} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿CONOCES A JESUCRISTO?

jueves, 28 de junio de 2018

¿CONOCES A JESUCRISTO?


  
“Esta es la vida eterna: que te conozcan a tí, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).  

  
¿Cuántos hombres y mujeres profesan conocer a Dios? Todos los religiosos -- y algunos que no profesan ninguna religión -- hablan de conocer a Dios. Cualquiera tendrá sus ideas acerca de Dios, y en cada oportunidad las expresa, pero este tema tan solemne se trata muy superficial y aun profanamente. Conocer a Dios no es simplemente un conocimiento intelectual, sino el ser aprobado por El por haberle obedecido para poder tener comunión con El. "Yo sé que su mandamiento es vida eterna" (Jn 12:50). "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" (1Jn_2:3-4); "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1Jn_4:8). Los que conocen a Dios son los que han nacido de nuevo (o de arriba), es decir, del agua y del Espíritu (Jn 3:3, 5) y, siendo nuevas criaturas (2Co_5:17), participan de la naturaleza divina (2Pe_1:4).
         "Esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna" (1Jn_2:25); "y en el siglo venidero la vida eterna" (Mar_10:30); "En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios... prometió" (Tit_1:2)

 ¿Sabes que hay una diferencia entre conocer a alguien y conocer acerca de alguien? Es posible conocer mucho acerca de una persona y sin embargo nunca haberla conocido. Por ejemplo, muchos saben del Presidente de los Estados Unidos o de otro país importante. Uno puede saber su edad, altura, carrera, religión (o falta de religión), y donde nació. Sus promesas políticas (y si las mantiene o no) son conocidas públicamente, y uno puede saber dónde está cada día de la semana: la prensa nos informa de sus visitas a otros países o cuándo está en tal o cual sitio o en vacaciones. Su voz es reconocida fácilmente, y puede que su rostro sea más conocido que los de su familia. Lo que su esposa hace son tópicos fácilmente obtenidos en el periódico o las noticias. Uno puede saber tanto del Presidente que se puede sentir como que tuviera una relación íntima con él, como si fuera un amigo personal, pero el Presidente puede ser un extranjero todos los días de su vida, porque entre los dos no ha habido un encuentro. Conocer acerca de alguien y conocer a alguien puede significar dos cosas completamente diferentes.

En Juan 17, el Señor Jesucristo oró a Su Padre Divino por Sus discípulos. Aquí Jesús declara que la “vida eterna” es conocer al único Dios verdadero y a Su Hijo Jesucristo. “Vida eterna” no es simplemente saber verdades teológicas, (aunque el conocer el evangelio es esencial para la salvación): ni tener un corazón lleno de experiencias religiosas (no importa cómo de sinceras hayan sido), ni ser miembro o haberse bautizado en una congregación (no importa cómo de bíblicas sean sus creencias), ni hacer una “decisión” en una reunión (no importa cómo de sincera haya sido esa decisión).
“Vida eterna” es la obra gloriosa que Dios hace al respirarle vida espiritual a uno que está muerto espiritualmente en pecado, y lo trae a confiar en Jesucristo para el perdón de sus pecados. Por esta obra, el pecador es traído a un conocimiento vivo de Dios por revelación y unión personal con Su Hijo Jesucristo. Simplemente, saber cosas acerca de Cristo sin la vida y el poder de Cristo en el alma deja al pecador igual de muerto. ¿Conoce usted a Jesucristo o solamente conoce acerca de Él?

Pero, ¿Uno cómo viene a este conocimiento verdadero de Jesucristo? Jesús le llamó ser “nacido de nuevo” (Juan 3:3). Él se lo enseñó a un líder religioso (Nicodemo) quien sabía mucho del Mesías, pero no reconoció que el Mesías le estaba hablando. Nicodemo era un extranjero de aquel quien él creía conocer tanto: él no conocía a Dios. Este nacimiento (regeneración) es la obra de gracia y omnipotencia que el Espíritu Santo obra en el corazón del pecador; Nunca ha sido y nunca será el resultado de algún esfuerzo religioso humano. “Nos salvó, no por obras de justicia que hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:5-6). Dios manda su Espíritu a mostrarle al pecador su estado perdido y rebelde en el que se encuentra: y cuando el pecador ve que su pecado es odioso e inmundo, y que por su pecado él está bajo la condenación justa de Dios, él clamará por misericordia al Salvador. “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿Que haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38).
 El que ha sido despertado a la realidad de sus pecados creerá y se aferrará al Señor Jesús, porque Dios le ha dado un corazón nuevo; él obedecerá al Señor, descubriendo la gloria de su misericordia y gracia: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). No hay nadie tan precioso como el Salvador Jesucristo para aquel quien ha sido rescatado de las mandíbulas del infierno: “Para…los que creéis, Él es precioso” (1 Pedro 2:7). La salvación se encuentra en una persona: ¿Usted lo conoce?

    Jesús vino al hombre como el Profeta de Dios, para que el hombre conociera la voluntad de Dios. Él dijo, “No he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho” (Juan 12:49-50). ¿Lo conoce usted como el Profeta de Dios? Si usted quiere saber la voluntad de Dios, usted tiene que oírlo a Él. Como Sacerdote, Jesús representó al hombre delante de Dios y le ofreció un sacrificio aceptable, su propio cuerpo y sangre, por el pecado de su pueblo y para interceder por ellos: “Cristo, sumo sacerdote…no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,…habiendo obtenido eterna redención”. “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio de mundo; pero ahora…se presentó una vez para siempre por el sacrificio de Sí mismo para quitar de en medio el pecado”, y “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 9:11-12, 26; 7:25).
¿Lo conoce como el Sacerdote de Dios? ¿Ha confiado en Su sacrificio perfecto como su única esperanza del perdón de sus pecados? Su deuda de pecado solamente puede ser pagada por fe en la sangre de Cristo. Jesucristo también vino como Rey. Él fue y es Dios Soberano, el Rey del universo, quien le da a su pueblo fe y arrepentimiento, los hace y los mantiene santos, reina sobre ellos, y les ha preparado un reino glorioso donde habitarán cuando regrese por ellos. “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:31). “El solo Soberano bendito, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio” (1 Tim. 6:15). “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con grande alegría, al único y sabio Dios” (Judas 24). ¿Lo conoce como Rey? ¿Se ha postrado a este Señor poderoso y ha puesto toda su esperanza en El para salvarlo y mantenerlo salvo? Lo único que puede conquistar sus pecados internos y externos y llevarlo por los caminos justos es que Cristo, el Rey, reine supremamente en su corazón. Jesucristo el Profeta, Sacerdote, y Rey, no es solamente un hombre: Él es Dios omnipotente y vivo, el Soberano de toda creación. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Cuando Jesús caminó en la tierra, en él habitaba “toda la plenitud de la Deidad” vestida en un cuerpo humano (Col. 2:9).

 ¿Lo conoce como Dios? “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).
  Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios (1 Juan 5:11-13).

La Palabra de Dios en la Biblia es sencilla y clara: ¿Tiene usted el Hijo? Usted tiene vida. Si usted no tiene el Hijo, usted no tiene vida, y su única esperanza es condenación eterna por el Juez justo y santo del cielo a un infierno eterno y lleno de tormento ardiente. Jesús le dirá a usted, “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).
Sabiendo que Jesús es el Profeta no es lo mismo que oír a ese Profeta; creyendo que ese Sacerdote ha muerto no es lo mismo que tener fe en ese Sacerdote quien murió; estando de acuerdo que hay un Rey no es lo mismo que humillar su corazón a ese Rey. “Conocer” a Jesucristo es la vida de Dios obrando en el alma del hombre, llevándolo a una relación viva y personal con el Hijo de Dios y conformando al pecador a su Santa Palabra: Por lo expuesto ¿Conoce usted a Jesucristo?

 ¡Maranata!

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