Juan
5; 24 De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Jesús dice sencillamente que el aceptarle es
la vida, y el rechazarle es la muerte. ¿Qué quiere decir escuchar las palabras
de Jesús y creer en el Padre Que Le envió? Para decirlo lo más brevemente posible,
quiere decir tres cosas:
(i) Quiere decir que Dios es como Jesús nos dice,
que es: que es amor; y es entrar en una nueva relación con El en la que el
miedo ha sido desterrado.
(ii) Quiere
decir aceptar la clase de vida que Jesús nos ofrece, aunque sea difícil y
conlleve sacrificios, en la seguridad de que aceptarla es entrar en el camino
definitivo que conduce a la paz y a la felicidad, y rechazarla es tomar el
camino que conduce infaliblemente a la muerte y al juicio.
(iii) Quiere
decir aceptar la ayuda del Cristo Resucitado y la dirección del Espíritu Santo,
y encontrar así la fuerza para todo lo que implica el camino de Cristo.
Cuando lo
hacemos, entramos en tres nuevas relaciones:
(i) Entramos en una nueva relación con Dios.
El Juez llega a ser el Padre; lo distante llega a estar cerca; la enemistad se
convierte en confianza, y el temor en amor.
(ii) Entramos en
una nueva relación con nuestros semejantes. El odio se convierte en amor; el
egoísmo deja paso al servicio, y el rencor al perdón.
(iii) Entramos
en una nueva relación con nosotros mismos. La debilidad pasa a ser fuerza; el
fracaso, éxito, y la tensión, paz.
El aceptar el
ofrecimiento de Cristo es encontrar la vida. Todos estamos vivos en cierto
sentido; pero hay pocos que se puede decir que conocen la vida en el sentido
más real de la palabra.
La persona que
acepta a Cristo ha pasado de muerte a vida. Ya en este mundo la vida se
convierte en algo nuevo y emocionante; en el mundo por venir la vida eterna con
Dios se convierte en una seguridad.
Jesús dice que
el creyente tiene vida eterna para dar énfasis a que Dios siempre cumple sus
promesas. No solamente se usa el tiempo presente, sino también aún se usa el
tiempo pasado, para este propósito. Por ejemplo, Gén_17:5, Dios dijo a Abram,
"te he puesto por padre de muchedumbre de gentes". Desde luego, en
ese momento Abram no era padre de muchedumbre de gentes, pero la promesa de
Dios es tan segura que desde ese momento habló de su cumplimiento como una
realidad.
"Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo
he entregado en tu mano a Jericó" (Jos_6:2). Le dijo esto antes de darle
los mandamientos que deberían obedecer para obtener la victoria. ¿Por qué dijo,
"yo he entregado en tu mano a Jericó" antes de hacerlo? Porque la
promesa de Dios era tan segura que desde ese momento habló de la toma de Jericó
como si fuera un hecho histórico. Isaías usa el tiempo pasado para hablar del
Cristo, como si ya hubiera dado su vida en expiación por los pecados
(Isa_53:1-12).
Jesús dijo, "esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados"
(Mat_26:28); no dice "será derramada", sino que aquí también usa el
tiempo presente para enfatizar la certeza de su muerte.
De esta misma manera dice "tiene
vida eterna" para dar énfasis a la certeza de las promesas de Dios. Sin
embargo, esta promesa de Dios tiene condiciones o requisitos: "El que oye
mi palabra, y cree al que me envió". Como Jesús enseña en Luc_8:13, el que
oye su palabra puede dejar de oír, y el que cree puede dejar de creer. Jesús no
enseña que el que deja de oír y creer tiene vida eterna. Por lo tanto, Pablo
dice, "El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1Co_10:12) y
Pedro dice, "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra
vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás"
(2Pe_1:10).
Los que están en pecado están muertos,
es decir, separados de Dios (Efe_2:1; Efe_5:14). Compárese Luc_15:32, el hijo
pródigo "era muerto" y al volver "ha revivido". Cuando
obedecemos al evangelio tenemos vida (estamos reconciliados con Dios).
"Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva" (Rom_6:4). La vida eterna es nuestra
herencia (Rom_8:17) y esta esperanza nos motiva a transformarnos a la imagen de
Cristo. "Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él,
se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1Jn_3:2-3).
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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