. Eclesiastés 12; 1
Acuérdate de tu Creador en los días de tu
juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales
digas: No tengo en ellos contentamiento;
Debemos acordarnos de
los pecados cometidos contra nuestro Creador, arrepentirnos, y pedir perdón.
Debemos recordar nuestro deber y afrontarlo, buscando en Él la gracia y el
poder. Esto debe hacerse temprano, mientras el cuerpo es fuerte y el espíritu
activo. Cuando el hombre siente dolor al revisar una vida malgastada, de no
haber abandonado el pecado ni las vanidades del mundo hasta que se ve obligado a
decir: yo no tengo en ellos contentamiento, su sinceridad se vuelve muy
cuestionable.
Una vida sin Dios
produce una persona vieja amargada, solitaria y sin esperanza. Una vida
centrada en Dios es plena, hace que los "años malos" -cuando las
incapacidades, las enfermedades y los impedimentos pueden ser barreras que nos
impiden disfrutar de la vida- nos satisfagan debido a la esperanza de la vida
eterna. Ser joven es emocionante. Pero la emoción de la juventud puede
convertirse en un obstáculo para acercarse a Dios si hace que la gente joven
centre su atención en los placeres pasajeros en lugar de en los valores
eternos. Ponga sus capacidades al servicio de Dios cuando todavía sean suyas:
durante la juventud. No las desperdicie en actividades malas o sin significado
que pueden volverse malos hábitos y hacerlo insensible. Busque a Dios ahora.
Salmo 63; 1
Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré; Mi alma
tiene sed de ti, mi carne te anhela, En
tierra seca y árida donde no hay aguas,
David estaba demasiado
solo cuando se escondía de sus enemigos en el árido desierto de Judea. Estaba
muy solo. Deseaba un amigo en el que confiar para aliviar su soledad. No hay
duda de por qué clamó: "Dios mío[...] mi alma tiene sed de ti[...] en tierra
seca y árida". Si usted está solo o tiene sed de algo duradero en su vida,
recuerde la oración de David. ¡Unicamente Dios puede satisfacer nuestros deseos
más profundos!
Temprano
yo te buscaré. El cristiano verdadero dedica a Dios la hora más temprana. Abre
los ojos de su entendimiento con los de su cuerpo, y cada mañana se despierta a
la justicia. Se levanta con la sed de las consolaciones que el mundo no puede
dar, y tiene el recurso inmediato de la Fuente del agua de vida por medio de la
oración.
El
creyente verdadero está convencido de que nada de este mundo pecador puede
satisfacer las necesidades y los deseos de su alma inmortal; él espera su
felicidad de Dios, como porción suya. Cuando la fe y la esperanza se ejercen
más, el mundo parece un desierto agotado y el creyente anhela los goces del
cielo, de los cuales tiene algunos anticipos en las ordenanzas de Dios sobre la
tierra.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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