Filipenses 2; 7-9
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un
nombre que es sobre todo nombre,
En muchos sentidos este es el pasaje más
importante y conmovedor que Pablo escribió en todas sus cartas acerca de Jesús.
Contiene uno de sus pensamientos favoritos. Su esencia se encuentra en la
sencilla afirmación que hizo Pablo escribiendo a los corintios: Que Jesús,
aunque era rico, por amor a nosotros se hizo pobre (2Co_8:9). Aquí esa misma
idea se expresa en una plenitud sin paralelo. Pablo está exhortando a los
Filipenses a que vivan en armonía, a que dejen a un lado sus discordias, a que
se despojen de sus ambiciones personales y de su orgullo y de su deseo de
sobresalir, y a que tengan en su corazón aquel deseo humilde, generoso, de
servir que fue también la esencia de la vida de Jesús. Su exhortación final y
suprema consiste en señalar al ejemplo de Cristo.
Este
es un pasaje que debemos tratar de comprender plenamente, por lo mucho que
contiene para despertarnos la mente a la meditación y el corazón a la
adoración. Con este fin miraremos detenidamente algunas de sus palabras
originales.
El
griego es una lengua considerablemente más rica que el español. Muchas veces,
cuando en español no tenemos más que una palabra para expresar una idea, en
griego tenemos varias. En cierto sentido estas palabras son sinónimas; pero,
como nos dicen los lingüistas, no existen en ninguna lengua palabras que
quieran decir exactamente lo mismo y que se puedan usar indistintamente en
todos los contextos. Eso es especialmente cierto en este pasaje. Cada una de
las palabras que escogió Pablo meticulosamente nos muestran dos cosas: la
realidad de la humanidad y la realidad de la divinidad de Jesucristo. Tomemos
las frases una por una. Las presentaremos en la versión Reina-Valera y en
nuestra propia traducción, y luego trataremos de penetrar en su sentido
esencial.
Versículo
7: Se despojó a Sí mismo (Antigua versión: se anonadó a sí mismo) - Se vació de
Sí mismo. El verbo griego kenún quiere decir literalmente vaciar. Se puede usar
de sacar el contenido de un contenedor hasta dejarlo vacío, o de derramar su
contenido hasta que no queda nada dentro. Aquí usa. Pablo la palabra más
gráfica posible para aclarar el sacrificio de la Encarnación. Jesús rindió de
manera voluntaria la gloria de la divinidad para convertirse en un hombre. Se
vació de Su divinidad para asumir Su humanidad. Es inútil preguntar cómo; no
podemos más que permanecer henchidos de santo temor al contemplar por la fe al
Que es Dios todopoderoso hambriento y cansado y en lágrimas. Aquí, en un último
esfuerzo del lenguaje humano, se atesora la verdad salvadora de que el Que era
rico Se hizo pobre por amor a nosotros.
Tomó
la forma de siervo - asumió la forma de un esclavo. La palabra que usa Pablo
aquí es otra vez morfé, que ya hemos visto que quiere decir la forma esencial.
Pablo quiere decir que cuando Jesús Se hizo hombre no se limitó a representar
un papel, sino la pura realidad. No fue como los dioses griegos, que a veces,
según la mitología, se presentaban como hombres pero guardaban sus privilegios
divinos. Jesús se hizo hombre de veras. Pero hay algo más aquí. Se hizo
semejante a los hombres - haciéndose en todo como los hombres. La palabra que
la Reina-Valera traduce por se hizo y nosotros por haciéndose es una parte del
verbo griego guínesthai. Este verbo describe un estado que no es permanente. La
idea es la de llegar a ser, hacerse, y describe una fase de cambio que es
totalmente real, pero que pasa. Es decir: la condición humana de Jesús no era
un estado Suyo permanente; fue absolutamente real, pero transitorio.
Versículo
8: Hallándose en la condición de hombre - Vino con una apariencia humana que
todos podían reconocer. Pablo insiste en lo mismo. La palabra que la versión
Reina-Valera traduce por condición, y que nosotros hemos traducido por
apariencia es sjéma, que ya hemos visto que es una forma que cambia.
Los
versículos 6-9 forman un pasaje muy breve; pero no hay otro pasaje en el Nuevo
Testamento que nos presente la absoluta realidad de la divinidad y de la
humanidad de Jesús de una manera tan conmovedora, ni de una manera tan viva el
sacrificio que Él hizo cuando se despojó de Su divinidad y asumió Su humanidad.
Cómo sucedió, no lo podemos decir; pero es el misterio de un amor tan grande
que, aunque no lo podamos comprender plenamente, podemos experimentarlo
benditamente, y adorarlo.
Debemos
tener presente siempre que cuando Pablo pensaba y hablaba acerca de Jesús, su
interés y su intención no eran nunca primordialmente intelectuales o
especulativos, sino siempre prácticos. Para él la teología y la acción siempre
iban juntas. Todo sistema de pensamiento debe convertirse por necesidad en una
manera de vivir. En muchos sentidos este pasaje es uno de los vuelos más altos
del pensamiento teológico del Nuevo Testamento; pero su intención era persuadir
a los Filipenses para que vivieran una vida en la que la desunión, la discordia
y la ambición personal no tuvieran lugar.
Así
es que Pablo dice de Jesús que Se humilló a Sí mismo y Se hizo obediente hasta
la muerte, hasta la muerte de cruz. La gran característica de la vida de Jesús
fue la humildad, la obediencia y la renuncia a Sí mismo. No deseaba dominar a
los hombres, sino servir a los hombres; no deseaba seguir Su propio camino, sino
el de Dios; no deseaba exaltarse a Sí mismo, sino renunciar a toda Su gloria
por amor a los hombres. Una y otra vez el Nuevo Testamento se muestra seguro de
que es solamente el que se humilla el que será exaltado (Mat_23:12 ; Luc_14:11
; Luc_18:14 ). Si la humildad, la obediencia y la autorrenuncia fueron las
características supremas de la vida de Jesús, también deben ser las señales
características del cristiano. El egoísmo, el buscar para uno mismo y el
alardear de lo propio destruyen nuestra semejanza con El y nuestra relación con
nuestros semejantes.
Pero
la autorrenuncia de Jesucristo le condujo a una gloria aún mayor. Le aseguró
que algún día, más tarde o más temprano, todas las criaturas del universo en el
Cielo y en la Tierra y hasta en el infierno Le adorarán. Hay que fijarse con
cuidado de dónde llega esa adoración. Viene del amor. Jesús Se ganó los
corazones de las personas, no apabullándolas con manifestaciones de poder, sino
mostrándoles un amor que no pudieron resistir. A la vista de esta Persona que
Se despojó de Su gloria por los hombres y los amó hasta el punto de morir por
ellos en la Cruz, los corazones humanos se derriten y se les quebranta toda
resistencia. Cuando adoran a Jesucristo, caen a Sus pies maravillados de amor.
No dicen: " No puedo resistir un poder semejante;» sino, con el himno:
«Amor tan maravilloso, tan divino, demanda mi vida, mi alma, mi todo.» La
adoración se basa, no en el temor, sino en el amor.
Además,
Pablo dice que, como consecuencia de su amor sacrificial, Dios Le dio a Jesús
el nombre que está por encima de todos los nombres. Una de las ideas
características de la Biblia es que se da un nombre nuevo para señalar una
etapa nueva en la vida de una persona. Abram fue llamado Abraham cuando recibió
la promesa de Dios (Gen_17:5 ). Jacob pasó a llamarse Israel cuando Dios inició
una nueva relación con él (Gen_32:28 ). La promesa del Cristo Resucitado tanto
a Pérgamo como a Filadelfia es la de un nuevo nombre (Apoc_2:17 ; Apoc_3:12 ).
Entonces,
¿cuál es el nuevo nombre que Dios Le dio a Jesucristo? No podemos estar del
todo seguros de lo que Pablo tenía en mente, pero lo más probable es que el
nombre nuevo fuera Señor.
El
gran título por el que se conocía a Jesús en la Iglesia Primitiva era Kyrios,
Señor, que tiene una historia iluminadora.
(i)
Empezó significando amo o propietario.
(ii)
Se tomó como el título oficial de los emperadores Romanos.
(iii)
Llegó a ser el título que se daba a los dioses paganos. Fue la traducción que
dieron los judíos al tetragrámaton Jehová en la traducción al griego de sus
Sagradas Escrituras. Así que, cuando los cristianos llamaban a Jesús Kyrios,
Señor, Le reconocían como el Dueño y Propietario del universo; era el Rey de
reyes y el Señor de señores, Rey y Señor por encima de toda realeza y señorío;
Señor ante Quien los dioses paganos no eran más que ídolos mudos e impotentes.
No era nada menos que divino.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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