“Esta
es la vida eterna: que te conozcan a tí, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
¿Cuántos
hombres y mujeres profesan conocer a Dios? Todos los religiosos -- y algunos
que no profesan ninguna religión -- hablan de conocer a Dios. Cualquiera tendrá
sus ideas acerca de Dios, y en cada oportunidad las expresa, pero este tema tan
solemne se trata muy superficial y aun profanamente. Conocer a Dios no es simplemente un conocimiento intelectual,
sino el ser aprobado por El por
haberle obedecido para poder tener comunión con El. "Yo sé que su mandamiento es vida eterna" (Jn 12:50). "Y en esto
sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice:
Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad
no está en él" (1Jn_2:3-4); "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor"
(1Jn_4:8). Los que conocen a Dios son los que
han nacido de nuevo (o de arriba), es decir, del agua y del Espíritu (Jn 3:3, 5) y, siendo nuevas criaturas (2Co_5:17), participan de la naturaleza divina (2Pe_1:4).
"Esta
es la promesa que él nos hizo, la vida eterna" (1Jn_2:25); "y en el
siglo venidero la vida eterna" (Mar_10:30); "En la esperanza de la vida eterna, la cual
Dios... prometió" (Tit_1:2)
¿Sabes que hay una diferencia entre conocer a
alguien y conocer acerca de alguien? Es posible conocer mucho acerca de una
persona y sin embargo nunca haberla conocido. Por ejemplo, muchos saben del
Presidente de los Estados Unidos o de otro país importante. Uno puede saber su
edad, altura, carrera, religión (o falta de religión), y donde nació. Sus
promesas políticas (y si las mantiene o no) son conocidas públicamente, y uno
puede saber dónde está cada día de la semana: la prensa nos informa de sus
visitas a otros países o cuándo está en tal o cual sitio o en vacaciones. Su
voz es reconocida fácilmente, y puede que su rostro sea más conocido que los de
su familia. Lo que su esposa hace son tópicos fácilmente obtenidos en el
periódico o las noticias. Uno puede saber tanto del Presidente que se puede
sentir como que tuviera una relación íntima con él, como si fuera un amigo
personal, pero el Presidente puede ser un extranjero todos los días de su vida,
porque entre los dos no ha habido un encuentro. Conocer acerca de alguien y
conocer a alguien puede significar dos cosas completamente diferentes.
En Juan 17, el
Señor Jesucristo oró a Su Padre Divino por Sus discípulos. Aquí Jesús declara
que la “vida eterna” es conocer al único Dios verdadero y a Su Hijo Jesucristo.
“Vida eterna” no es simplemente saber verdades teológicas, (aunque el conocer
el evangelio es esencial para la salvación): ni tener un corazón lleno de
experiencias religiosas (no importa cómo de sinceras hayan sido), ni ser
miembro o haberse bautizado en una congregación (no importa cómo de bíblicas
sean sus creencias), ni hacer una “decisión” en una reunión (no importa cómo de
sincera haya sido esa decisión).
“Vida eterna” es
la obra gloriosa que Dios hace al respirarle vida espiritual a uno que está
muerto espiritualmente en pecado, y lo trae a confiar en Jesucristo para el
perdón de sus pecados. Por esta obra, el pecador es traído a un conocimiento
vivo de Dios por revelación y unión personal con Su Hijo Jesucristo.
Simplemente, saber cosas acerca de Cristo sin la vida y el poder de Cristo en
el alma deja al pecador igual de muerto. ¿Conoce usted a Jesucristo o solamente
conoce acerca de Él?
Pero, ¿Uno cómo
viene a este conocimiento verdadero de Jesucristo? Jesús le llamó ser “nacido
de nuevo” (Juan 3:3). Él se lo enseñó a un líder
religioso (Nicodemo) quien sabía mucho del Mesías, pero no reconoció que el
Mesías le estaba hablando. Nicodemo era un extranjero de aquel quien él creía
conocer tanto: él no conocía a Dios. Este nacimiento (regeneración) es la obra
de gracia y omnipotencia que el Espíritu Santo obra en el corazón del pecador;
Nunca ha sido y nunca será el resultado de algún esfuerzo religioso humano. “Nos salvó, no por obras de justicia que hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por
Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a
ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:5-6). Dios manda su Espíritu a mostrarle al
pecador su estado perdido y rebelde en el que se encuentra: y cuando el pecador
ve que su pecado es odioso e inmundo, y que por su pecado él está bajo la
condenación justa de Dios, él clamará por misericordia al Salvador. “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a
Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿Que haremos? Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38).
El que ha sido despertado a la realidad de sus
pecados creerá y se aferrará al Señor Jesús, porque Dios le ha dado un corazón
nuevo; él obedecerá al Señor, descubriendo la gloria de su misericordia y
gracia: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). No hay nadie tan precioso como el
Salvador Jesucristo para aquel quien ha sido rescatado de las mandíbulas del
infierno: “Para…los que creéis, Él es precioso”
(1 Pedro 2:7). La salvación se encuentra en una
persona: ¿Usted lo conoce?
Jesús vino al hombre como el Profeta de
Dios, para que el hombre conociera la voluntad de Dios. Él dijo, “No he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me
envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y
sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como
el Padre me lo ha dicho” (Juan 12:49-50).
¿Lo conoce usted como el Profeta de Dios? Si usted quiere saber la voluntad de
Dios, usted tiene que oírlo a Él. Como Sacerdote, Jesús representó al hombre
delante de Dios y le ofreció un sacrificio aceptable, su propio cuerpo y
sangre, por el pecado de su pueblo y para interceder por ellos: “Cristo, sumo sacerdote…no por sangre de machos cabríos ni
de becerros, sino por su propia sangre,…habiendo obtenido eterna redención”.
“De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el
principio de mundo; pero ahora…se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de Sí mismo para quitar de en medio el pecado”, y “Por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos” (Hebreos
9:11-12, 26; 7:25).
¿Lo conoce como
el Sacerdote de Dios? ¿Ha confiado en Su sacrificio perfecto como su única
esperanza del perdón de sus pecados? Su deuda de pecado solamente puede ser pagada
por fe en la sangre de Cristo. Jesucristo también vino como Rey. Él fue y es
Dios Soberano, el Rey del universo, quien le da a su pueblo fe y
arrepentimiento, los hace y los mantiene santos, reina sobre ellos, y les ha
preparado un reino glorioso donde habitarán cuando regrese por ellos. “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y
Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:31). “El solo
Soberano bendito, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene
inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio” (1 Tim. 6:15). “Y a aquel
que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de
su gloria con grande alegría, al único y sabio Dios” (Judas 24). ¿Lo conoce como Rey? ¿Se ha postrado a este
Señor poderoso y ha puesto toda su esperanza en El para salvarlo y mantenerlo
salvo? Lo único que puede conquistar sus pecados internos y externos y llevarlo
por los caminos justos es que Cristo, el Rey, reine supremamente en su corazón.
Jesucristo el Profeta, Sacerdote, y Rey, no es solamente un hombre: Él es Dios
omnipotente y vivo, el Soberano de toda creación. “En
el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”
(Juan 1:1). Cuando Jesús caminó en la tierra, en
él habitaba “toda la plenitud de la Deidad” vestida
en un cuerpo humano (Col. 2:9).
¿Lo conoce como Dios? “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en
su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).
Dios nos ha dado
vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida;
el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis
vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios (1 Juan 5:11-13).
La Palabra de
Dios en la Biblia es sencilla y clara: ¿Tiene usted el Hijo? Usted tiene vida.
Si usted no tiene el Hijo, usted no tiene vida, y su única esperanza es
condenación eterna por el Juez justo y santo del cielo a un infierno eterno y
lleno de tormento ardiente. Jesús le dirá a usted, “Apartaos
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”
(Mateo 25:41).
Sabiendo que
Jesús es el Profeta no es lo mismo que oír a ese Profeta; creyendo que ese
Sacerdote ha muerto no es lo mismo que tener fe en ese Sacerdote quien murió;
estando de acuerdo que hay un Rey no es lo mismo que humillar su corazón a ese
Rey. “Conocer” a Jesucristo es la vida de Dios obrando en el alma del hombre,
llevándolo a una relación viva y personal con el Hijo de Dios y conformando al
pecador a su Santa Palabra: Por lo expuesto ¿Conoce usted a Jesucristo?
¡Maranata!
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