Salmo 1; 1-3
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni
estuvo en camino de pecadores, Ni en
silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de
Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae; Y todo
lo que hace, prosperará.
El escritor comienza su salmo ensalzando
el gozo de obedecer a Dios y no escuchar a los que lo desacreditan o
ridiculizan. Nuestros amigos o socios pueden tener una influencia profunda en
nosotros, a menudo en forma muy sutil. Si insistimos en tener amistad con los
que se burlan de lo que Dios considera importante, nos veremos llevados hacia
el pecado y nos volveremos indiferentes a la voluntad de Dios. Esta actitud es
igual a la burla. ¿Lo edifican en su fe sus amigos o se la destruyen? Los
amigos verdaderos deben acercarnos a Dios.
Dios
no juzga a la gente sobre la base de la raza, sexo o nacionalidad. La juzga
sobre la base de su fe en El y la respuesta que dan a su voluntad revelada. Los
que con diligencia tratan de obedecer la voluntad de Dios son como árboles
sanos que dan fruto y que tienen grandes raíces (Jer_17:5-8) y Dios promete
cuidarlos. La sabiduría de Dios guía sus vidas. En contraste, los que no
confían en El ni le obedecen tienen vidas sin significado que el viento se
lleva como si fuera polvo.
Sólo
existen dos caminos en la vida: el camino de la obediencia a Dios o el camino
de la rebelión y destrucción. Asegúrese de elegir la senda de Dios porque su
elección determinará dónde pasará la eternidad
Usted
puede aprender a seguir a Dios al meditar en su Palabra. Meditar significa
pasar tiempo leyendo y pensando en lo que ha leído. Además significa pensar
acerca en cómo cambiar para vivir como a Dios le agrada. Conocer y meditar la
Palabra de Dios son los primeros pasos para aplicarla a su diario vivir. Si
usted quiere seguir a Dios más de cerca, debe conocer lo que Él dice.
-Créanme,
durante mucho tiempo en mi vida, ni presté atención, ni leí, ni medité, ni
conocía lo que decía Dios en Su Palabra. Pero gracias a la disciplina de Dios,
me trajo de vuelta para enseñarme cómo conocerle para confiar en Él, a tomar la
leche espiritual para ir creciendo con la ayuda del Espíritu Santo. Gracias a
Dios que sé de donde me ha sacado, como hijo pródigo, y aquel recuerdo hoy
sirve de acicate para priorizar sobre todas las cosas, la lectura, meditación,
estudio de Su Palabra en la Biblia. Conocer mi indignidad y Su misericordia, Su
gracia, Sus pactos, Sus atributos, Su carácter…etc para ser transformada mi
mente y encajarla a semejanza de la mente y el carácter de Cristo.-
Esta
"ley de Jehová" se refiere a toda las Escrituras: los primeros cinco
libros de Moisés, los profetas, y los otros escritos. Mientras más conozcamos
el punto de vista de la Palabra de Dios, más recursos tendremos para tomar
nuestras decisiones diarias.
Hay
una pizca muy simple de sabiduría en estos dos versículos. Mientras más nos
deleitamos en la presencia de Dios, más fructífero seremos. Por otro lado,
mientras más permitamos que los que ridiculizan a Dios afecten nuestros
pensamientos y actitudes, más nos separamos de la fuente real de alimento
espiritual. Debemos tener contacto con los incrédulos si es que queremos
hablarles de Dios. Pero no debemos imitar su conducta pecaminosa. Si usted
desea desesperarse, pase tiempo con los escarnecedores. Pero si desea
felicidad, cultive la amistad de los que aman a Dios y su Palabra.
Cuando las Escrituras
prometen "y todo lo que hacen, prosperará", no significa que seamos
inmunes al fracaso o a las dificultades. Tampoco es una garantía de salud,
riqueza y felicidad. Lo que la prosperidad significa en las Escrituras es esto:
cuando la sabiduría de Dios se aplica en nuestras vidas, el fruto (resultados o
productos derivados) que produce en nosotros será bueno y recibirá la
aprobación de Dios. Así como un árbol absorbe el agua y produce muchos frutos,
nosotros debemos absorber la Palabra de Dios, para producir hechos y actitudes
que lo honren. Para alcanzar logros que valgan la pena, debemos tener la
Palabra de Dios en nuestro corazón.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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