Hebreos 13;
20-21
Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús
nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto
eterno, os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando El en
nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea
la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
La
gran oración de los dos versículos de este pasaje traza un retrato perfecto de
Dios y de Jesús.
(i) Dios es el Dios de la paz.
Hasta en la situación más inquietante, Dios puede darnos la paz en el corazón.
Si en una comunidad hay división es porque las personas se han olvidado de
Dios, y lo único que puede devolver la paz perdida es el recuerdo de Su
presencia. Cuando la mente y el corazón de una persona están distraídos, y se
encuentra desgarrada entre los dos lados de su propia naturaleza, lo único que
le puede hacer conocer la paz es entregar su vida al control de Dios. El Dios
de la paz es el único Que puede darnos la paz con nosotros mismos, con los
demás y con Él.
(ii) Dios es el Dios de la vida.
Fue Dios el Que devolvió a Jesús de entre los muertos. Su amor y Su poder son
lo único que puede darle a un hombre la paz durante la vida y la victoria en la
muerte. Jesús murió en obediencia a la voluntad de Dios, y fue esa misma
voluntad la que Le devolvió de entre los muertos. Para el que obedece la
voluntad de Dios no hay tal cosa como un desastre final; hasta la misma muerte
es la entrada en la Tierra conquistada.
(iii) Dios es
el Dios Que nos revela Su voluntad y Que nos equipa para cumplirla. Él
nunca nos asigna una tarea sin darnos al mismo tiempo el poder para cumplirla.
Cuando Dios nos envía, nos envía equipados con todo lo que necesitamos.
La pintura de Jesús
también es triple.
(i) Jesús es el
gran Pastor de las ovejas. La alegoría de Jesús como el buen Pastor nos es muy
preciosa; pero, aunque nos sorprenda, Pablo nunca la usa, y el autor de Hebreos
sólo aquí. .
(ii) Jesús es el
Que ha establecido el Nuevo Pacto y ha hecho posible una nueva relación entre
Dios y el hombre, ha quitado el terror y nos ha mostrado el amor de Dios.
(iii) Jesús es
el Que murió. El mostrarnos a los hombres cómo es Dios, y abrirnos el acceso a
Él, Le costó la vida. Su Sangre fue el precio de esta nueva relación.
La
resurrección de Jesús confirma que Su sangre
fue efectiva para establecer el pacto
eterno por medio del cual experimentamos la paz de Dios y compartimos su
reino. De ese modo, podemos confiadamente pedir a Dios que nos capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad,
y depender de Él para que haga en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de Jesucristo. La
adoración aceptable en toda su dimensión sólo puede ser ofrecida por medio de
Jesucristo a través de la capacitación divina.
"Amén"
es palabra hebrea. Quiere decir "de cierto". El apóstol Juan
es el único de los autores novo testamentarios que la emplea en repetición,
diciendo "Amén, amén" (De cierto, de cierto; Jn_3:3;
Jn_3:5). Se empleaba en las sinagogas (y después en las asambleas de
cristianos, 1Co_14:16) por los oyentes para
afirmar que estaban de acuerdo con lo leído o dicho.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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