} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿CÓMO ESTÁ NUESTRO PRIMER AMOR, VIVO O MUERTO? Continuación

miércoles, 13 de junio de 2018

¿CÓMO ESTÁ NUESTRO PRIMER AMOR, VIVO O MUERTO? Continuación


  
1Jn 4:20  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.
1Jn 4:21  Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.

Ahora se mencionan los objetos específicos de nuestro amor: son Dios y nuestros hermanos. La frase “sí alguno dice,” o alguna semejante, abunda en esta epístola (por ejemplo, 1:6,8,10; 2:4,6,9), e indica las influencias malas que obraban en la hermandad de aquel tiempo. Tenemos que interpretar esta epístola a la luz de estas condiciones.
         Se condena aquí el fingimiento. Profesar estar amando habitualmente a Dios y al mismo tiempo estar aborreciendo continuamente a su hermano, es mentir. El “apóstol del amor” emplea lenguaje fuerte (1:6,10; 2:22). Dios está en el hermano y si éste no ama al hermano, no ama a Dios. Además, no ama a Dios porque no le obedece (versículo 21). El que no ama a su hermano permanece en muerte y es homicida (porque le aborrece, 3:14,15). Si no ama al hermano que constantemente está delante de sus ojos, es imposible que ame a Dios quien no es visible (versículo 12), porque amar a Dios requiere fe en lo que manda el Invisible (versículo 21). La prueba de la profesión de amar a Dios consiste en amar al hermano.
A lo del versículo 20 agrega Juan el testimonio de Jesucristo en mandamiento.  Jn_13:34-35; Jn_15:12-17. (Mat_22:37; Mat_22:39 trata del amor hacía él mundo en general. De esto no habla Juan, sino del amor entre hermanos).
         La palabra “mandamiento” aquí trae a la mente lo que ya escribió Juan en 2:3-8. Compárese también lo que dijo Jesús en Jn_14:15; Jn_14:21; Jn_14:23; Jn_15:10.
         Amar a Dios equivale a guardar sus mandamientos, y uno de ésos es que amemos a los hermanos. No podemos rechazar o ignorar un mandamiento de Dios y al mismo tiempo reclamar amar a Dios.
No son los gnósticos y otros negadores de la deidad y de la encarnación de Jesucristo los nacidos de Dios, ni son los que vencen al mundo, sino son los nacidos de Dios los creyentes en Cristo Jesús quienes aman a Dios y a los hermanos.

1Jn 5:1  Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de El.
1Jn 5:2  En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos.

Cuando Juan escribía este pasaje tenía dos cosas en el trasfondo de la mente.

(i) Estaba el gran hecho que era la base de todo su pensamiento: el hecho de que el amor a Dios y el amor al hombre son partes inseparables de la misma experiencia. En respuesta a la pregunta del escriba, Jesús había dicho que había dos grandes mandamientos: el primero establecía que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y alma y fuerzas; y el segundo, que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No hay ningún mandamiento mayor que estos (Mar_12:28-31). Juan tenía en mente esta palabra de su Señor.

(ii) Pero también tenía en mente una ley natural de la vida humana. El amor de la familia es parte de la naturaleza. El hijo ama naturalmente a sus padres; y también naturalmente, a sus hermanos. La segunda parte del versículo 1 dice literalmente: " Todo el que ama al que ha engendrado, ama al que es engendrado por él.» Para decirlo más sencillamente: " Si amamos a un padre, también amamos a su hijo.» Juan está pensando en el amor que vincula naturalmente a una persona al padre que la engendró y a los otros hijos que el padre ha engendrado.

Juan transfiere esto al reino de la experiencia y del pensamiento cristiano. El cristiano pasa por la experiencia de nacer de nuevo; el Padre es Dios, y el cristiano está obligado a amar a Dios por todo lo que ha hecho por su alma. Pero uno nace siempre en una familia, y el cristiano nace de nuevo en la familia de Dios. Como sucedió con Jesús, así ha sucedido con él -los que hacen la voluntad de Dios, como él mismo, llegan a ser su madre, sus hermanas y sus hermanos (Mar_3:35). Así que, si el cristiano ama a Dios Padre Que le engendró, también debe amar a los otros hijos que Dios ha engendrado. Su amor a Dios y su amor a sus hermanos y hermanas en Cristo deben ser las dos caras del mismo amor, tan íntimamente entrelazados que no se pueden separar nunca.

Como se ha dicho: " Una persona no nace solamente para amar, sino también para ser amada."   " Todo el que ha nacido de Dios debe amar a los que han tenido el mismo privilegio.»

Mucho antes de esto había dicho el salmista: " Dios hace habitar en familia a los desamparados» (Sal_68:6). El cristiano, en virtud de su nuevo nacimiento, se encuentra en la familia de Dios; y, como ama al Padre, debe también amar a los hijos que forman parte de la misma familia que él.

Muchos citan este versículo, 1 Juan 5; 1 ignorando el contexto, y concluyen que para que el pecador del mundo llegue a ser hijo de Dios, se requiere ¡solamente creer! (solamente admitir o aceptar mentalmente el hecho histórico de que Jesús es el Cristo). Juan no escribió a inconversos en esta epístola; no trata tal propósito como arriba es descrito. El habla de la prueba, o evidencia, de que uno ya es “nacido de Dios,” para distinguir éstos de los gnósticos que profesaban ser hijos de Dios también pero no lo eran porque negaban la encarnación de Cristo.
El verbo de esta frase (“cree”) en el texto griego es un participio presente e indica esto: “todo el que va creyendo.” El nacido de Dios es el cristiano que continúa en esta persuasión, obedeciendo al que es el objeto de su fe (a Cristo). Ya que los gnósticos rehusaban hacer tal confesión, se probaban como no nacidos de Dios.
Para el gnóstico Jesús (el hombre) no era el Cristo, deidad, y la muerte del hombre Jesús no tenía ninguna eficacia especial. Aquí Juan refuta a los gnósticos y los pone como no hijos (nacidos) de Dios. Ellos negaban terminantemente la encarnación. Bástale a Juan en este pasaje hablar en breve, al decir creer que Jesús es el Cristo, porque ya ha expresado en su carta todo el caso referente a la humanidad y deidad de Jesucristo, y a su muerte expiatoria.
Como en el caso del verbo “creer”, así también aquí: es un participio presente, y puede traducirse así: “todo el que va amando,” o “todo el que está amando.” Se indica acción habitual.
         Dios es el que engendra; los hermanos (en Cristo) son los engendrados. Amar al Padre implica amar a los que componen la familia del Padre.
         El amor y la fe van juntos (3:23). Este amor se manifiesta en hechos (3:17,18), y esta fe en confesión. Los gnósticos, aunque profesaban amar a Dios, no amaban a los hermanos y así se probaban mentirosos (4:20), y como quienes andaban en tinieblas (2:9,11). No confesaban fe en la humanidad ni en la deidad de Jesucristo, y así se probaban mentirosos y como quienes no tenían al Padre (2:22,23). Por su falta de amor (para con los hermanos), de fe (en la humanidad y en la deidad de Jesucristo) y de vida de pureza, probaban que no eran nacidos de Dios (2:29; 3:9; 4:7; 5:1). Eran hijos del diablo y del mundo como está representado por Caín.
En el versículo 1 Juan 5; 2 declara la misma verdad que 4:20,21, pero en orden inverso.
         Amar a Dios y a los hermanos es cosa simultánea y una cosa es evidencia de la otra.
         El versículo 1 declara que la fe es la base de la filiación divina; aquí la base es el amar a Dios y la obediencia. Según el Nuevo Testamento, la fe y la obediencia son términos inseparables.   
         Amar a Dios requiere guardar sus mandamientos (Jn_14:15), uno de los cuales es este: “Que os améis unos a otro” (Jn_13:34).
         Dice Juan, “conocemos.” De nuevo aparece el verbo griego guinosko (saber o conocer por experiencia). Amar a Dios y guardar sus mandamientos nos da por experiencia el conocimiento de que amamos a los hermanos; es decir, lo percibimos.
  El cristiano que está guardando habitualmente los mandamientos de Dios está amando a sus hermanos. El profesado hijo de Dios, que sólo tiene doctrina como los escribas y fariseos que no está guardando los mandamientos de Dios, tampoco está amando a los hermanos y sus reclamaciones son mentirosas.
Cuando hemos nacido de nuevo por gracia de Dios, llegamos a formar parte de la familia de Dios, y los demás nacidos de nuevo son nuestros hermanos. Es Dios el que determina quiénes son los otros miembros de la familia, no nosotros. Hemos sido llamados simplemente a aceptarlos y a amarlos.
¿Cómo tratamos  a los miembros de la familia de Dios?

¡Maranata!

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