itinerantes siempre estaban de
camino. Por los asuntos normales de la vida, los cristianos tenían que hacer
viajes. Las posadas públicas no eran solución, tanto por lo caras e inseguras
como por lo inmorales. Habría en aquel tiempo muchos cristianos aislados que
peleaban una vida solitaria. El Cristianismo tenía que ser, y ahora también tendría
que ser, la evidencia de la puerta abierta. El autor de hebreos dice que
los que dieron hospitalidad a forasteros, a veces, sin saberlo, acogieron a
ángeles de Dios. Tres
personalidades de la Biblia "sin saberlo, hospedaron ángeles": (1)
Abraham (Genesis 18:1ss), (2) Gedeón (Jueces 6:11ss), y (3) Manoa (Jueces 13:2ss). Algunos dicen que no pueden ser
hospitalarias porque sus hogares no son lo bastante amplios o cómodos. Pero aun
si tienes sólo una mesa y dos sillas en una habitación alquilada, hay personas
que se van a sentir agradecidas al pasar un tiempo en tu casa. ¿Hay visitantes
en tu iglesia a quienes pudieras darles alguna comida? ¿Conoces a personas
solteras que disfrutarían de pasar una tarde conversando? ¿De alguna manera tu
hogar podría suplir las necesidades de los ministros itinerantes? Hospitalidad
simplemente significa lograr que otras personas se sientan cómodas y en casa.
(iii)
Está la solidaridad con los
que tienen problemas.
Es aquí donde vemos la Iglesia
Primitiva en su aspecto más encantador. Sucedía a menudo que a un cristiano le
metían en la cárcel, o algo peor. Podía ser por la fe, pero también por deudas,
porque muchos de los cristianos eran pobres, o porque los hubieran capturado
piratas o bandoleros. Entonces entraba la iglesia en acción. Debemos sentirnos solidarios
con quienes están presos, sobre todo con los creyentes que han perdido la
libertad debido a su fe. Jesús dijo que sus discípulos verdaderos visitarán a
los que están en la cárcel como sus representantes (Mateo_25:36)
Tertuliano escribe
en su Apología: " Si resulta que hay algunos en las minas; o
desterrados a las islas, o encerrados en la cárcel sólo por su fidelidad a la
causa de la Iglesia de Dios, se convierten en los protegidos de su confesión.»
El orador pagano Arístides decía de los cristianos: «Si se enteran de que uno
de su número está en la cárcel o en dificultades por ser cristiano, todos le
ofrecen ayuda en su necesidad y, si se le puede redimir, le procuran la
libertad.» Cuando Orígenes era joven, se dijo de él: "No sólo estaba al
lado de los santos mártires en la cárcel y hasta que los condenaban, sino,
cuando los llevaban a la muerte, los acompañaba sin temor al peligro.»
Algunas veces condenaban a los cristianos a las minas, que era como
mandarlos a Siberia. Las instrucciones de los Apóstoles establecían: «Si
los impíos condenan a un cristiano a las minas por causa de Cristo, no os
olvidéis de él, sino mandarle de los ingresos de vuestro trabajo y sudor para
su sustento y apoyo como soldado que es de Cristo.» Los cristianos buscaban a
sus hermanos en la fe hasta en las selvas. De hecho había una comunidad
cristiana en las minas de Fenón.
A veces había que rescatar a los cristianos que caían en poder de
ladrones o bandidos. Las instrucciones de los Apóstoles establecen:
«Todo el dinero que podáis reunir de vuestro trabajo honrado, destinadlo a la
redención de los santos, comprando la libertad de esclavos, cautivos o
prisioneros, personas maltratadas o condenadas por los tiranos.» Cuando los
ladrones de Numidia se llevaron a sus amigos cristianos, la iglesia de Cartago
reunió una cantidad entonces astronómica para rescatarlos, y prometió más.
Hasta se daba el caso de cristianos que se vendían a sí mismos como esclavos
para que se reuniera el dinero necesario para el rescate de sus amigos.
Estaban preparados hasta a pagar para poderse introducir en la cárcel.
Los cristianos se hicieron tan notorios por su ayuda a los presos que, al
principio del siglo IV, el emperador Licinio publicó una nueva ley según la
cual «nadie podía mostrar amabilidad a los condenados a prisión llevándoles
comida, ni tener compasión de los que estaban muriéndose de hambre en la
cárcel.» Y se añadía que, a los que descubrieran haciéndolo, se los condenaría
a sufrir la misma condena que los que trataban de ayudar.
Estos ejemplos están tomados de la obra de Harnack La expansión del
Cristianismo, y se podrían añadir otros muchos. En los- primeros tiempos,
ningún cristiano que sufriera por su fe se vería abandonado u olvidado por sus
hermanos.
Hoy, ya puedes verte entre la espada y la pared, hambriento y
desvalido que mirarán para otro lado.
(iv)
Estaba la pureza.
"Fornicación" es el término comprensivo
o inclusivo. No se limita a relación sexual entre solteros. El adulterio, la
homosexualidad, la bestialidad, y la poligamia, son todos casos de fornicación.
Todo adulterio es fornicación, pero no toda fornicación es adulterio.
"Fornicación" es término general; "adulterio" es término
específico.
Lo primero, el matrimonio se respetaba
universalmente. Esto podía querer decir una de dos cosas casi opuestas.
(a)
Había ascetas
que despreciaban el matrimonio. Algunos, hasta llegaban a castrarse para llegar
a lo que ellos consideraban la pureza. Orígenes, por ejemplo, llegó a ese
extremo para poder enseñar el Evangelio también a las jóvenes. Hasta un pagano
como el médico Galeno se dio cuenta de que los cristianos «incluyen a hombres y
mujeres que se abstienen de cohabitar toda la vida.» El autor de hebreos insiste,
frente a esos ascetas, en que hay que honrar, y no despreciar, el matrimonio.
(b) Había quienes estaban en peligro de
volver a la inmoralidad. El autor de hebreos usa dos palabras. Una
denota vivir en adulterio; la otra, toda clase de impureza, tal como el vicio
contra naturaleza. Los cristianos trajeron al mundo un ideal nuevo de pureza.
Hasta los paganos lo reconocían. Galeno, en el pasaje antes citado, añade:
«También hay en su número individuos que, en el control y dominio de sí mismos
y en su seria búsqueda de la virtud, han alcanzado un nivel no inferior al de
los verdaderos filósofos.» Cuando Plinio, el gobernador de Bitinia, examinaba a
los cristianos e informaba al emperador Trajano, tenía que admitir, aunque
estaba buscando razones para condenarlos, que en sus reuniones en el día de su
Señor, "se comprometen bajo juramento, no a cometer ningún crimen, sino a
no cometer robos ni hurtos ni adulterios, ni faltar a su palabra o negarse a
devolver un depósito cuando se les reclama.» En los primeros tiempos, los cristianos
presentaban al mundo tal ejemplo de pureza que hasta sus críticos o sus
enemigos no podían por menos de admirar.
(v)
Está el contentamiento.
El cristiano tenía que mantenerse libre del amor
al dinero. Tenía que estar contento con lo que tuviera; ¿y cómo no estarlo si
tenía la constante presencia de Dios? Hebreos cita dos grandes pasajes del
Antiguo Testamento Josué 1:5 y Salmo 118:6 para mostrar que el hombre de Dios no
necesita nada más porque tiene siempre consigo la presencia y la ayuda de Dios.
Nada que se le pudiera dar sería mayor riqueza.
Nos sentimos contentos cuando disfrutamos de la provisión de Dios para
satisfacer nuestras necesidades. Los cristianos que se convierten en
materialistas dicen con sus acciones que Dios no es capaz de cuidar de ellos, o
que al menos El no quiere cuidarlos en la forma que quisieran. La inseguridad
puede conducir al amor al dinero, sin que importe que seamos ricos o pobres. El
único antídoto es confiar en Dios para suplir todas nuestras necesidades. Dios también es honrado por
aquellos que se mantienen sin amor al dinero y están contentos
con lo que tienen. El secreto de tal contentamiento es el aprender a confiar en
Dios para lo que sea necesario.
¡Maranatha!
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