Santiago 5; 11
Mirad que
tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído de la paciencia de
Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy
compasivo, y misericordioso.
Al
decir "tenemos", Santiago incluye a sus lectores; es decir, todos
nosotros que somos cristianos y estudiamos las Escrituras sabemos que el que
persevera bajo la aflicción injusta es bienaventurado, porque recibirá
recompensa del Señor.
Santiago no
habla meramente de sufrir, sino de ¡perseverar bajo aflicción! (en lugar de
abandonar la fe, o aun quejarse a Dios por su condición). Habla de sufrir con
paciencia, pues pasa a hablar en la próxima frase de la paciencia de Job.
Uno es bienaventurado, pues, si soporta
la aflicción, porque el portarse así indica cuál fin recibirá del Señor.
En 2Ts_1:6-11 Pablo recuerda a los cristianos afligidos
que recibirán descanso, mientras que los que afligen serán afligidos. Vivir con
esta seguridad requiere fe; el creyente, pues, sufre aflicción y su fe es
apremiada.
La conclusión
feliz de la experiencia de Job (42:10-17) enseña
que el Señor tiene propósitos al dejar sufrir injusticias por un tiempo: quiere
mostrarnos gran misericordia y compasión. Dios siempre bendice ampliamente a
sus fieles (Rom_8:28; Rom_8:32; Rom_8:38-39).
Así es que la felicidad verdadera no
consiste en la mundanalidad, con sus placeres, lujurias, y promesas inmediatas,
sino en la perseverancia (paciencia), permitiendo que Dios finalmente nos saque
de las pruebas difíciles para traernos felicidad duradera.
La vida es una gran serie de pruebas, y
las pruebas tienen su propósito.
Siempre es un
consuelo saber que otros han pasado por lo que nosotros tenemos que pasar.
Santiago les recuerda a sus lectores que los profetas y los hombres de Dios no
habrían podido cumplir su ministerio ni dar testimonio si no hubieran sido
capaces de resistir pacientemente. Les recuerda que Jesús mismo había dicho que
el que persevere hasta el fin será bienaventurado, porque será salvo (Mat_24:13).
A continuación
les cita el ejemplo de Job, de quien habrían oído hablar a menudo en los
discursos de la sinagogas Solemos hablar de la paciencia de Job, que es la palabra que usa aquí la
Reina-Valera. Pero paciencia es
una palabra
demasiado pasiva. En cierto sentido, Job era todo menos paciente. Leyendo el
drama de su vida, le vemos protestando apasionadamente de lo que se le ha
venido encima, cuestionando apasionadamente los argumentos convencionales de
los supuestos amigos, agonizando apasionadamente con la terrible suposición de
que Dios le hubiera olvidado. Pocas personas se han expresado tan apasionadamente;
pero lo fundamental acerca de él es que, pese a todas las preguntas agonizantes
que le rasgaban el corazón, nunca perdió la fe en Dios. «He aquí, aunque Él me
matare, en Él esperaré» (Job_13:15). «Mas he aquí que en el Cielo está
mi Testigo, y mi testimonio en lo Alto» (Job_16:19). "¡Yo sé que tengo un Redentor
Que está vivo!» (Job_19:25). La suya no fue una sumisión muda y
pasiva; peleó, y preguntó, y a veces hasta desafió; pero la llama de su fe
nunca se extinguió.
La palabra que
se le aplica aquí es esa gran palabra del Nuevo Testamento, hypomoné, que describe, no una
paciencia pasiva, sino ese espíritu caballeresco que arrostra a pecho
descubierto la marea de la duda y del dolor y del desastre, y surge al otro
lado con una fe aún más fuerte. Puede que exista una fe que nunca se queja ni
cuestiona; pero más grande es la que surge del asedio de las dudas todavía
creyendo. Fue la fe que se mantuvo firme la que salió triunfante por la otra
orilla; porque «el Señor bendijo el postrer estado de Job más que el primero» (Job_42:12).
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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