Salmo 103; 13-14
Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece
el SEÑOR de los que le temen.
Porque Él sabe de qué
estamos hechos, se acuerda de que somos sólo polvo.
El
salmista hace una comparación, la compasión del padre hacia sus hijos. ¡Qué
tremendo es ser hijo de Dios en Cristo y saber que él nos cuida así! Además,
Dios entiende nuestras debilidades; fuimos hechos del polvo y todavía lo somos.
A la vez el NT no deja esto como excusa de seguir en pecado, pues el creyente
tiene al Espíritu Santo y la victoria en Cristo.
En
contraste con la vastedad de las acciones misericordiosas de Dios, David vuelve
a enfatizar lo cercano e íntimo de su presencia como Padre. Es la conducta
del padre para con sus hijos. En realidad, nadie mejor que Dios conoce la
fragilidad humana, pues sabe que el hombre ha sido formado del polvo.
Justamente por ello, su vida es efímera como la de la hierba y la flor, que
se agostan con los primeros vientos solanos. En contraste con el carácter
transitorio y fugaz de la vida humana está
la piedad divina, que se
extiende a los que le temen durante generaciones, y su justicia protege a los
suyos de padres a hijos. Pero esto está condicionado a la observancia de su alianza, concretada en los mandamientos.
Nosotros
somos frágiles, pero el cuidado de Dios es eterno. Demasiado a menudo miramos a
Dios como Juez y dador de la ley, olvidando su compasión y preocupación por
nosotros. Cuando Dios examina nuestras vidas, recuerda nuestra condición
humana. Nuestras debilidades nunca deberían usarse como justificación para
pecar. Su misericordia toma todo en cuenta. Dios le tratará con compasión,
confíe en El.
Mateo 6; 32
Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que
vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas.
La preocupación es esencialmente atea. No son las circunstancias externas las que causan la
preocupación. En la misma circunstancia, una persona puede estar perfectamente
serena, y otra se muere de ansiedad. Tanto la preocupación como la serenidad
vienen, no de las circunstancias, sino del corazón.
Ya lo dijo
Isaías hace mucho tiempo: "Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo
pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado» (Isa_26:3).
Puede que haya
pecados más graves que la preocupación, pero seguro que no hay ninguno que
incapacite más.
Que se busque primero el reino y se
cumplan sus exigencias, y Dios proveerá por mil medios al desarrollo de la
vida, pues cuida del hombre. La gran lección, después de “buscar primero el
reino y su justicia” es ésta: ¡Hay providencia sobre la vida!
Es lo contrario de los gentiles, que no
la conocían, sino al Hado o la Fatalidad, pero no al Dios Padre providente. Ni
puede argumentarse que muchos pájaros mueren de inanición o frío, y nosotros no
nos podemos estrechar hasta ese término. Este planteamiento son sutilezas al
margen del ambiente y argumentación. Pues el tema es la providencia de Dios,
que ¡existe!, y la formulación es “sapiencial,” y habla del suceder normal y
según la naturaleza de las cosas. También en el plan de Dios están las
catástrofes humanas, a pesar de las previsiones de los hombres.
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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