Gálatas 5; 1
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos
hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Es en esta libertad, la libertad de
Cristo, aludiendo a la mujer libre y Jerusalén arriba, que debían mantenerse
firmes, y no ponerse de nuevo bajo el yugo de la ley. Si tomaron esa base,
se hicieron responsables de mantenerla personal y totalmente, y Cristo no tuvo
ningún efecto sobre ellos. No podían descansar en la obra de Cristo por
justicia, y luego se consideraban responsables de cumplir la justicia según la
ley. Las dos cosas se contradicen entre sí. Por lo tanto, tampoco
sería gracia en la que se encontraban. Dejaron la gracia para cumplir los
requisitos de la ley. Esta no es la posición del cristiano.
En la primera parte de este
capítulo, el apóstol advierte a los gálatas que presten atención a los maestros
judaizantes, quienes se esforzaron por devolverlos bajo la esclavitud de la
ley. Él había estado discutiendo contra ellos antes, y había demostrado en
gran medida cuán contrarios eran los principios y el espíritu de esos maestros
al espíritu del evangelio; y ahora esto es como si fuera la inferencia
general o aplicación de todo ese discurso. Desde que apareció por lo que
se dijo que podemos ser justificados solo por la fe en Jesucristo, y no por la
justicia de la ley, y que la ley de Moisés ya no estaba en vigencia, ni los
cristianos bajo ninguna obligación de someterse a ella por lo tanto, los haría permanecer
firmes en la libertad con la que Cristo nos hizo libres, y no estar
nuevamente enredado con el yugo de la esclavitud.
Bajo el
evangelio, somos liberados, somos llevados a un estado de libertad, en donde
somos liberados del yugo de la ley ceremonial y de la maldición de la ley
moral; de modo que ya no estamos atados a la observancia de uno, ni atado
al rigor del otro, que maldice a todos los que no continúan en todas las cosas
escritas para hacerlas. Le debemos esta libertad a Jesucristo. Es él
quien nos ha hecho libres; por sus méritos ha satisfecho las
exigencias de la ley quebrantada, y por su autoridad como rey nos ha librado de
la obligación de las ordenanzas carnales que se le impusieron a los
judíos.
Por lo tanto, es nuestro deber mantenerse
firme en esta libertad, constante y fielmente de adherirnos al
evangelio y a la libertad de ello, y no sufrir, bajo ninguna
consideración, ser nuevamente enredados en el yugo de la
esclavitud, ni convencidos de regresar a la ley de Moisés. Esta es la
advertencia o exhortación general, que en los siguientes versículos el apóstol
aplica por varias razones o argumentos. Como, yo. Que someterse a la
circuncisión y dependiendo de las obras de la ley para la rectitud, eran una
contradicción implícita de su fe como cristianos y la pérdida de todas sus
ventajas por Jesucristo,
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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