Lucas 13:28 Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis
a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y
vosotros estéis excluidos.
En Mateo 22:13; Mateo 25:30 vemos la expresión más gráfica del espantoso sufrimiento, remordimiento y
miseria que no se pueden describir. ¿Por qué no se cree esto? ¿Por qué
los hombres no temen el infierno? ¿Por qué no es más fuerte nuestra fe en esta
enseñanza? Jesús habla de personas en agonía insoportable, retorciéndose en
dolor y miseria, gritando, crujiendo los dientes, pidiendo misericordia. Romanos 2:8, “tribulación y angustia para toda alma
humana que hace lo malo”. Jesús vino a la tierra y murió en la cruz para evitar
que el hombre fuera al tormento eterno.
Los
que se han quedado fuera, los que han sido excluidos, descubren que rechazaron
a la ligera la gracia de Dios y que ahora están irremisiblemente perdidos.
Lloran. El remordimiento desesperado sacude todo su ser, su alma y su cuerpo,
les rechinan los dientes. Ellos mismos se atormentan pensando que no
aprovecharon el momento oportuno ni pusieron en juego todas sus fuerzas para
alcanzar la salvación ofrecida.
Su dolor y los reproches que se hacen son tanto mayores, por cuanto ven
en los patriarcas y profetas la espléndida salvación que también para ellos
estaba preparada, que les estaba destinada especialmente, porque Abraham, Isaac
y Jacob eran sus patriarcas e intercesores, porque ellos tenían la enseñanza de
los profetas, que conduce a la salvación. «Lanzan gritos los pecadores cuando
ven cómo resplandecen aquéllos los justos.
Les es especialmente doloroso ver la recompensa que está reservada a los que
creyeron en los testimonios del Altísimo. Jesús habla de las suertes
escatológicas en el estilo de la apocalíptica de la época, pero lo nuevo de su
predicación está en que la decisión sobre salvación o perdición se pronuncia en
razón del cumplimiento de su palabra, del seguimiento de Jesús, de la decisión
personal en su favor.
Nadie puede culpar a Dios si no logra
salvarse, pues hasta los gentiles pueden entrar en el reino de Dios. Ahora se
cumple la predicción profética de la peregrinación escatológica a la montaña de
Dios: «Yahveh Sebaot preparará a todos los pueblos, sobre este monte, un festín
de vinos generosos, de manjares grasos y tiernos, de vinos selectos y
clarificados.. Y destruirá a la muerte
para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará
el oprobio de su pueblo, lejos de toda la tierra» (Isaías_25:6-8).
Los que se hayan salvado cantarán el cántico de acción de gracias a que aluden
las palabras del texto: De oriente y de occidente, del norte y del sur: «Alabad
a Yahveh, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan así los
rescatados de Yahveh, los que él redimió de mano del enemigo, y los que reunió
de entre las tierras de oriente y de occidente, del aquilón y del austro» (Salmo_106:1-3).
Gran parte del mundo religioso ya no cree en el castigo eterno, y si lo
cree, su convicción es muy débil y no lo predica. Muchos de los que profesan
creer la Biblia no creen en el infierno. No solamente los materialistas
(testigos, adventistas, mormones) sino también los muchos modernistas que ocupan los púlpitos
de iglesias que en años pasados sí lo predicaban. Últimamente varios
predicadores de la iglesia de Cristo (por ejemplo, Edward Fudge, Homer Hailey)
han publicado estudios negando que el infierno sea lugar de eterno sufrimiento
de los perdidos.
La
falta de enseñanza sobre este tema es una de las causas principales de la
decadencia moral en este país.
Hay
enfermedades y accidentes que pueden producir dolor fuerte. Casi todos conocen
algo del tormento de un agudo dolor de muelas.
La migraña (jaqueca) es un
tormento insoportable. Muchos sufren por años por causa del cáncer. ¿Cuál es el sufrimiento más
agudo que usted conoce o que ha observado?
Desde
luego, aquí en este mundo, gracias a Dios, tenemos fuertes remedios para tales
dolores. Hay anestesias que nos
permiten aguantar la intervención
quirúrgica aunque ésta dure por horas. Pero no habrá anestesia, ni
morfina, ni siquiera una aspirina para aliviar el dolor y tormento en el
infierno. Lo “insoportable” será soportado, no solamente por una hora o por un
año, ni siquiera por solamente cien años, sino para siempre. Algunos ahora viven noventa o cien años. Imagínese
cómo sería si tuvieran que sufrir
intensamente toda su vida, sin ningún remedio para su dolor. ¿No habría
aun aquí en la tierra mucho del “llanto y el crujir de dientes”?
Los
hombres son capaces de inventar medios horribles de suplicio (tortura), por ejemplo para castigar o sacar
información de los presos de guerra.
Por ejemplo, el instrumento de tortura llamada el potro en el que se amarra el cuerpo y se estiran el brazo o la
pierna de su coyuntura. También se usa el toque eléctrico y, desde luego, los golpes duros. Pero el medio más temido es la quemadura, porque no hay nada que pueda producir un vivo dolor
físico más intenso que la aplicación del fuego al cuerpo. Cuando los hombres
más crueles emplean las torturas más horribles para afligir a sus víctimas y
por fin les aplican fuego, esto siempre produce aún más agonía. El fuego es, simplemente, el símbolo más terrible
del sufrimiento que la mente humana sabe. De hecho, es imposible imaginar algo
más severo y más horrible que el ser quemado con fuego.
Por
lo tanto, con toda razón Jesús explica repetidas veces que “allí será el llanto
y el crujir de dientes” porque en texto tras texto Jesús dice “fuego… fuego…
fuego… fuego” (Mateo_5:22; Mateo_13:42; Mateo_13:50; Mateo_18:8-9;
Mateo_25:41; Marcos_9:43; Marcos9:48; Lucas_3:17). El rico dijo (Lucas_16:24), “estoy atormentado en esta llama”. 2Tesalonicenses_1:7, Jesús viene “en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios,
y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.
La
imaginación humana ejercida al máximo no podría producir un cuadro de la agonía
y desolación más horrible que este que Jesús menciona a través de su
ministerio. Es un cuadro tan desagradable que casi nadie se atreve a meditar
sobre ello. En realidad, aun entre los que profesan ser cristianos, hay un infinitésimo
número de personas que muestran en su
vida que en verdad creen esta doctrina del sufrimiento que provoca el lloro y el crujir de dientes en tinieblas,
sin esperanza del reposo o del alivio. En cuanto a la más horrible
tortura física, la víctima puede esperar que pronto sea inconsciente o muerto,
pero en el infierno nunca habrá reposo. Apocalipsis_14:11,
“el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos; y no tienen
reposo, ni de día ni de noche”. ¿Qué sabemos de un sufrimiento o tormento interminables? Jesús y Pablo hablan
del dolor del parto. ¿Qué mujer
podría imaginar el sufrir así toda la vida, y aun eternamente?
Si de todo corazón creyéramos esta doctrina,
no habría problema alguno con respecto a crucificar la carne, llevar una vida
santificada, buscar primeramente el reino de Dios y su justicia y trabajar
fervientemente para salvar almas. ¿Quién no haría grandes sacrificios para
rescatar a una persona del sufrimiento causado por un incendio? En Nueva York
cuando los terroristas destruyeron las torres gemelas (el 11 de septiembre de
2001), muchísimos bomberos y otros dieron sus vidas para tratar de rescatar al
pueblo de esa conflagración. Pero ¿cuántos miembros de la iglesia de Cristo se
esfuerzan para tratar de rescatar al pueblo del incendio eterno que les espera
si no obedecen al evangelio? 2Tesaloniocenses_1:7-9.
Aquí está la evidencia o la falta de evidencia de que somos en verdad
“fervientes en espíritu sirviendo al Señor” (Romanos_12:11).
Y
si no estamos preocupados por los perdidos, ¿los amamos? Y si no los amamos,
¿no estamos en peligro de tener que enfrentar la misma condenación nosotros
mismos? Es obvio, pues, que nuestra fe en esta doctrina es muy débil. Si nos
preguntan, decimos que sí la creemos, pero ¿de todo corazón? Comparemos nuestra
actitud hacia los otros peligros. Si creemos de todo corazón que hay vidas que
peligran por causa de un ciclón o un incendio o una víbora, etc. ¿no hacemos
todo lo posible por advertirles? Entonces, ¡cuánto más debemos advertir a las
multitudes que están en marcha hacia el sufrimiento indecible, indescriptible
que Jesús llama “el lloro y el crujir de dientes”!
En
realidad casi todos haríamos algo
para ayudar a otros para proteger este cuerpo físico, pero en el día final,
todos tendrán cuerpos incorruptibles,
y en ese cuerpo incorruptible los perdidos van a sufrir las agonías del
infierno. Se requiere mucha fe para evitar tal fin y lo más importante es que
los verdaderos cristianos tengan una fe fuerte, no fingida y no superficial,
sino una fe activa, obediente y fervientemente
trabajadora, en lo que Jesús dice. Cometen suicidio espiritual todos aquellos
que rechacen esta doctrina (testigos, adventistas, mormones, y hasta algunos
miembros de la iglesia de Cristo) y también los miembros de la iglesia de
Cristo que no muestran por sus obras su fe en esta doctrina.
“Día
triste viene” para los hijos o herederos del reino (los que deberían haber
pertenecido al reino de Cristo pero no lo hicieron). Cristo vino al mundo para
buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo
15:24). Su ministerio se dedicaba a ellos. El evangelio fue predicado
primeramente a ellos (Hechos_1:8; Romanos_1:16),
pero lamentablemente la mayoría de los judíos no aprovecharon esta gran
bendición y serán “echados fuera”. En lugar de disfrutar la fiesta con los
patriarcas estarán en las tinieblas de afuera, muy decepcionados, llenos de
remordimiento y furia.
Sin
embargo, los judíos no son los únicos que deberían pertenecer al reino. Los que han oído al evangelio
deberían pertenecer al reino, pero si siguen posponiendo y descuidando su
obediencia, serán echados a las tinieblas de afuera junto con los judíos
desobedientes.
También
los que han sido criados en hogares de
cristianos y saben perfectamente lo que deben hacer pero no obedecen si
no obedecen serán echados a las tinieblas de afuera. Dios no tiene nietos; los
hijos de los miembros no “heredan” la salvación por fe en Jesucristo.
¡Y
cuántos millares de gentes que tienen
Biblias serán echados fuera en aquel día! El simple hecho de tener una
Biblia no les da el derecho de sentarse con Abraham, Isaac y Jaco en el reino
de Dios. Muchos de los que están “cerca del reino” nunca entran en el reino.
Los últimos tiempos invierten las condiciones presentes: Hay últimos que
serán primeros, y hay primeros que serán últimos. Hay paganos que entrarán en
el reino de Dios, y judíos que serán excluidos de él. Los judíos habían sido
privilegiados en la historia de la salvación. Por sus antepasados habían
recibido las promesas llenas de bendiciones de Dios, y por los profetas la
palabra y la guía de Dios; pero esta posición privilegiada no basta para
salvarlos. Los gentiles estaban privados de los privilegios del pueblo de Dios,
pero son admitidos en la celebración del banquete que es imagen del reino de
Dios. Se salva el que acepta el mensaje de Jesús, se decide por él y le sigue.
En el tiempo de salvación, que se ha inaugurado
con Jesús, ofrece Dios a los judíos como a los gentiles la salvación, de la que
se decide según la posición adoptada frente a Jesús. Su palabra exige esfuerzo
y lucha, seguimiento en el camino de Jerusalén, donde le aguarda la muerte y la
ascensión al cielo. ¿Serán sólo pocos los que se salven? Nadie puede hacer
valer derecho alguno a la salvación, pero en Jesús ha ofrecido Dios la
salvación a todos.
¡Maranatha!
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