Mateo 9; 6
Pues
para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa.
Este hombre de la
historia evangélica sabía que era pecador; porque era pecador, estaba seguro de
que Dios era su enemigo; porque creía que Dios era su enemigo, estaba
paralítico. Una vez que Jesús le trajo el perdón de Dios supo que Dios ya no
era su enemigo, sino su amigo, y por tanto se curó.
Pero fue la manera como se efectuó la
cura lo que escandalizó a los escribas. Jesús se había atrevido a perdonar
pecado; eso era prerrogativa exclusiva de Dios; por tanto, Jesús había
insultado a Dios. Jesús no se puso a discutir. Trató la cuestión con ellos en
su propio terreno. «¿Cuál de las dos cosas es más fácil decir -les preguntó-:
"Tus pecados te son perdonados," o decir: "Levántate y sal
andando"?" Ahora bien; recordemos qué estos escribas no creían que
nadie pudiera levantarse y echar a andar a menos que se le perdonarán sus
pecados. Si Jesús podía hacer que este hombre se levantará y anduviera,
entonces eso era la prueba incontestable de quo los pecados del hombre estaban
perdonados, y de que el derecho de Jesús a perdonar pecados era legítimo. Así
que Jesús demostró que era capaz de traer el perdón al alma de una persona y la
salud a su cuerpo. Y sigue siendo eternamente verdad qué no podemos estar como
es debido físicamente hasta que lo estemos espiritualmente, que la salud del
cuerpo y la paz con Dios van de la mano.
1 Juan
5; 13
Les
escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que
sepan que tienen vida eterna.
Con este párrafo llega a su fin la carta
propiamente dicha. Lo que sigue es más bien una posdata. El final es la
afirmación de que la esencia de la vida cristiana es la vida eterna.
La palabra para eterna es aiónios.
Quiere decir mucho más que simplemente que no se acaba nunca. Una vida
que durara para siempre, que no tuviera fin, podría considerarse una maldición
y no una bendición, una carga intolerable y no un regalo maravilloso. Hay
solamente Uno a Quien se puede aplicar adecuadamente aiónios, y es Dios. En el verdadero sentido
de la palabra, Dios es el único que posee y habita la eternidad. La vida eterna no es otra cosa que la vida de Dios mismo. Lo que se nos
promete es que aquí y ahora se nos puede conceder participar de la misma vida
de Dios.
En Dios hay paz, y por tanto la
vida eterna quiere decir serenidad.
Quiere decir una vida liberada de los temores que asedian la situación
humana. En Dios hay poder, y por tanto
la vida eterna quiere decir la derrota de la frustración. Quiere
decir una vida llena del poder de Dios, y por tanto victoriosa sobre las
circunstancias. En Dios hay santidad,
y por tanto la vida eterna quiere
decir la derrota del pecado. Quiere
decir una vida revestida de la pureza de Dios e impenetrable a las infecciones
contaminantes del mundo. En Dios hay amor,
y por tanto la vida eterna quiere
decir el final del rencor, la amargura
y el odio. Quiere decir una vida que tiene en el corazón el amor de
Dios, y el invencible amor del hombre en todos sus sentimientos y en todas sus
acciones. En Dios hay vida, y por tanto
la vida eterna quiere decir la derrota de la muerte. Quiere decir
una vida que es indestructible porque tiene en sí la indestructibilidad de Dios
mismo.
Juan está convencido de que tal vida nos viene por
medio de Jesucristo y no de ninguna otra manera. ¿Por qué había de ser así? Si
la vida eterna es la vida de Dios, quiere decir que podemos poseer esa vida
sólo cuando conocemos a Dios y somos capacitados para acceder a Él y descansar
en Él. Podemos hacer estas dos cosas solamente en Jesucristo. El Hijo es el
único que conoce plenamente al Padre; y por tanto es el único que puede
revelarnos plenamente cómo es Dios. Como decía Juan en su evangelio: "
Nadie ha visto nunca a Dios. Es el único, Que es Dios, Que está en el seno del
Padre, Quien nos lo ha dicho todo acerca de Dios" (Jn_1:18). Y Jesucristo es el
único Que nos puede traer a Dios. Es en Él en Quien se nos abre el camino nuevo
y vivo a la presencia de Dios (Heb_10:19-23).
Podemos usar una analogía sencilla. Si queremos llegar a alguien a quien no
conocemos, y que se mueve en un nivel totalmente diferente del nuestro, podemos
conseguirlo solamente si encontramos a alguien que le conozca y esté dispuesto
á presentárnosle. Eso es lo que Jesús hace por nosotros en relación con Dios.
La vida eterna es la vida de Dios, y sólo podemos encontrarla por medio de
Jesucristo.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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