Mateo 7; 21
“No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos.”
Había muchos charlatanes, como hoy en día, que
ofrecían a Jesús un reconocimiento de labios, y que usaban su nombre para
producir efectos maravillosos en personas poseídas de demonios. Lo que Jesús
está diciendo es que, si una persona usa su nombre con pretensiones falsas,
llegará el día en que tenga que rendir cuentas. Sus motivos verdaderos serán
expuestos, y él será desterrado de la presencia de Dios.
Hay dos grandes
verdades de valor permanente en este pasaje. No hay más que una sola manera en
que se puede demostrar la sinceridad de una persona, y es su conducta. Las palabras
bonitas nunca pueden ocupar el lugar de las obras verdaderas. No hay más que
una manera de demostrar el amor y es mediante la obediencia. No tiene sentido
el decir que amamos a una persona, y luego hacer cosas que quebrantan su
corazón.
Se puede confesar a Dios con los labios, negándole en la vida. No es
difícil recitar un credo, pero sí lo es vivir la vida cristiana. La fe sin la
práctica es una contradicción en términos y el amor sin la obediencia es una
imposibilidad.
Por detrás de este pasaje se encuentra la idea
del juicio. Por todo él fluye la seguridad de que el Día del Juicio está al
llegar. Una persona puede conseguir mantener las pretensiones y los disfraces,
pero llega el día en que todo esto aparece tal como es, y los disfraces
desaparecen. Podemos engañar a los hombres con nuestros pensamientos, pero a
Dios no. «Tú disciernes mis pensamientos desde lejos,» decía el salmista (Salmo_139:2).
Ninguna persona puede engañar en última instancia al Dios que ve el
corazón.
Jesús demandaba dos cosas.
Demandaba que se Le escuchara. Una de las grandes
dificultades que tenemos que arrostrar hoy en día es el simple hecho de que la
gente a menudo no sabe lo que Jesús dijo o lo que la Iglesia enseña. De hecho,
la cosa es peor todavía. A menudo se tiene una idea totalmente equivocada de lo
que dijo Jesús y de lo que la Iglesia enseña. No forma parte de la obligación
de ninguna persona respetable el condenar a una persona, o a una institución
que no se ha escuchado -y eso es hoy precisamente lo que hacen muchos. El
primer paso hacia la vida cristiana es sencillamente darle a Jesucristo una
oportunidad de que se Le escuche.
Demandaba que las personas hicieran. El conocimiento sólo llega
a ser pertinente cuando se traduce en acción. Es perfectamente posible sacar
sobresaliente en un examen de ética cristiana, y sin embargo no ser cristiano.
El conocimiento debe convertirse en acción; la teoría debe materializarse en la
práctica; la teología debe convertirse en vida. No tiene mucho sentido ir al
médico, a menos que se esté preparado a hacer lo que nos diga. No tiene mucho
sentido acudir a un experto, a menos que se esté preparado a poner en práctica
su consejo. Y sin embargo hay miles de personas que escuchan la predicación de
Jesucristo todos los domingos, y que tienen suficiente conocimiento de lo que
Jesús enseñó, y sin embargo se esfuerzan poco o nada en ponerlo en práctica. Si
queremos ser seguidores de Jesús en algún sentido que merezca ese título,
debemos oír y hacer.
¿Hay alguna palabra que incluya oír y hacer? Sí la hay, y es obediencia.
Jesús demanda nuestra obediencia implícita. Aprender a obedecer es la
cosa más importante de la vida cristiana. Jesús asegura que obedecerle es el
único cimiento seguro en la vida; y Su promesa es que la vida que se basa en la
obediencia a Él está a salvo, vengan las tormentas que vengan.
Lucas 13;
25-27
“Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta,
y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
Entonces comenzaréis a decir:
Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos
vosotros, hacedores de maldad”
Es fácil creer que, una vez que nos hemos entregado a Jesucristo, ya
estamos dentro y nos podemos sentar tranquilamente como si hubiéramos llegado a
la meta. No hay tal en la vida cristiana. Si uno no está avanzando
continuamente es que está retrocediendo. Hallar la salvación requiere más
concentración y esfuerzo de lo que muchas personas esperan invertir. Es obvio
que no podemos salvarnos solos ni hay manera en que podamos hacer algo en favor
de Dios. Debemos esforzarnos en "entrar por la puerta angosta" en un
deseo diligente de conocer a Dios y procurar con fervor establecer una relación
sin importar el costo. Debemos cuidar de no pasar por alto esta acción porque
la puerta no estará abierta para siempre.
El Señor nos ofrece una puerta angosta y hay tiempo limitado para
entrar por ella para ser salvos. Al pasar por ella uno “cierra la
puerta” a la vida pasada y entra en una vida bendecida y dichosa con la esperanza
de heredar la vida eterna.
La vida cristiana
es como una escalada en la que vamos siguiendo senderos hacia una cima que no
se alcanza en este mundo. Hay algunos
que creen que basta con haber vivido en una civilización cristiana. Se
consideran diferentes de los paganos ciegos e ignorantes. Pero la persona que
vive en una llamada civilización cristiana no es cristiana por eso. Sin duda
disfruta de muchas de sus ventajas; está beneficiándose de un capital que otros
han acumulado; pero no hay razón para conformarse, sino más bien para aceptar
el desafío: "¿Qué has hecho tú para iniciar todo esto? ¿Qué has hecho para
conservarlo y desarrollarlo?» No podemos vivir de una bondad prestada.
Habrá sorpresas en
el Reino de Dios. La posición en el Cielo no es como en la Tierra. Los primeros
de la Tierra resultarán los últimos, y los últimos de aquí serán los primeros
en el Cielo.
"Esforzaos a entrar". “luchar
agonizar". Se traduce "luchar" en 1Corintios_9:25, "todo aquel que lucha, de todo se
abstiene"; "luchar como en una competición, forzando todos y cada uno
de los nervios para alcanzar el objetivo, Lucas_13:24;
dar el todo en el esfuerzo, involucrando penalidades, Colosenses_1:29".
Se traduce "pelear" en 1Timoteo_6:12,
"Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna".
También en 2Timoteo_4:7, "he peleado la
buena batalla". Vemos, pues, que el Nuevo Testamento emplea términos
relacionados con las carreras y aun con la guerra para enfatizar lo serio y lo
intenso del conflicto contra Satanás y, por lo tanto, lo difícil de ser
incluido entre los pocos que se salvan. ¿Cuántas personas quieren esforzarse
tanto, como para correr una carrera, o aun para pelear como soldados en una
guerra? 1Corintios_9:27, "golpeo mi cuerpo,
y lo pongo en servidumbre". Pablo emplea términos del boxeo para indicar
lo intenso de la lucha para ser salvos. Es lucha entre la carne y el Espíritu (Romanos_8:6-7; Gálatas_5:17). 1Pedro_4:18,
"Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el
pecador?"
La Biblia
dice claramente que con dificultad el justo se salva. No dice que es
"fácil" ser cristiano. Es camino angosto. Requiere el emplear todas
las fuerzas.
Entendamos lo que leamos. La gente deseaba saber quién se salvaría.
Jesús explicó que a pesar de que muchos saben algo acerca de Dios, solo algunos
han aceptado su perdón. Escuchar sus palabras o admirar sus milagros no es
suficiente, es fundamental dar la espalda al pecado y confiar en Dios para
recibir su salvación.
Nuestro
Salvador vino a guiar la conciencia de los hombres, no a satisfacer su
curiosidad. No preguntes ¿cuántos serán salvados? sino ¿seré salvo? No
preguntes ¿qué será de tal y tal persona? sino ¿qué haré yo y qué será de mí?
Esfuérzate para entrar por la puerta estrecha. Esto se manda a cada uno de
nosotros: Esfuérzate. Todo el que será salvado debe entrar por la puerta
angosta, debe emprender un cambio de todo el hombre. Los que entren por ella,
deben esforzarse por entrar. He aquí consideraciones vivificantes para reforzar
esta exhortación. ¡Oh, seamos todos despertados por ellas! Ellos contestan la
pregunta, ¿son pocos lo que se salvan? Pero que nadie se desprecie a sí mismo o
a los demás, porque hay postreros que serán primeros, y primeros que serán
postreros. Si llegamos al cielo, encontraremos a muchos allá a quienes no
pensamos encontrar, y echaremos de menos a muchos que esperábamos hallar.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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