Mateo 11; 28
Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os
haré descansar
Jesús hablaba a
personas que estaban tratando desesperadamente de encontrar a Dios, y tratando desesperadamente
de ser buenas, pero que estaban encontrándolo imposible, y que se hallaban
sumidas en el agotamiento y la desesperación.
Les dice: «Venid
a Mí todos los que estáis rendidos bajo vuestras cargas.» Para un judío
ortodoxo, la religión era cosa de cargas. Jesús dijo de los escribas y los
fariseos: «Atan cargas pesadas e insoportables, y se las ponen a los demás
sobre los hombros» (Mat_23:4). Para un judío, la religión era cosa
de reglas interminables. Se vivía en una selva de normas que regulaban todas
las situaciones de la vida. Se tenía que estar escuchando constantemente:
"No hagas eso.»
El judío estaba envuelto en 613 prescripciones
del código mosaico, reforzadas de tradiciones sin número; la vida del fariseo
era una intolerable servidumbre. El último libro de la Mishna, que
comprende doce tratados, está todo entero consagrado a estas prescripciones
minuciosas. Imposible dejar su casa, tomar alimento, hacer una acción
cualquiera sin exponerse a mil infracciones. El temor de caer en ellas
paralizaba el espíritu y anulaba el sentido superior de la moral natural. Toda
la religión degeneraba en un formalismo mezquino.” Están “fatigados” y “cargados” de toda esa
seca e insoportable reglamentación.
De nuevo Jesús
tiene ante su vista las mismas personas a que estaba dedicado con todo el amor:
los pobres y hambrientos, los ignorantes y la gente sencilla, los apenados y
enfermos. Siempre le han rodeado, le han llevado sus enfermos, han escuchado
sus palabras, y también han procurado tocar aunque sólo fuera una borla de su
vestido. También ha ido a ellos por propio impulso y ha comido con los desechados.
Ahora llama a sí a todos ellos y les promete aliviarlos. Son como ovejas sin
pastor, están abatidos y desfallecidos. Están abrumados y gimen bajo el yugo.
Esta es la carga de su vida agobiada y penosa, pero sobre todo la carga de una
interpretación insoportable de la ley. Esta doble carga les cansa y les deja
embotados. En cambio Jesús los quiere aligerar y darles alegría. Los escribas
les imponen como yugo cruel y áspero las prescripciones de la ley, como un
campesino impone el yugo al animal de tiro. Los escribas convierten en una
carga insoportable de centenares de distintas prescripciones la ley que fue
dada para la salvación y la vida (Eze_20:13).
Nadie podía cumplir tantas prescripciones; ni ellos mismos eran capaces de
cumplirlas.
Hasta los rabinos
se daban cuenta de eso. Hay una clase de parábola lóbrega que se pone en boca
de Koré, que muestra lo impositivas y pesadas e imposibles que podían llegar a
ser las demandas de la Ley: «Había una pobre mujer en la vecindad que tenía dos
hijas y un campo. Cuando empezaba a arar, Moisés (es decir, la Ley de Moisés)
le decía: "No debes arar con un buey y un asno juntos." Cuando
empezaba a trillar, él le decía: "Dame para la ofrenda elevada, y el
primero y el segundo diezmos." Ella se sometía a la ordenanza, y se lo
daba todo. ¿Qué hizo entonces la pobre mujer? Vendió el campo, y se compró dos
ovejas para vestirse con su lana y sacar algún provecho de los corderos. Cuando
tuvieron los corderos, Aarón (es decir, el sacerdocio) vino y le dijo:
"Dame los primogénitos." Ella cumplió la decisión, y se los dio:
Cuando llegó el tiempo de esquilar, y se puso a esquilar sus ovejas, vino Aarón
y le dijo: "Dame las primicias de la lana de las ovejas" Deu_18:4). Entonces ella pensó: "No puedo
resistir a este hombre. Mataré mis ovejas y me las comeré." Cuando hizo la
matanza, llegó Aarón y le dijo: "Dame la pierna, las quijadas y el
cuajar." Deu_18:3). Entonces ella le dijo:
"Ni siquiera matándolas estoy a salvo de ti. Pues, venga: las consagro por
voto" Y entonces Aarón le dijo: "En ese caso me pertenecen
enteras." Num_18:14). Y se marchó con ellas y la dejó llorando
con sus dos hijos» Esta historieta es una parábola de las demandas continuas
que hacía la Ley sobre las personas en todas las circunstancias de la vida.
Esas demandas eran, sin duda, una carga.
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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