} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 4 Agosto LA BUENA SEMILLA

viernes, 4 de agosto de 2017

4 Agosto LA BUENA SEMILLA

 1 Juan 4; 8-9
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.   En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él”


El amor es una prueba del que ha nacido de Dios. Los falsos reclamaban ser nacidos de Dios, pero su falta de amor era evidencia de lo falso de su reclamación.
            En este pasaje Juan no habla de los requisitos de ser nacido de Dios. ¡No está diciendo que para ser nacido de Dios uno necesita solamente amar! Está hablando de la prueba de los que reclaman ser nacidos de Dios. El contexto trata de hermanos fieles y de falsos. Los dos grupos reclamaban ser nacidos de Dios, pero lo eran solamente los que amaban unos a otros, y éstos' eran los fieles. Amar a los hermanos es una prueba de que conoce a Dios el que hace la reclamación. Los gnósticos lo reclamaban, pero con su falta de amor a los demás hermanos, se probaban falsos. Todos creen que el amor es importante, pero por lo general pensamos que solo es un sentimiento. En realidad, el amor es una elección y una acción, como lo muestra 1Corintios_13:4-7. Dios es la fuente de nuestro amor: nos amó de tal manera que sacrificó a su Hijo por nosotros. Jesucristo es nuestro ejemplo de lo que significa amar; cada cosa que El hizo en su vida y en su muerte fue amor supremo. El Espíritu Santo nos da el poder para amar; Él vive en nuestro corazón y nos hace más semejantes a Cristo. El amor de Dios siempre implica una elección y una acción, y nuestro amor debe ser como el de Él. ¿De qué forma reflejan su amor a Dios las decisiones que toma y las acciones que realiza?
            Juan dice: "Dios es amor" no dice "Amar es Dios". Nuestro mundo, con su visión trivial y egoísta del amor, ha tergiversado esas palabras y ha contaminado nuestra comprensión del amor. El mundo piensa que amor es lo que nos hace sentir bien, y está dispuesto a sacrificar principios morales y los derechos de los demás a fin de obtener dicho "amor". Pero en realidad eso no es amor, sino todo lo contrario al amor; es egoísmo. Y Dios no es esa clase de "amor". El verdadero amor es como Dios: santo, justo y perfecto. Si de veras conocemos a Dios, debemos amar como El ama.
El amor caracteriza a Dios; es un atributo infinito de él (2Corintios_13:11).  Juan no está definiendo la naturaleza de Dios en sí; no dice que el amor es Dios. Está afirmando que el amor tiene que caracterizar a los que son de Dios porque le caracteriza a él, y se deriva de él.
            El que no ama  habitualmente  no puede ser del que es amor, no importando las declaraciones que haga.
El amor tiene una doble relación con Dios. Es sólo conociendo a Dios como aprendemos a amar; y es sólo amando como aprendemos a conocer a Dios. El amor procede de Dios, y conduce a Dios.

Romanos 8; 38-39
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
   ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. “

            Estos versículos contienen una de las promesas más reconfortantes de todas las Escrituras. Los creyentes siempre han tenido que enfrentar dificultades de diversas formas: persecución, enfermedad, prisión, aun muerte. Esto podría hacerles creer que Cristo los había abandonado. Pero Pablo exclama que es imposible que algo nos separe de Cristo. Su muerte a nuestro favor es prueba de su amor inquebrantable. Nada impedirá su presencia constante con nosotros. Dios nos dice cuán grande es su amor para que nos sintamos bien seguros en El. Si tenemos esta seguridad sorprendente, no temeremos. En Cristo somos más que vencedores y su amor nos protegerá de cualquier potestad.
Ni la vida ni la muerte nos pueden separar de Cristo. En la vida, vivimos con Cristo; en la muerte, morimos con Él; y como morimos con Él, también resucitamos con Él. La muerte, lejos de ser una separación, es solamente un paso hacia una más íntima unión; no es el final, sino "la puerta en el Cielo» que nos da acceso a la presencia de Jesucristo.
  Los poderes angélicos no nos pueden separar de Él. En aquel tiempo, los judíos habían desarrollado mucho la creencia en los ángeles. Todo tenía su ángel: había ángeles de los vientos, de las nubes, de la nieve, del granizo y de la escarcha, del trueno y del rayo, del frío y del calor, y de las estaciones. Los rabinos decían que no había nada en el mundo, ni siquiera una brizna de hierba, que no tuviera su ángel. Según los rabinos había tres rangos de ángeles: el primero incluía tronos, querubines y serafines; el segundo, poderes, señoríos y fuerzas, y el tercero, ángeles, arcángeles y principados. Pablo se refiere a estos ángeles en más de una ocasión (Efesios 1:21; Efesios 3:10; Efesios 6:12; Colosenses 2:10; Colosenses 2:15; 1Corintios 15:24). Ahora bien: los rabinos (y recordemos que Pablo había sido uno de ellos) creían que los ángeles eran poco amigos de los humanos. Creían que se habían enfadado cuando Dios creó a los hombres; se habían puesto celosos, porque no querían compartir a Dios con otra especie. Los rabinos tenían la leyenda de que, cuando Dios se apareció en el monte Sinaí para darle la Ley a Moisés, estaba rodeado de sus ejércitos de ángeles, que no estaban de acuerdo con que se diera la Ley a Israel y asaltaron a Moisés cuando subía a la montaña y le hubieran impedido llegar arriba si Dios mismo no hubiera intervenido. Así es que Pablo, haciéndose eco de las ideas de su tiempo, dice que "ni siquiera los mezquinos y celosos ángeles nos pueden separar del amor de Dios, por mucho que lo intenten.»
  No hay época de la Historia que nos pueda separar de Cristo. Pablo habla de cosas presentes y cosas por venir. Sabemos que los judíos dividían el tiempo en esta era presente y la era por venir. Pablo está diciendo: "En este mundo presente no hay nada que nos pueda separar de Dios en Cristo; llegará el día cuando este mundo será sacudido y amanecerá la nueva era. Pero no importa; porque entonces tampoco, cuando se acabe este mundo y se haga realidad el nuevo, el lazo de unión con Cristo permanecerá.»
  Ninguna influencia maligna o poderes nos separará de Cristo. Pablo menciona específicamente altura y profundidad. Son términos de astrología. El mundo antiguo estaba obsesionado con la idea de la tiranía de las estrellas. Creían que todas las personas nacemos bajo una cierta estrella que decide nuestro destino. Todavía hay algunos que creen en la influencia de las estrellas; pero en el mundo antiguo era una creencia más general y obsesiva. La altura   era cuando una estrella estaba en su cenit, y se suponía que su influencia era máxima; profundidad era cuando estaba en su nadir, dispuesta a empezar a ascender y ejercer su influencia en alguna persona. Pablo dice a los que estaban -y a los que están- obsesionados con estas cosas: «Las estrellas no te pueden hacer ningún daño. En su subir y bajar son impotentes para separarte del amor de Dios.»
  Ni ningún otro mundo nos podrá separar de Dios. Está diciendo: «Supongamos que, inexplicablemente, como por arte de magia, os encontrarais en otro mundo totalmente diferente de éste. Estaríais a salvo: seguiría envolviéndoos el amor de Dios.»
Aquí tenemos una visión que despeja toda soledad y todo temor. Pablo está diciendo: «Podéis pensar en cualquier cosa aterradora que pueda producir este mundo o cualquier otro mundo diferente: ninguna de ellas conseguirá separar al cristiano del amor de Dios que se encuentra en Jesucristo. Que es Señor de todo terror y de todo mundo.» En Él se hace realidad la seguridad que anunciaba proféticamente el Salmo 27:
     “El Señor es mi luz y mi salvación. ¿De quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida. ¿De quién he de atemorizarme?”


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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