Romanos
5; 20
Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero
donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia,
Uno
de los propósitos de la ley era
hacer evidente el pecado, y de esa forma manifestar mejor la necesidad de la
redención. Dios no dio leyes para constituirles pecadores a los hombres. Al
contrario, toda ley de Dios es para el bien y la dirección del hombre. Pero
entre más leyes hay, más puntos hay en que peca el hombre. En este sentido la
ley hace que el pecado “abunde. La ley de Dios hizo que el hombre viera lo
abundante del pecado, y que como pecador estaba bajo el dominio del pecado que
trae la muerte. El pecado vencía al pecador, le dejaba débil, y sin esperanza
en sí. Aunque “abundaba” el pecado, “sobreabundó la gracia,” ofreciendo al
pecador libertad del pecado y de sus consecuencias.
Como
pecador, separado de Dios, usted ve la Ley desde abajo, similar a una escalera
que debe subirse para llegar a Dios. Quizás ha intentado subirla en más de una
oportunidad, solo para caer al piso cada vez que alcanzaba uno o dos peldaños.
O a lo mejor le parecía tan abrumadora la escarpada escalera que nunca se
decidió siquiera a iniciar su ascenso. En cualquier caso, ¡qué alivio debe
serle ver a Jesús con los brazos abiertos ofreciéndole pasarle por encima de la
escalera de la Ley y llevarlo directamente a Dios! Una vez que Jesús lo eleva
hasta la presencia de Dios, usted es libre para obedecer: por amor, no por
necesidad, y mediante el poder de Dios, no el suyo. Usted sabe que si se
tambalea, no caerá al suelo. Los brazos amorosos de Cristo no lo dejarán caer y
lo sostendrán.
Romanos 3;
21-22
porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado
delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del
pecado.
Pero ahora, aparte de
la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los
profetas;
La ley aquí
referida es la ley de Dios, o como revelada durante la dispensación patriarcal,
o la más completamente revelada ley de Dios que tenían los judíos en las
Sagradas Escrituras. Pero el gentil no había guardado esa ley, ni tampoco el
judío. Por tal razón no habían encontrado la justificación por medio de ley.
¿Por qué? Porque la ley no justificaba; solamente declaraba el pecado y
condenaba al transgresor de ella. (La ley “justifica” solamente al que la
guarda perfectamente). Por ley viene el conocimiento de pecado, pero no el
perdón del pecado. Gál_2:16.
Pablo se refiere de
primera intención al Salm_143:2: «Porque ningún
viviente es justificado delante de ti.» Esta
afirmación del orante la aplica el
Apóstol ahora a la apurada situación de la humanidad entera antes del
Evangelio. No puede afirmarse sin más que el salmista tuviese en su mente algo
parecido. En el judaísmo podían coexistir perfectamente la afirmación de la
culpa y la conciencia de ser el pueblo elegido, sin que por ello el
reconocimiento de culpabilidad indujese necesariamente a una humillación
insincera. Mas para Pablo ya no pueden darse juntamente este reconocimiento de
la propia culpa y la conciencia de elección. Lo que se excluye es precisamente
esta conciencia judía que se manifiesta en la insistencia de que el judío posee
la ley. Y esto es lo que Pablo enuncia rápidamente en su tesis del v. 20 al
citar el salmo y añadir el pequeño inciso interpretativo de «por las obras de
la ley».
Es en «las obras
de la ley» en las que se pone de manifiesto la impotencia de esa misma ley. La
Ley exige, pero no posibilita el cumplimiento de sus exigencias. Lo cual no
significa que no pueda cumplirse la ley, sino que de hecho no se cumple. Por
las «obras de la ley» nadie se justifica. Semejante afirmación debía
impresionar naturalmente al judío en lo más profundo, en su mismo ser. Y con
ello Pablo ataca la posición especial que el judío afirmaba ocupar en la historia
do la salvación. Y la ve suprimida por lo que ahora resulta perfectamente
posible: la justificación por la fe. Así
las cosas, por lo que respecta a la pregunta del judío acerca de la ley sólo
cabe una respuesta categórica: la ley sólo ha traído el conocimiento del
pecado.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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