Proverbios 15; 23
El
hombre se alegra con la respuesta adecuada, y una palabra a tiempo, ¡cuán
agradable es!
La sabiduría se necesita para adaptar
nuestro hablar a la ocasión. El buen consejo bíblico da bendición al que lo da,
así como al que lo recibe. El sabio hace una recomendación de la utilidad del
consejo. También los sabios egipcios hacían resaltar esta importante misión
sapiencial, cuyo fiel cumplimiento proporciona profunda alegría al sabio
y, especialmente en situaciones delicadas, hace un bien inmenso a quienes
pidieron su consejo o necesitaron una palabra de aliento y consuelo.
2 Reyes 7; 9
Entonces
se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas
nuevas, pero nosotros estamos callados; si esperamos hasta la luz de la mañana,
nos vendrá castigo. Vamos pues, ahora, y entremos a dar la noticia a la casa
del rey.
La
Providencia ordenó que llegaran los leprosos tan pronto como los sirios
hubieran huido. Sus conciencias les dijeron que la desgracia caería sobre ellos
si solamente se cuidaban a sí mismos.
Cuatro leprosos fueron los primeros en
comprobar que los sirios habían abandonado el cerco. Obligados por su
enfermedad a permanecer alejados de la sociedad (Lev_13:28-46;
Num_5:1-4), se refugiaron a la puerta de Samaría, confiando en la
caridad de los transeúntes. Como las puertas permanecieran cerradas por razón
del cerco y nadie transitara por ellas, llegaron los leprosos a una penuria
extrema. En un trance desesperado, tramaron un proyecto audaz. Era inútil
entrar en la ciudad hambrienta en busca de alimentos; quedarse en su lugar
equivalía a condenarse a muerte. Quizá entre los sirios hallarían algo. Si la
hazaña les salía bien, seguirían viviendo; si los matan, mala suerte. ¡Cuál no
fue su sorpresa al no encontrar nadie en el campamento ¿Qué había pasado?.
Un rumor cundió entre el ejército de que
los reyes de los hititas, con otros aliados, amenazaban lanzarse sobre Damasco.
El rey y los suyos, temiendo la acción conjunta de los invasores y la
Persecución por parte de los israelitas, huyeron precipitadamente aprovechando
la oscuridad de la noche. Los cuatro leprosos penetraron en una tienda, donde
comieron y bebieron hasta saciarse; Después entregáronse a la rapiña. De pronto
les asaltó el temor de que les castigaría el rey en caso de no informarle de la
situación. A este fin decidieron presentarse ante los muros de la
ciudad, llamar a los centinelas y contarles lo que pasaba. Los centinelas
informaron al rey, quien, levantándose de noche, puso a sus servidores en
estado de alerta a fin de que su pueblo no cayera en alguna trampa ideada por
los sirios. Un oficial propuso que se enviara una patrulla que inspeccionara
los alrededores de la ciudad. Aparejáronse dos carros con otros tantos caballos
cada uno (1Sa_21:3; Isa_19:18) y salieron a
explorar el terreno en dirección hacia el nordeste, llegando al río Jordán en
las proximidades de Betsán. Tras un reconocimiento de unos sesenta kilómetros
de terreno regresaron los exploradores a la ciudad para anunciarles la buena
nueva. Tan pronto la supo el pueblo, salió en tromba hacia el campamento sirio
en busca de alimentos y otro botín. El oficial incrédulo, que por orden del rey
custodiaba las puertas, fue desbordado, arrastrado y pisoteado por la avalancha
del pueblo hambriento, cumpliéndose la profecía de Elíseo.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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