} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: RADIOGRAFÍA DE UN CRISTIANO VERDADERO

jueves, 11 de enero de 2018

RADIOGRAFÍA DE UN CRISTIANO VERDADERO


1 Juan 1; 6-7         

 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
   pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado

       Aquí está escribiendo Juan para contrarrestar una manera herética de pensar. Había algunos que pretendían ser muy avanzados intelectual y espiritualmente (lo mismo que ocurre hoy)  pero cuyas vidas no daban señales de ello. Pretendían haber avanzado tanto en el camino del conocimiento y de la espiritualidad que para ellos el pecado había dejado de tener importancia, y las leyes, de existir.   Aquellos herejes pretendían ser tan elevados que, aunque pecaran, no tenía ninguna importancia. Posteriormente Clemente de Alejandría nos dice que había herejes que decían que era indiferente cómo viviera una persona. Ireneo nos dice que declaraban que un hombre verdaderamente espiritual era totalmente incapaz de incurrir nunca en ninguna contaminación, independientemente de la clase de cosas que hiciera.
En respuesta, Juan insiste en ciertas cosas:

  Insiste en que para tener comunión con el Dios que es luz, una persona debe andar en la luz; y que, si está todavía andando en las tinieblas morales y éticas de la vida sin Cristo, no puede tener esa comunión. Esto es precisamente lo que había dicho el Antiguo Testamento siglos antes. Dios dijo: «Seréis santos; porque Yo, el Señor vuestro Dios, soy santo» (Levítico_19:2). El que quiera encontrarse en comunión con Dios se compromete a una vida de santidad que refleje la santidad de Dios. Esto no quiere decir que una persona debe ser perfecta para poder tener comunión con Dios; porque, en ese caso, todos estaríamos excluidos. Pero sí quiere decir que toda su vida reconocerá sus obligaciones, y se esforzará en obedecerlas, y se arrepentirá cuando falle. Querrá decir que nunca pensará que el pecado no tiene importancia; que, cuanto más cerca se encuentre de Dios, más terrible le parecerá el pecado.

  Insiste en que estos pensadores equivocados tienen una idea errónea de la verdad. Dice que, si los que pretenden estar especialmente avanzados siguen andando en tinieblas, no están haciendo la verdad. Exactamente la misma frase se usa en el Cuarto Evangelio cuando se habla del que hace la verdad (Juan 3:21). Esto quiere decir que, para el cristiano, la verdad no es nunca exclusivamente intelectual; es siempre moral. No es algo que ejercita solamente la mente, sino algo en lo que está implicada toda la personalidad, todo su ser. La verdad no es sólo el descubrimiento de cosas abstractas; es la vida concreta. No consiste solamente en pensar, sino también en actuar, evidenciar un estilo de vida. Las palabras que usa el Nuevo Testamento juntamente con verdad son significativas. Habla de obedecer a la verdad (Romanos_2:8; Gálatas_3:7); seguir la verdad (Gálatas 2:14; 3 Juan_1:4); oponerse a la verdad (2 Timoteo_3:8); extraviarse de la verdad (Santiago_5:9). Hay algo que podría llamarse «Cristianismo de tertulia.» Es posible considerar el Cristianismo como una serie de problemas intelectuales que hay que resolver, y en la Biblia como un libro sobre el cual hay que apilar información y datos. Pero el Cristianismo es algo que hay que vivir, y la Palabra de Dios en Biblia es un libro que hay que obedecer. Es posible que la eminencia intelectual y el fracaso moral vayan de la mano. Para el cristiano, la verdad es algo, primero, que hay que descubrir; y luego, que hay que obedecer. Nunca podrá obedecer aquello que desconoce.

Para Juan hay dos grandes pruebas de la verdad.

  La verdad es la creadora de la comunión. Si estamos realmente andando en la luz, tenemos comunión unos con otros. Ninguna creencia que separe a una persona de las demás puede ser plenamente cristiana. Ninguna iglesia puede ser exclusiva, y seguir siendo Iglesia de Cristo. Lo que destruye la comunión no puede ser verdadero.
 La sangre de Jesús le va limpiando cada día más y más del pecado al que de veras conoce la Verdad. La Reina-Valera es bastante correcta aquí, pero se puede malentender. Dice: " La sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de todo pecado.» Eso se puede tomar como un gran principio; pero se refiere a lo que debería suceder en la vida individual. Lo que quiere decir es que todo el tiempo, día a día, constante y consistentemente, la sangre de Jesucristo lleva a cabo un proceso purificador en la vida del cristiano individual.

La palabra griega para limpiar es katharízein, que era en su origen una palabra ritual que describía las ceremonias y lavatorios que cualificaban a un hombre para acercarse a sus dioses. Pero la palabra, conforme fue desarrollándose la religión, adquirió un sentido moral, y describe la santidad que permite a una persona entrar a la presencia de Dios. Así es que, lo que Juan está diciendo es: "Si realmente sabes lo que ha obrado el sacrificio de Cristo, y estás experimentando de veras Su poder, día a día irás añadiendo santidad a tu vida, y capacitándote más para entrar a la presencia de Dios."

Aquí se nos presenta una gran concepción. Considera el sacrificio de Cristo como algo que, no solamente expía los pecados pasados, sino que nos equipa de santidad día a día.
 La verdadera fe es la que acerca más y más, día a día, a la persona a sus semejantes y a Dios. Produce la comunión con Dios y con los hombres. Y no existe la una sin la otra.

Juan acusa cuatro veces en su carta sin rodeos a los falsos maestros de ser mentirosos; y la primera de estas cuatro se encuentra en este pasaje.

Los que pretenden tener comunión con el Dios Que es totalmente Luz, y sin embargo andan en la oscuridad, están mintiendo. Un poco más tarde repite esta acusación de una manera un poco diferente. El que diga que conoce a Dios, y sin embargo no obedece Sus mandamientos, es un mentiroso (1Juan_2:4). Juan está estableciendo la verdad indiscutible de que el que diga una cosa con sus labios y otra con sus obras es un mentiroso. No está pensando en la persona que hace todo lo posible, pero a veces falla.   Y uno puede que sea muy consciente de sus fallos, y sin embargo esté apasionadamente enamorado de Cristo y de Su camino. Juan está pensando en la persona que presenta las más elevadas pretensiones de conocimiento, de eminencia intelectual y espiritual, y que sin embargo se permite cosas que sabe muy bien que están prohibidas y su desobediencia se evidencia en su estilo de vida. El que profese amar a Cristo y Le desobedezca a sabiendas es culpable de falsedad.

  El que niegue que Jesús es el Cristo es un mentiroso (1Juan_2:22). Aquí tenemos algo que discurre por todo el Nuevo Testamento. La piedra de toque definitiva de una persona es su reacción a Jesús. La pregunta clave que Jesús dirige a cada persona es: " ¿Quién dices tú que soy Yo?" (Mateo_16:13). Cuando uno se encuentra cara a cara con Cristo no pude por menos de, ver Su grandeza, Su Obra en la Cruz; y si la niega, es un mentiroso.
El pecado, por su propia naturaleza, trae consigo muerte. Ese es un hecho tan cierto como la ley de la gravedad. Jesucristo no murió por sus propios pecados; no los tenía. En su lugar, por una transacción que nunca lograremos entender totalmente, murió por los pecados del mundo. Cuando le entregamos nuestra vida a Cristo y nos identificamos con El, su muerte llega a ser nuestra. Descubrimos que de antemano pagó el castigo de nuestros pecados; su sangre nos ha limpiado. Así como resucitó del sepulcro, resucitamos a una nueva vida de comunión con El (Romanos_6:4).
Mientras se insiste en la necesidad de un andar santo, como efecto y prueba de conocer a Dios en Cristo Jesús, se advierte con igual cuidado en contra del error opuesto del orgullo de la justicia propia. Todos los que andan cerca de Dios, en santidad y justicia, están conscientes de que sus mejores días y sus mejores deberes están contaminados con el pecado. Dios ha dado testimonio de la pecaminosidad del mundo proveyendo un Sacrificio eficaz y suficiente por el pecado, necesario en todas las épocas; y se muestra la pecaminosidad de los mismos creyentes al pedirles que confiesen continuamente sus pecados y recurran por fe a la sangre del Sacrificio. Declarémonos culpables ante Dios, humillémonos y dispongámonos a conocer lo peor de nuestro caso. Confesemos honestamente todos nuestros pecados en su plena magnitud, confiando totalmente en su misericordia y verdad por medio de la justicia de Cristo, para un perdón libre y completo y por nuestra liberación del poder y la práctica del pecado.

  El que diga que ama a Dios, y al mismo tiempo aborrezca a su hermano, es un mentiroso (1Juan_4:20). El amor a Dios y el odio a un semejante no pueden coexistir en la misma persona. Si hay rencor en el corazón de alguien hacia algún otro, eso es prueba de que no ama de veras a Dios. Todas nuestras protestas de amor a Dios son inútiles y falsas si hay odio en nuestro corazón hacia algún otro.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

No hay comentarios:

Publicar un comentario