Efesios 4; 32
Sed
más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
así como también Dios os perdonó en Cristo.
El evangelio quita lo malo, y
luego, inmediatamente llena el corazón con cosas buenas. No basta con limpiar
el corazón, porque no es posible que quede vacío. Como indica la parábola (Mateo_12:43-45 ), lo malo que fue quitado regresa y
con más fuerza. "Antes sed benignos"; es decir, en lugar de amargarse
y soltar toda clase de gritería y maledicencia, exhortar y enseñar con buenas
palabras y con actitud benigna. "Mejor es el que tarda en airarse que el
fuerte; y el que se enseñoree de su espíritu, que el que toma una ciudad"
(Proverbios_16:32).
Dice Cristo que tenemos que perdonar para ser perdonados (Mateo_6:14-15). Debemos perdonar como Dios perdona, y
debemos perdonar para ser perdonados. ¿Cómo perdona Dios? "Nunca más me
acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (Hebreos_8:12).
Dicen algunos, "Yo sí puedo perdonar, pero no puedo olvidar".
¿Perdonan los tales como Dios perdona? Cuando Dios perdona, el mal queda
borrado y olvidado, como si nunca lo hubiéramos hecho.
Dios no nos perdona porque perdonamos a otros, sino por su gran
misericordia. Al entender su misericordia, sin embargo, anhelaremos ser como
El. Ya que hemos sido perdonados, actuaremos de igual modo con otros. Los que
no están dispuestos a perdonar no llegan a ser uno con Cristo. Él estuvo dispuesto
a perdonar aun a los que lo crucificaron (Lucas 23:34).
A menudo los creyentes se dividen debido a diferencias doctrinales
mínimas. Pero Pablo aquí muestra los aspectos en los que los cristianos deben
estar de acuerdo para lograr la verdadera unidad. Cuando los cristianos tienen
esta unidad de Espíritu, las pequeñas diferencias no deberán disolverla.
Se ahorrarían
muchos disgustos en el mundo si aprendiéramos sencillamente a mantener el nivel
de nuestra voz, y si, cuando no tenemos nada bueno que decirle a una persona,
no le dijéramos nada. El argumento que hay que mantener a gritos no es tal
argumento, y la discusión que se tiene que llevar a cabo con insultos no merece
seguirse.
Así que Pablo llega
a la cima de sus consejos. Nos dice que seamos amables. Los griegos
definían esta cualidad como la disposición de la mente que tiene tanto en
cuenta los asuntos del prójimo como los propios. La amabilidad ha aprendido el
secreto de mirar siempre hacia fuera, y no solamente hacia dentro. Pablo nos
dice que perdonemos a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros. Así, en
una frase, Pablo establece la ley de las relaciones personales: Debemos tratar
a los demás como Jesucristo nos ha tratado a nosotros.
Pablo recomienda tres virtudes cristianas: la bondad, la misericordia
y el perdón. Ellas describen el carácter regenerado del creyente y reflejan una
disposición altruista hacia los demás. La bondad y la misericordia son parte de
la naturaleza de Dios y se expresaron en el perdón que Dios manifestó a los pecadores.
Ahora, éstas deben ser parte de la naturaleza del cristiano.
Salmo
119; 105
Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino.
Todos
tenemos muy poca experiencia en la vida como para vivirla sin guía alguna. La
Palabra de Dios es esa guía. El Salmo 119 revela
múltiples aspectos de la Palabra de Dios, y muestra cuánto puede asistirnos en
las circunstancias prácticas de la vida. Pero ningún versículo en particular
aborda esto más claramente que el versículo 105, donde la Palabra de Dios se
compara a una lámpara que alumbra nuestro camino, dirige cada uno de nuestros pasos
(«a mis pies»), y brinda sabiduría a nuestros planes futuros («a mi
camino»). Josué vincula la aplicación regular de la Palabra de Dios a la vida
como el camino más seguro, tanto para el éxito como para la prosperidad (Josué_1:8). Además, el Salmo
119:130 destaca la sabiduría que la Palabra de Dios ofrece al «simple»
una verdad que advierte contra tomar decisiones basadas en sinrazones o engaños
humanos. También Proverbios 6:23 nos recuerda
que las «admoniciones» o correcciones que la Biblia contiene son parte de la
«luz» que nos ofrece, tanto como cualquier otra afirmación positiva que podamos
hallar en ella. Permite que la Palabra de Dios te guíe, corrija, instruya,
dirija, enseñe y confirme. Jamás te apresures a actuar sin ella.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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