Hace siete
meses, mi vida como la conocía se interrumpió sin aviso. De improviso, mi vida cambió en lo físico y
en lo espiritual. Mis ojos se abrieron abruptamente a la incertidumbre y la
fragilidad de la vida.
Soy nacido de nuevo por gracia de
Dios por fe en Jesucristo. Así que se podría pensar que debería haber estado
preparado cuando recibí la noticia de mi tumor maligno en riñón izquierdo. Me
sorprendió qué después de la conmoción
inicial por la noticia, pronto mi mente recordó unos versículos de la Primera
Epístola de Pedro en el capítulo 5 versículos del 8 al 10, donde dice así:
8 Sed
de espíritu sobrio, estad
alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.
9 Pero resistidle firmes en la fe, sabiendo que
las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en vuestros hermanos
en todo el mundo.
10 Y después de que hayáis sufrido un poco de
tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, El
mismo os perfeccionará,
afirmará, fortalecerá y
establecerá.
Aunque
Dios tiene cuidado de nosotros (y por eso echamos toda nuestra ansiedad sobre
él), al mismo tiempo nosotros tenemos que ejercer precaución y tomar acción
positiva en esta cuestión de no ser devorados por el diablo. Por eso en el
estado de sufrimiento por una enfermedad esta situación demanda una vigilancia
continua. Dios no ha prometido incondicionalmente guardarnos de los ataques de
Satanás; tenemos que ser sobrios y velar. Satanás no es cualquier enemigo u
oponente.
Como la mayoría de los que leen este artículo,
vivo en una anomalía histórica cuando se trata del sufrimiento. Tengo acceso a
agua fresca, alimentación preparada de manera segura, increíbles tecnologías
médicas, sistemas rápidos de respuesta ante emergencias y seguridad social si
no puedo trabajar. Como resultado, estoy protegido de muchos de los peligros
que afectaron a mis ancestros y siento como si todo estuviera bajo control.
Ahora veo lo mucho que había asumido que sería librado del sufrimiento, o que
eso le pasaba sólo a otros.
No estaba preparado porque hasta cierto punto
había absorbido una mala teología funcional que muchos de nosotros compartimos
en las iglesias occidentales hoy en día. No es la teología que me han enseñado
o la que pensé que creía. Pero, de algún modo, no había cuestionado lo
suficiente la idea de que si adoraba y servía a Dios fielmente, el me
protegería de algún sufrimiento mayor.
Esta falta de preparación quedó expuesta con el golpe
emocional cuando recibí mi diagnóstico. Ahora le agradezco a Dios por
mostrarme, a través de este tumor, que mi fe era más superficial de lo que
pensaba y, en estos meses, ayudarme a rendirme y confiar en Él de una manera
más profunda.
Un mes antes de que el tsunami del cáncer golpeara a
mi familia, el estudio de un pasaje fue el que me sostuvo más que cualquier
otro pensamiento durante los difíciles momentos:
“Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia,
que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará,
afirmará, fortalecerá y establecerá” (1 Pedro 5:9-10, LBLA).
Mi periodo de enfermedad llevaba seis meses en espera
de una intervención quirúrgica, una Nefrectomía parcial. Hubo momentos en que
venían pensamientos a mi mente atacando mi seguridad en la Soberanía de Dios.
Recordar las promesas de Dios, y convencerme que TODO estaba bajo Su control,
me ayudó a superar aquella lucha entablada en mi mente. Recordé la vida de Job, y la guerra espiritual
librada en su mente, el campo de batalla preferido de nuestro enemigo. Y la
oración con Dios, la comunicación verbal con Él, dándole gracias por sus
cuidados, por la paz y el gozo que sólo pueden provenir de Él en medio de
circunstancias tan adversas.
Mientras mejor conozcamos a Dios, mejor podremos
enfrentar el sufrimiento. A buscar a Dios de todo corazón y regularmente
en lo secreto, y aprender a adorarlo en privado. A adorarlo congregacionalmente
con los hermanos y hermanas como parte activa de una iglesia local sana,
bíblica y fiel. ¿Seremos como Job que adoró a Dios cuando su vida se desmoronó,
o como la esposa de Job que le instó a maldecir a Dios?
Un buen mayordomo reflexiona sobre el traspaso de lo
que tiene a cargo y se asegura de que otros sepan lo que está haciendo. ¿Pueden otras personas hacerse cargo
inmediatamente de tus roles en el hogar, y el trabajo si algo te sucede? ¿Has
realizado preparativos adecuados para tu familia si repentinamente no puedes
trabajar? Si no, ¿has actuado de manera deliberada con
respecto a este riesgo como consecuencia de tu conciencia ante Dios, o solo has
sido negligente? ¿Estáis tú y tu cónyuge de acuerdo en el riesgo y la
estrategia? Los cristianos tienen distintas opiniones en temas de inversiones,
seguros y con respecto a lo que es suficiente. “Cada cual esté plenamente convencido según
su propio sentir” (Romanos 14:5).
En todas las áreas que he mencionado brevemente, Dios
puede proveer si nuestros preparativos distan de ser perfectos, pero es
pretencioso no prepararse lo mejor posible.
También quiero poner énfasis en que la salud física
puede tener efectos directos sobre la salud espiritual. Un malestar espiritual
prolongado podría no estar basado en una lucha puramente espiritual. Cuando me
diagnosticaron, el cansancio físico se fue apoderando con mi reacción emocional
ante la noticia. Gracias a Dios, siempre he estado activo y por mi trabajo
físico, las grasas como tales no me sobraban. Pero necesitaba alimentar mi
espíritu, al mismo tiempo que cuidaba el cuerpo, para apartar el tiempo
necesario y reconectarme con Dios.
Una manera de prepararse para el sufrimiento es no
asumir que nuestra salud espiritual no se verá afectada por nuestra salud
física. Cuenta con que será algo que te afectará emocionalmente. Cuenta con que
necesitarás las sinceras oraciones de los hermanos que han pasado por lo mismo
y que sufren. Cuenta con que el sufrimiento será “un tiempo de lamentarse” (Eclesiastés 3:4,
LBLA). Incluso el creyente más consagrado pasará por un periodo de
confusión inmediatamente después de recibir un diagnóstico de gravedad. Solo el
paso del tiempo y un profundo trabajo espiritual auxiliado por el Espíritu
Santo les permite convertirse en los ejemplos que son para muchos cristianos
que enfrentan enfermedades y dolor crónicos.
Ahora, días después de la operación para extraer el
tumor maligno de mi riñón, continuo en sumisión a la Soberanía y Provisión de
Dios.
Por eso a ti
que has leído hasta aquí, te pregunto ¿Cuán preparado estás para el sufrimiento
inesperado? Esta es la perspectiva que el apóstol Pedro quiere que tengamos:
Amados, no os sorprendáis del fuego
de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa
extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís
los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de
su gloria os regocijéis con gran alegría. (1 Pedro 4:12-13, LBLA).
A menos que Dios me sane de manera milagrosa, lo más
probable es que luche con esta enfermedad por largo tiempo. Puedo dar fe de que
una perspectiva eterna hace toda la diferencia. No quita el dolor ni el
sobresalto inicial. Pero a la luz de la eternidad, nuestras peores aflicciones
son “leves” y
“pasajeras” (2 Corintios 4:17). Además, como afirmó una vez Charles
Spurgeon, de manera tan hermosa:
Tal vez antes de que
otra semana nos pruebe, ¡puede que hayamos entrado al eterno Sabbath! Jóvenes así como somos, puede que hayamos
pasado más allá de la región de nubes y penumbra antes de que otro año
comience. ¡Qué brillante será ese día! ¡Oh, si pudiéramos ver un día en el
cielo! Es un día en que el sol se volverá pálido de envidia. Un día con Jesús,
¡qué felicidad! “Ya no habrá más noche”, no más noches de miedo, no más noches
de penas, ni noches de muerte. Allí no se ve ni azadón, ni mortaja, ni ataúd,
ni carroza fúnebre. Regocijémonos en que cada hora acorta la noche y acerca el
día. Triunfemos en la esperanza del nuevo amanecer de la vida. “La noche está
muy avanzada, y el día está cerca”.
¡Maranata!
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