} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 31 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

miércoles, 31 de enero de 2018

31 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

Mateo 26; 62-63 
Entonces el sumo sacerdote, levantándose, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
   Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.

El propósito principal de la reunión nocturna de las autoridades judías era la formulación de la acusación contra Jesús. Como ya hemos visto, toda evidencia tenía que garantizarse con dos testigos, separadamente interrogados. Durante un tiempo, ni siquiera dos testigos falsos se podía conseguir que estuvieran de acuerdo; y entonces se encontró una acusación, la de que Jesús había dicho que destruiría el templo y lo reedificaría en tres días.
Está claro que era una tergiversación de algo que Jesús había dicho. Él predijo -y correctamente- la destrucción del templo. Esto se había tergiversado para convertirlo en una acusación de que Él había dicho que El mismo destruiría el templo. Ya hemos visto que Jesús predijo que Le quitarían la vida, y en tres días resucitaría. Eso se tergiversó para que pareciera que le había dicho que reedificaría el templo en tres días.

Esta acusación se formuló repitiendo e interpretando deliberada y maliciosa y falsamente algunas cosas que Jesús había dicho. A esa acusación, Jesús se negó en rotundo a contestar. En eso la ley estaba de Su parte, porque a nadie se le podía obligar a contestar en un juicio a una pregunta que le inculpara.
Fue entonces cuando el sumo sacerdote lanzó la pregunta decisoria. Ya hemos visto que Jesús había advertido repetidas veces a Sus discípulos que no le dijeran a nadie que Él era el Mesías. Entonces, ¿cómo llegó a saber el sumo sacerdote hacer la pregunta que Jesús no podía rehusar contestar? Bien puede ser que, cuando Judas presentó información contra Jesús, también les dijo a las autoridades judías que Jesús les había revelado a Sus discípulos que Él era el Mesías. Bien puede ser que Judas quebrantara entonces intencionadamente el secreto que Jesús les había impuesto a Sus discípulos que no dijeran a nadie.
En cualquier caso, el sumo sacerdote hizo la pregunta, y la hizo formulándola con un juramento: « ¿Eres Tú el Mesías? -preguntó- ¿Pretendes ser el Hijo de Dios?» Este fue el momento crucial del juicio. Bien podríamos decir que todo el universo contuvo la respiración esperando la respuesta de Jesús. Si Jesús decía: "No,» el juicio perdía su razón de ser; no se Le podía acusar de nada. Jesús podía decir simplemente: "No», y salía libre y Se escapaba antes de que el sanedrín pudiera urdir otra manera de enredarle. Por otra parte, si decía: "Sí», firmaba Su propia sentencia de muerte. Nada más que un simple «Sí» se necesitaba para convertir la Cruz en algo definitivo e inescapable.
Puede ser que Jesús Se detuviera y guardara silencio un momento otra vez para calcular el costo antes de hacer la gran decisión; y entonces dijo "Sí». Pero dijo más: Citó a Daniel_7:13  con su gráfica profecía del triunfo definitivo y de la majestad del Escogido de Dios. Sabía muy bien lo que estaba haciendo. Inmediatamente surgió el clamor de «¡Blasfemia!» Se rasgaron vestiduras en una especie de horror sintético e histérico; y Jesús fue condenado a muerte.
Luego siguió el escupirle, el abofetearle, el golpearle el rostro en burla. Hasta las cosas externas de la justicia se olvidaron, y la hostilidad venenosa de las autoridades judías se manifestó. Esa reunión nocturna había empezado como un tribunal de justicia, y acabó en una manifestación frenética de odio, en la que no se hizo el menor intento de mantener ni siquiera las superficialidades de una justicia imparcial.
Hasta el día de hoy, cuando una persona se encuentra cara a cara con Jesucristo, tiene que odiarle o amarle; no puede hacer más que someterse a Él o desear destruirle. Ninguna persona que se dé cuenta de lo que Jesucristo exige puede ser neutral. Tiene que ser, o Su aliada, o Su enemiga.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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