Filipenses
2:5-11
Tened
en vuestro interior la misma actitud mental que hubo en Jesucristo; porque Él
era por naturaleza en la misma forma de Dios, y sin embargo no consideró el
existir en igualdad con Dios como algo a lo que tenía que aferrarse, sino que
Se vació de Sí mismo, y asumió la forma de un esclavo, haciéndose en todo como
los hombres. Y cuando vino con una apariencia humana que todos podían
reconocer, Se hizo obediente aun hasta el punto de aceptar la muerte, y nada
menos que la muerte de Cruz. Y por esa razón Dios Le exaltó, y Le concedió el
nombre que está por encima de todos los demás nombres, para que al nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los del Cielo, y de los de la Tierra, y de los
de debajo de la Tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor a la
gloria de Dios Padre.
En muchos sentidos este es el pasaje más
importante y conmovedor que Pablo escribió en todas sus cartas acerca de Jesús.
Contiene uno de sus pensamientos favoritos. Su esencia se encuentra en la
sencilla afirmación que hizo Pablo escribiendo a los corintios: Que Jesús,
aunque era rico, por amor a nosotros se hizo pobre (2Co_8:9).
Aquí esa misma idea se expresa en una plenitud sin paralelo. Pablo está
exhortando a los Filipenses a que vivan en armonía, a que dejen a un lado sus
discordias, a que se despojen de sus ambiciones personales y de su orgullo y de
su deseo de sobresalir, y a que tengan en su corazón aquel deseo humilde,
generoso, de servir que fue también la esencia de la vida de Jesús. Su
exhortación final y suprema consiste en señalar al ejemplo de Cristo.
Este es un pasaje que debemos tratar de
comprender plenamente, por lo mucho que contiene para despertarnos la mente a
la meditación y el corazón a la adoración. Con este fin miraremos detenidamente
algunas de sus palabras originales.
El griego es una lengua
considerablemente más rica que el español. Muchas veces, cuando en español no
tenemos más que una palabra para expresar una idea, en griego tenemos varias.
En cierto sentido estas palabras son sinónimas; pero, como nos dicen los
lingüistas, no existen en ninguna lengua palabras que quieran decir exactamente
lo mismo y que se puedan usar indistintamente en todos los contextos. Eso es
especialmente cierto en este pasaje. Cada una de las palabras que escogió Pablo
meticulosamente nos muestran dos cosas: la realidad de la humanidad y la
realidad de la divinidad de Jesucristo. Tomemos las frases una por una. Las
presentaremos en la versión Reina-Valera y en nuestra propia traducción, y
luego trataremos de penetrar en su sentido esencial.
Versículo 6: Siendo en forma de Dios - Él era por naturaleza en la misma forma de
Dios. Dos palabras se escogieron cuidadosamente para mostrar la
inalterable divinidad de Jesucristo. La palabra que la Reina-Valera traduce por
siendo pertenece al verbo
griego hypárjein, que no es la
palabra corriente para ser. Describe
lo que es una persona en su propia esencia y que no puede cambiarse. Describe
esa parte de una persona que, en cualesquiera circunstancias, permanece
inmutable. Así es que Pablo empieza diciendo que Jesús era esencial e
inmutablemente Dios.
Luego pasa a decir que Jesús era en la forma de Dios. Hay dos palabras
griegas para forma: morfé y sjéma. Tenemos
que traducir las dos por forma porque
no tenemos otro equivalente en español; pero no quieren decir la misma cosa. Morfé es la forma esencial que nunca
cambia; sjéma es la forma
exterior que cambia con el tiempo y las circunstancias. Por ejemplo: la morfé de cualquier, ser humano es su
humanidad, y eso no cambia; pero su sjéma
está cambiando constantemente. Un bebé, un niño, un chico, un joven, un
hombre adulto, un anciano siempre tienen la morfé de la humanidad; pero su sjéma exterior está cambiando todo el tiempo. Las rosas, los
tulipanes, los crisantemos, las dalias, etc., tienen todas en común la morfé de flores; pero su sjéma es diferente. La aspirina y la
penicilina tienen una morfé común
de medicinas; pero tienen una sjéma diferente.
La morfé no cambia nunca; la sjéma sí, continuamente. La palabra
que usa Pablo para decir que Jesús es en la forma de Dios es morfé;
es decir: Su esencia inalterable es la divinidad. Aunque Su sjéma exterior cambiara, seguía
siendo de esencia divina.
Jesús no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Antigua
versión: no tuvo por usurpación ser
igual a Dios) - no consideró el existir en igualdad con Dios como algo a lo que
tenía que aferrarse. La palabra para usurpación (rapiña en la Biblia del Oso), que hemos traducido
por cosa a que aferrarse es harpagmós, que procede de un verbo
que quiere decir agarrar, arrebatar. La
frase puede querer decir una de dos cosas, que coinciden en el fondo. (a) Puede querer decir que Jesús no
tuvo necesidad de arrebatar la igualdad con Dios, como trató de hacer el primer
Adán, porque la tenía por naturaleza. (b) Puede querer decir que no Se aferró a
la igualdad con Dios, como reteniéndola celosamente para Sí, sino se despojó de
ella voluntariamente por amor a la humanidad. Comoquiera que lo tomemos, hace
hincapié en la divinidad esencial de Jesús.
Versículo 7: Se despojó a Sí mismo (Antigua versión: se anonadó a sí mismo) - Se vació de Sí mismo. El verbo griego kenún quiere decir literalmente vaciar. Se puede usar de sacar el
contenido de un contenedor hasta dejarlo vacío, o de derramar su contenido
hasta que no queda nada dentro. Aquí usa. Pablo la palabra más gráfica posible
para aclarar el sacrificio de la
Encarnación. Jesús rindió de manera voluntaria la gloria de la divinidad
para convertirse en un hombre. Se vació de Su divinidad para asumir Su
humanidad. Es inútil preguntar cómo; no podemos más que permanecer henchidos de
santo temor al contemplar por la fe al Que es Dios todopoderoso hambriento y
cansado y en lágrimas. Aquí, en un último esfuerzo del lenguaje humano, se
atesora la verdad salvadora de que el Que era rico Se hizo pobre por amor a
nosotros.
Tomó la forma
de siervo - asumió la forma de un esclavo. La palabra que usa
Pablo aquí es otra vez morfé, que
ya hemos visto que quiere decir la forma esencial. Pablo quiere decir que
cuando Jesús Se hizo hombre no se limitó a representar un papel, sino la pura
realidad. No fue como los dioses griegos, que a veces, según la mitología, se
presentaban como hombres pero guardaban sus privilegios divinos. Jesús se hizo
hombre de veras. Pero hay algo
más aquí. Se hizo semejante a los
hombres - haciéndose en todo como los hombres. La palabra que la
Reina-Valera traduce por se hizo y
nosotros por haciéndose es una
parte del verbo griego guínesthai. Este
verbo describe un estado que no es
permanente. La idea es la de llegar
a ser, hacerse, y describe una fase de cambio que es totalmente real,
pero que pasa. Es decir: la condición humana de Jesús no era un estado Suyo
permanente; fue absolutamente real, pero transitorio.
Versículo 8: Hallándose en la condición de hombre - Vino con una apariencia humana
que todos podían reconocer. Pablo insiste en lo mismo. La palabra que la
versión Reina-Valera traduce por condición,
y que nosotros hemos traducido por apariencia es sjéma, que
ya hemos visto que es una forma que cambia.
Los versículos 6-8 forman un pasaje muy
breve; pero no hay otro pasaje en el Nuevo Testamento que nos presente la
absoluta realidad de la divinidad y de la humanidad de Jesús de una manera tan
conmovedora, ni de una manera tan viva el sacrificio que Él hizo cuando se
despojó de Su divinidad y asumió Su humanidad. Cómo sucedió, no lo podemos
decir; pero es el misterio de un amor tan grande que, aunque no lo podamos
comprender plenamente, podemos experimentarlo benditamente, y adorarlo.
Debemos tener presente siempre que
cuando Pablo pensaba y hablaba acerca de Jesús, su interés y su intención no
eran nunca primordialmente intelectuales o especulativos, sino siempre
prácticos. Para él la teología y la acción siempre iban juntas. Todo sistema de
pensamiento debe convertirse por necesidad en una manera de vivir. En muchos
sentidos este pasaje es uno de los vuelos más altos del pensamiento teológico
del Nuevo Testamento; pero su intención era persuadir a los Filipenses para que
vivieran una vida en la que la desunión, la discordia y la ambición personal no
tuvieran lugar.
Así es que Pablo dice de Jesús que Se
humilló a Sí mismo y Se hizo obediente hasta la muerte, hasta la muerte de
cruz. La gran característica de la vida de Jesús fue la humildad, la obediencia
y la renuncia a Sí mismo. No deseaba dominar a los hombres, sino servir a los
hombres; no deseaba seguir Su propio camino, sino el de Dios; no deseaba
exaltarse a Sí mismo, sino renunciar a toda Su gloria por amor a los hombres.
Una y otra vez el Nuevo Testamento se muestra seguro de que es solamente el que
se humilla el que será exaltado (Mat_23:12; Luc_14:11; Luc_18:14). Si la
humildad, la obediencia y la autorrenuncia fueron las características supremas
de la vida de Jesús, también deben ser las señales características del
cristiano. El egoísmo, el buscar para uno mismo y el alardear de lo propio
destruyen nuestra semejanza con El y nuestra relación con nuestros semejantes.
Pero la autorrenuncia de Jesucristo le
condujo a una gloria aún mayor. Le aseguró que algún día, más tarde o más
temprano, todas las criaturas del universo en el Cielo y en la Tierra y hasta
en el infierno Le adorarán. Hay que fijarse con cuidado de dónde llega esa
adoración. Viene del amor. Jesús
Se ganó los corazones de las personas, no apabullándolas con manifestaciones de
poder, sino mostrándoles un amor que no pudieron resistir. A la vista de esta
Persona que Se despojó de Su gloria por los hombres y los amó hasta el punto de
morir por ellos en la Cruz, los corazones humanos se derriten y se les
quebranta toda resistencia. Cuando adoran a Jesucristo, caen a Sus pies
maravillados de amor. No dicen: " No puedo resistir un poder semejante;»
sino, con el himno: «Amor tan maravilloso, tan divino, demanda mi vida, mi alma,
mi todo.» La adoración se basa, no en el temor, sino en el amor.
Además, Pablo dice que, como
consecuencia de su amor sacrificial, Dios Le dio a Jesús el nombre que está por
encima de todos los nombres. Una de las ideas características de la Biblia es
que se da un nombre nuevo para señalar una etapa nueva en la vida de una
persona. Abram fue llamado Abraham cuando recibió la promesa de Dios (Gen_17:5). Jacob
pasó a llamarse Israel cuando Dios inició una nueva relación con él (Gen_32:28). La
promesa del Cristo Resucitado tanto a Pérgamo como a Filadelfia es la de un
nuevo nombre (Apoc_2:17;
Apoc_3:12).
Entonces, ¿cuál es el nuevo nombre que
Dios Le dio a Jesucristo? No podemos estar del todo seguros de lo que Pablo
tenía en mente, pero lo más probable es que el nombre nuevo fuera Señor.
El gran título por el que se conocía a
Jesús en la Iglesia Primitiva era Kyrios,
Señor, que tiene una historia iluminadora.
(i) Empezó significando amo o propietario.
(ii) Se tomó como el título oficial de
los emperadores Romanos.
(iii) Llegó a ser el título que se daba
a los dioses paganos. Fue la traducción que dieron los judíos al tetragrámaton Jehová en la traducción al griego de
sus Sagradas Escrituras. Así que, cuando los cristianos llamaban a Jesús Kyrios, Señor, Le reconocían como el
Dueño y Propietario del universo; era el Rey de reyes y el Señor de señores,
Rey y Señor por encima de toda realeza y señorío; Señor ante Quien los dioses
paganos no eran más que ídolos mudos e impotentes.
No habrá
incrédulos en aquel día. Este lenguaje fue usado en Isa_45:22-23
con referencia a Dios: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más... a mí se doblará toda
rodilla". Este texto que se refiere a Dios es citado por Pablo y se
aplica a Jesús. Es otro texto, otro testimonio fuerte, para confirmar su
Deidad. Pablo no quiere decir que todos éstos serán salvos por confesarle,
porque la confesión de la mayoría de los hombres será hecha demasiado tarde
para salvarse, porque será hecha en el día final. La confesión que salva es la
que se hace durante la vida y es la expresión de un deseo de obedecerle y ser
salvo de los pecados. Procede de un corazón que cree (Rom_10:9-10).
La confesión de este texto (Flp_2:11) indica que
tarde o temprano todo ser -- celestial, terrenal y aun "de lo
infernal" -- reconocerá y confesará a Cristo como Señor, como Rey de
reyes. Verdaderamente Él es el Gobernador y el Juez del universo, y esto por el
decreto de Dios Padre y para su gloria.
¡Maranata!
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