Lamentaciones 3; 26
Bueno es esperar en silencio la
salvación del SEÑOR.
Debo estar pacientemente tranquilo bajo las
aflicciones, descansando en la voluntad de Dios (Sal_37:7). Debido a que el amor y la compasión
son los principales atributos de Dios, son siempre nuevos, listos para ser probados
y conocidos otra vez. Por esta razón, los que han sido afligidos pueden siempre
poner su confianza en él nuevamente, para su aceptación y restauración. Dios es
“fiel”, o invariable en su amor. Por lo tanto, el poeta puede estar contento de
que Dios sea su porción (Sal. 73:26), no importan las circunstancias. Siendo
Dios así, es bueno buscarle. Puede ser que la bondad de Dios se conozca sólo
después de haber soportado pacientemente el sufrimiento.
Esta
agonía de Jeremías está bien expresada en Ose 11:8,
y tiene su más profunda expresión en el sufrimiento de Jesús sobre la cruz, el
juicio más grande de Dios sobre el pecado y su entrega de amor por la
humanidad.
Habiendo
expresado su angustia y tentación, el profeta muestra cómo fue levantado por
encima de ellas. Malas como son las cosas se debe a la misericordia del Señor
que no sean peores. Debemos observar lo que hace por nosotros y en qué está
contra nosotros. Las misericordias de Dios no fallan; de esto tenemos ejemplos
frescos cada mañana. Las porciones de la tierra son cosas perecederas, pero
Dios es porción eterna.
Nuestro
deber es, y será nuestro consuelo y satisfacción, tener esperanza y esperar en
silencio la salvación del Señor. Las aflicciones obran y obrarán mucho para el
bien: muchos han hallado bueno haber llevado este yugo en su juventud; ha hecho
humildes y serios a muchos y los ha destetado del mundo, porque, de lo
contrario, hubieran sido orgullosos e ingobernables. Si la tribulación produce
paciencia, la paciencia, prueba y la prueba, esperanza; la esperanza no
avergüenza. Pensamientos adecuados del mal del pecado y de nuestra propia
pecaminosidad, nos convencerán que es por la misericordia de Yahvé que no hemos sido consumidos. Si no podemos
decir con voz que no titubee: El Señor es mi porción, ¿puede que no digamos,
deseo tenerlo a Él como mi porción y salvación y en su palabra tengo esperanza?
Felices seremos si aprendemos a recibir la aflicción como que viene de la mano
de Dios.
En el libro
de Job se da la solución al problema del dolor del justo apelando a los
misteriosos caminos de la Providencia. Por ellos ha de buscarse el abandono
total a sus designios secretos, esperando callado la salvación de Yahvé
Salmo 5; 3
Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré
El salmista se
considera mejor que sus enemigos, pero no confía tanto en sus méritos cuanto en
la justicia y en la misericordia divinas. Yahvé salvará de las emboscadas de los enemigos al que le es fiel,
y el justo se sentirá dichoso protegido por la providencia benévola de su Dios.
El salmista
declara que todos los días desde la mañana
inicia sus oraciones y súplicas confiadas a Yahvé, que es su Rey y su Dios. El estilo es vigoroso
y entrecortado. Es un grito del salmista a su Dios en un momento en que no es
comprendida su virtud. Yahvé es el Rey de Israel y del universo, pero particularmente de las almas justas que viven conforme a su
Ley. Los fieles israelitas acudían de mañana a expresar sus deseos y
angustias cotidianas a su Dios en su morada del templo, particularmente en los
momentos comprometidos de su existencia, pues Yahvé es la única esperanza del
que confía en El. El salmista tiene experiencia de la protección divina,
que responde a sus súplicas matinales. Llevado de esta confianza, vuelve de mañana a su santuario a desahogar sus
suspiros y a formular sus súplicas.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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