Santiago 1; 23-27
Pero sed hacedores de la palabra, y
no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Porque
si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al
hombre que considera en un espejo su rostro natural.
Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste
será bienaventurado en lo que hace.
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino
que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar
a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del
mundo.
La
Palabra, recibida con mansedumbre, y que está implantada en uno, debe estar
obrando efectivamente en nuestro estilo de vida. Le toca al cristiano, no
entender todo, sino obedecer la Palabra de Dios en la Biblia
Mateo_7:24-27 es un buen comentario sobre este
versículo. También en la parábola del sembrador (Mateo_13:18-23,
Marcos_4:3-20) vemos la necesidad de producir fruto con el mensaje
divino oído.
Santiago
usa el imperativo presente al decir, "sed", dando a entender que sus
lectores deben estar llegando a ser hacedores de la Palabra, y quedarse activos
en ello continuamente. El tiempo presente en el griego enfatiza lo que es
habitual o de duración. Algunos de los hermanos habían llegado a un estado de
haber oído la Palabra y se contentaban con ello; no la ponían por obra
continuamente.
El propósito bíblico de oír es que se produzca
fe (Romanos_10:17), y la fe obra (Santiago_2:22). Al ser algunos culpables de ser
solamente oidores, es obvio que les faltaba fe. ¡No estaban oyendo con el fin
de obrar! Estos hermanos contenían conocimiento (pues estaban oyendo), pero no
tenían mucho fruto (Juan_15:8), porque no
obedecían.
Lo primero de todo, nos presenta al que va a la
reunión de la iglesia, y oye la lectura y la exposición del Evangelio, y cree
que con eso ya es cristiano. Tiene los ojos cerrados al hecho de que lo que se
lee y se oye en la iglesia tiene que vivirse. Todavía se suele identificar el
ir a la iglesia y el leer la Biblia con el Cristianismo, pero eso no es ni la
mitad del camino. Lo realmente importante es trasladar a la acción lo que hemos
escuchado.
En segundo lugar, Santiago dice que esa persona es como la que se mira
en el espejo -los espejos no se hacían entonces de vidrio, sino de metal
pulimentado--, ve los defectos que le desfiguran el rostro y desmelenan el
cabello, y se va y se olvida de su aspecto, así es que no hace nada para
mejorar. Al escuchar la Palabra de la verdad se le revela a uno cómo es y cómo
debería ser. Ve lo que está mal; y lo que tiene que hacer para remediarlo;
pero, si no hace más que oír, se queda como estaba, y no le ha servido de nada.
Santiago nos recuerda que lo que oímos en la iglesia lo tenemos que
vivir fuera -o no tiene sentido que lo oigamos.
Uno se
engaña a sí mismo porque cree que está bien con Dios, ya que asiste fielmente a
presentaciones de la Palabra predicada y que oye. Pero la verdad es que con
solamente oír no está sirviendo al Señor. Es víctima de la falacia de su
razonamiento. El oír es un medio, ¡no un fin! Se priva a sí mismo el que cree
que basta ser oyente fiel. Al contrario, el oír tiene el diseño de producir la
fe que obra, y el fiel es el que oye con ese fin.
El
que se mira detenidamente en el espejo se ve a sí mismo tal como es, con las
imperfecciones que necesitan atención. De igual manera, el que mira atentamente
a la Palabra de Dios, se ve a sí mismo con todos sus defectos, porque no es
como enseña la Palabra que debería ser. Pero si en los dos casos uno va a ser
"observador", pero no también a la vez "hacedor", no saca
ningún provecho, porque el mirar no es seguido del hacer u obedecer.
La
parábola del sembrador habla de cómo la semilla sembrada es quitada; de igual
manera el considerar, seguido del olvido inmediato, termina en pérdida de
provecho. Muchos profesados cristianos se congregan con frecuencia y oyen
clases bíblicas y predicaciones, y por el momento se agita algo su conciencia,
pero luego salen de la clase o de la asamblea, e inmediatamente los afanes del
mundo ocupan su mente. Olvidados de la enseñanza bíblica, siguen siendo oidores
negligentes.
"Más el que mira atentamente". La
Versión Moderna dice, "escudriña cuidadosamente". El mismo verbo en
el texto griego se emplea en 1Pedro_1:12 ("anhela
mirar"), en Lucas_24:12 ("inclinándose"
vio, Versión Moderna), y en Juan_20:5; Juan_20:11 ("bajándose",
a mirar; "se inclinó" para mirar). Es obvio, pues, que Santiago se
refiere al que procura empeñosamente mirar o considerar las cosas reveladas en
las Escrituras. La preposición griega
eis significa "hacia delante"; es decir, él que mira dentro de la
ley. Su deseo es penetrarla, para saber lo que contiene.
"La perfecta ley, la de la libertad". Es el evangelio, o enseñanza, del Nuevo
Testamento. La
llama perfecta ley. Hay tres razones por las que la ley es perfecta. (a)
Es la ley de Dios, promulgada y revelada por Él. La manera de vivir que
Jesús estableció para Sus seguidores está de acuerdo con la voluntad de Dios.
(b)
Es perfecta porque no se puede mejorar. La ley evangélica es la ley del amor; y
no se pueden satisfacer plenamente las demandas del amor. Cuando amamos a
alguien, sabemos muy bien que aunque, le diéramos todo el mundo y estuviéramos
a su servicio toda la vida, no nos daríamos, por satisfechos o consideraríamos
que merecemos su amor.
(c)
Pero queda otra razón. La palabra griega téleios casi siempre describe
la perfección con vistas a un fin determinado. Ahora bien, si una persona
obedece la ley de Cristo, cumple el propósito para el que Dios la puso en el
mundo; es la persona que debe ser, y hace la contribución que le corresponde
hacer al mundo. Es perfecta en el sentido de que, obedeciendo la ley de Dios,
cumple el destino que Dios le había asignado.
Se
llama "perfecta" porque está completa y es final. ¡No se le puede
añadir nada! No se necesitan "revelaciones modernas".
Una ley
es una regla de conducta. Dado que la salvación por gracia es condicional (Marcos_16:16), hay condiciones. En la ley de Cristo se
hallan estas condiciones. Esto no es "legalismo", porque Dios ha
provisto la salvación en Cristo (Efesios_1:3; Romanos_8:1);
y no en el hombre (Romanos_7:24). Pero si no
hubiera condiciones, la salvación sería universal.
Se llama "de
libertad" porque nos liberta de la condenación del pecado. "Y persevera en ella". Más bien, perseverar en mirar atentamente en la ley
perfecta. Este es el hombre (cristiano) que será bienaventurado.
La llama ley de libertad; es decir: la ley en cuyo cumplimiento
se encuentra la verdadera libertad. Todos los grandes hombres han estado
siempre de acuerdo en que es sólo cuando se obedece la ley de Dios cuando se es
libre de veras. " El obedecer a Dios es la libertad.» Cuando uno tiene que obedecer a sus pasiones,
emociones y deseos, no es más que un esclavo. Es cuando acepta la ley de Dios
cuando es libre porque es entonces cuando es libre para ser lo que debe ser. Su
servicio es la perfecta libertad, y en hacer Su voluntad está nuestra paz.
La
bendición se pronuncia sobre el cristiano que procura saber la voluntad de Dios
de continuo, buscándola en la doctrina de Cristo que es perfecta y que liberta
de la condenación eterna.
Si algún cristiano "piensa"
sinceramente que está bien con Dios porque es religioso (es decir, asiste
fielmente a los servicios, etcétera) pero al mismo tiempo no está poniendo por
obra lo que Dios le está diciendo (por ejemplo, en lo que concierne al uso
correcto de la lengua), se engaña a sí mismo. El engañarse a sí mismo es cosa
seria, de la cual pueden ser víctimas aún los hermanos sinceros. Por eso
Santiago da esta exhortación.
Refrenar
la lengua significa gobernarla como al caballo se le controla con un freno (Salmo_39:1). Esta falta en el uso correcto de la
lengua o era pecado peculiar a los lectores de Santiago, o le servía de ejemplo
de muchas faltas que hacen que la religión de uno sea vana.
"Religioso". Viene de la palabra
griega threskos que aparece así como adjetivo solamente en este pasaje. Significa especialmente culto exterior que
consiste en ceremonias, o lo que llamamos comúnmente hoy en día "los
servicios de la iglesia".
Puede el cristiano rendir culto a Dios en
vano, si no pone por obra en la vida diaria lo que la Palabra le enseña. Puede
ser miembro con nombre de que vive, pero estar muerto (Apocalipsis
3:1), o con la idea de que es rico, pero ser en la vista de Dios un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (Apocalipsis_3:17).
Meramente "asistir a los servicios" (es decir, ser
"religioso") ¡no basta! Tal religión es fútil porque no ha obrado un
efecto deseado en toda facultad del cuerpo y de la mente. El profesado
cristiano, con esta clase de religión, aunque piensa que está bien, en realidad
no "será bienaventurado".
La
religión pura y sin mácula combina el servicio exterior con las buenas obras de
benevolencia (Efesios_2:10; Tito_2:14; Tito_3:8; 1Juan_3:17-18)
y la pureza de vida.
Santiago no está diciendo que el todo
de la religión pura y sin mácula consiste en las dos cosas aquí mencionadas. El
nada más la ilustra, de manera positiva y luego negativa. Pone una parte por el
todo. El punto es que en la religión que Dios acepta hay más que servicio
exterior y de profesión. Es práctica y afecta toda relación del hombre con Dios
y con los hombres. Hay cosas que hacer y que evitar (y no tan solamente que
oír).
"Visitar" no significa una visita
social, sino el hecho de ver por las necesidades de uno, aliviándolas. Este uso
de "visitar" se nota en Jeremías_23:2; Zacarías_11:16,
y Mateo_25:36.
Las
iglesias denominacionales se basan en tales textos como éste para justificar su
"evangelio social", o sea sus obras de mejoramiento y de alivio
sociales. Ignoran el simple hecho de que este versículo (como los demás de este
contexto) trata de las responsabilidades del individuo.
Algunas
iglesias de Cristo, mayormente a partir de la Segunda Guerra Mundial, han
erigido orfanatos y asilos para ancianitos, poniendo la dirección de ellos bajo
los ancianos de las llamadas iglesias "patrocinadoras", mientras que
otras muchas han optado como más bíblico el enviar subsidio a instituciones
humanas (bajo mesas directivas compuestas de hermanos en la fe) para que éstas
hagan la obra de benevolencia. Cometen el mismo error que los sectarios: a
saber, tomar un pasaje dirigido al individuo, y aplicarlo a la colectividad (la
iglesia local, o congregación).
Algunos
hermanos liberales arguyen así: "Santiago_1:27 nos
dice qué hacer; es decir, cuidar de huérfanos y de viudas, y que 1Timoteo_5:16 nos dice quién ha de hacerlo; es decir,
la iglesia." Esto es jugar con las Escrituras. Santiago
1:27 nos dice las dos cosas: ¡qué y quién! El cristiano individual es
quien debe tener religión pura y sin mácula. Los liberales hallan
"huérfanos y viudas" en Santiago_1:27,
y "viudas e iglesia" en 1Timoteo_5:16.
De Santiago_1:27 sacan huérfano, y de 1Timoteo_5:16, iglesia, y luego concluyen que iglesias
de Cristo deben enviar donativos a instituciones benévolas para que éstas se encarguen
de hacer lo que se dice ser ¡"la obra de la iglesia"! ¡Cómo tuercen
las Escrituras! No hay pasaje novo testamentario que hable de benevolencia
institucional de parte de iglesias de Cristo por medio de fondos tomados de sus
tesorerías.
“Y guardarse sin mancha del mundo". ¿Por
qué no aplican los hermanos liberales esta parte del versículo a la
colectividad? Es más que obvio que Santiago sigue refiriéndose a
responsabilidades individuales.
El
"mundo" aquí referido es la esfera de maldad, la sociedad sin Dios y
del pecado (2Pedro_1:4).
El
que reclama ser cristiano, pues, al oír lo que Dios dice por su Palabra
procurará ponerlo por obra, en la observancia de servicio exterior, de
benevolencia hacia otros, y de abstenerse de los deseos carnales.
El ritual más apropiado y la liturgia más elevada que se le pueden
ofrecer a Dios son el servicio a los pobres y la pureza personal.» Para Él el
culto verdadero no consistía en túnicas elaboradas o en música impresionante o
en cultos cuidadosamente organizados, sino en el servicio práctico a la
humanidad y en la pureza de la propia vida personal. Es perfectamente posible,
desgraciadamente, que una iglesia esté tan pendiente de la belleza de sus
edificios y el esplendor de su liturgia que no le quede tiempo ni dinero para
el servicio cristiano práctico; y eso es lo que Santiago condena.
De hecho, Santiago condena lo mismo que habían condenado los profetas
mucho tiempo antes. «Dios -había dicho el salmista- es Padre de huérfanos y
defensor de viudas» (Salmo 68). La denuncia de Zacarías era que la gente se
encogía de hombros y cerraba el corazón a cal y canto a las exigencias de la
verdadera justicia, a tener misericordia y compasión de sus semejantes, a no
oprimir a las viudas, los huérfanos, los forasteros y los pobres, y a no
albergar malos pensamientos contra los demás en el corazón (Zacarías_7:6-10). Y Miqueas proclamaba que todos los
sacrificios rituales eran inútiles cuando no se hacía justicia, ni se amaba la
misericordia ni se caminaba humildemente delante de Dios (Miqueas_6:6-8).
A lo largo de toda la Historia, los pueblos han tratado de hacer del
ritual y la liturgia el sustituto del sacrificio y del servicio. Han hecho de
la religión una cosa espléndida dentro de los templos, .a expensas de
olvidarla fuera. Esto no es decir ni mucho menos que sea nada malo
ofrecerle a Dios el culto más noble y espléndido en la casa de Dios; pero sí es
decir que el culto se convierte en algo vacío e inútil a menos que mande a los
adoradores al mundo a amar a Dios amando a sus semejantes y a conducirse con
más limpieza frente a las diversas tentaciones del mundo.
¡Maranatha!
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